portada.jpg

Primera edición digital: septiembre 2017
Colección Galileo

Director de la colección: Eduardo Madina
Diseño de la colección: Jorge Chamorro
Fotografías de la cubierta e interiores: Save the Children
Edición: Juan Francisco Gordo
Revisión: Alexandra Jiménez

Versión digital realizada por Libros.com

© 2017 David del Campo
© 2017 Libros.com

editorial@libros.com

ISBN digital: 978-84-17023-75-1

David del Campo

Infancia sin patria en una guerra mundial

A Lawrence (seis años), Omar (cuatro años), Haydi (tres años)
y Nazir (dos años), niños y niñas refugiados sirios que viven
en España. Podrían ser mis hijos Unai (cinco años) y
Uxue (dos años), que espero que cuando lean este libro
la guerra en Siria haya terminado.

 

A Cristina Huete y Fernando Trueba, para que sigan
construyendo belleza.

Índice

 

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Título y autor
  4. Dedicatoria
  5. Prólogo. Por Marta Ares Godoy
  6. Introducción. Lawrence de Arabia, altos secretos, grafitis y una ministra española
  7. Primer año de guerra
  8. Segundo año de guerra
  9. Tercer año de guerra
  10. Cuarto año de guerra
  11. Quinto año de guerra
  12. Apéndice fotográfico
  13. Mecenas
  14. Contraportada

Prólogo

Por Marta Ares Godoy

«El mapa —escribió Deleuze— es abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir constantes modificaciones. Puede ser roto, iniciado por un individuo, un grupo o una formación social. Puede dibujarse en una pared, concebirse como una obra de arte, construirse como una acción política o como una meditación». Este filósofo francés vivió su infancia marcada por la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi en París. Su hermano, miembro de la resistencia, fue arrestado y asesinado en un tren que lo llevaba al campo de concentración de Auschwitz. Siempre se mostró muy discreto sobre este doloroso acontecimiento que despertó en él un activismo ciudadano y la implicación en distintas causas sociales. Y se ve, especialmente, en su obra, que fue creada desde la voluntad de combatir a los intolerantes y dignificar la vida humana.

Siguiendo el ejemplo de Deleuze, hay quienes apuestan por trazar caminos entre dificultades y experiencias donde la ética se convierte en una herramienta para la transformación social. El mapa de David del Campo es algo más que un itinerario de viajes por todo el mundo, trabajando en la lucha contra la pobreza desde hace más de una década. Es también un espejo donde reconocer su compromiso de los últimos años con la infancia más vulnerable.

Niños, niñas y adolescentes tienen derechos. Su acceso a la educación y la salud, a participar activamente en la sociedad o a ser escuchados no es un debate menor. Son derechos reconocidos en los tratados y convenciones internacionales que tienen obligaciones jurídicas para los Estados. En la práctica, y con la última crisis económica, muchos países han relajado sus acciones en materia de infancia. Más grave aún es la situación en zonas afectadas por la guerra, las hambrunas o catástrofes naturales, donde quedan abandonados a su suerte. Apostar por el bienestar de la infancia supone un diálogo global entre generaciones que apela al presente y futuro de la humanidad. La necesidad de que puedan crecer sanos y a salvo, rodeados de sus afectos, responde a un reclamo ético de justicia y dignidad que nos incube a todos.

David ha decidido dibujar su mapa en papel, deteniéndose en un punto clavado a fuego y sangre: Siria. Infancia sin patria en una guerra mundial es un relato honesto escrito, según su autor, con ojos de padre. Esa empatía no excluye el análisis con rigor. El texto aporta información contrastada por Naciones Unidas, ACNUR o Human Rights Watch y las conclusiones más relevantes de los informes de denuncia que ha venido elaborando su organización Save the Children. También rescata testimonios de víctimas y actores principales, explicando las causas profundas y los antecedentes inmediatos de este conflicto bélico. Se trata, en síntesis, de una narración cronológica de esta guerra y su evolución en la mayor crisis de refugiados de la historia. «It’s your time Doctor», en referencia a Bashar al-Asad, es el mensaje de un grafiti en la ciudad de Daraa, donde comenzaron las primeras protestas pacíficas que fueron contestadas de manera violenta por el régimen. Semilla de la guerra civil que pasa a una dimensión mundial cuando la diplomacia fracasa, se proclama el Estado Islámico e intervienen directamente otros países.

Así lo explica David: «Esta es una guerra interconectada con otros conflictos y otros intereses cruzados, económicos, geoestratégicos y en muchas ocasiones de índole política de interior alejada a miles de kilómetros de Siria… Cuando el radicalismo se combate exclusivamente con más guerra, el resultado de la ecuación es una línea ancha de muerte y dolor». Este ensayo consigue orientarnos en el laberinto de esta guerra y sus fatales consecuencias, narrando cómo fueron los asedios en zonas civiles, los ataques con armas químicas, la intensificación de los bombardeos a la población civil y la huida masiva de refugiados, asentados en campos de países fronterizos o cruzando el Mediterráneo. Pero, sobre todo, este es un libro necesario. Aporta verdad y denuncia contra la impunidad. Ese ejercicio del activismo del que hablaba Deleuze se vuelve imprescindible cuando corroboramos que la infancia fue un objetivo bélico en Siria.

Agencias humanitarias y ONG han denunciado los crímenes de guerra, violaciones de los derechos humanos y abusos del derecho internacional cometidos en esta guerra; bombardeos a zonas residenciales, hospitales y escuelas usando armas biológicas y de destrucción masiva; asedios y cercos, que privaron a la población de alimentos, atención médica y otros servicios básicos; sin permitir tampoco vías seguras para hacer llegar la ayuda humanitaria. Las detenciones arbitrarias incluyeron también a menores. El balance es muy doloroso: más de 15.000 niños y niñas muertos y dos millones y medio de menores refugiados. Aquellos que dieron testimonio directo sin intermediarios, a Save the Children, confesaban entonces «haber perdido la esperanza». Pudieron sobrevivir al asedio y huir de la barbarie, pero arrastraron una herida abierta, el trauma de la guerra y el riesgo del viaje a tierra segura.

En septiembre de 2015, el niño Aylan Kurdi fue encontrado muerto en una playa turca y su imagen sacudió a la opinión pública. A pesar del impacto mediático, desde entonces más de 400 menores murieron ahogados. Ni la comunidad internacional, ni la Unión Europea y sus gobiernos han estado a la altura de este desastre humanitario. Las numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU han sido papel mojado. La parálisis de la Unión Europea comenzó negando la atención en las costas del Mediterráneo, que fue asumida casi en solitario por barcos de rescate de ONG. Continuó con su posterior política de acogida, especialmente con el acuerdo de la vergüenza con Turquía, que aprobaba las expulsiones masivas. Y concluyó dejándonos a muchos ciudadanos, como diría nuestro querido Manu Leguineche, «en el bando de los desolados».

Durante aquellos días, una viñeta se hizo viral en las redes. El capitán de una fragata preguntaba cuál era su nacionalidad a los ocupantes hacinados de una de las barcazas que intentaba llegar a Europa. Los refugiados contestaban: «Humanos». En los compromisos de acogida, los Estados europeos han priorizado la burocracia frente a los principios humanitarios. Prueba de ello es la gestión del Gobierno de nuestro país: de su obligación de acoger a 17.000 personas refugiadas hace dos años, sólo ha alcanzado un 5 % de lo pactado. En enero de 2017, apenas un millar llegaron a España. El Gobierno ha rechazado también todos los ofrecimientos de colaboración que hasta ahora han realizado algunas instituciones locales y autonómicas. Esta actitud de inacción e indiferencia, ha sido generalizada, despreciando muchos Estados de la Unión los valores fundacionales europeos de igualdad, solidaridad, cooperación y derecho a una vida digna. La estigmatización y el rechazo hacia los refugiados se basan en argumentos de seguridad, pero ocultan un racismo social de modelos excluyentes e intolerantes. Esta tendencia, impulsada por la derecha extrema, amenaza directamente nuestro sistema democrático y de convivencia.

Sábato escribió que «la historia es el más grande conjunto de aberraciones, guerras, persecuciones e injusticias, combatidas por hombres y mujeres que cuidan de los más desventurados. Ellos encarnan la resistencia». Hoy un niño en la víspera de su quinto cumpleaños me lo ha explicado más sencillamente y con emoción. Mientras yo termino de escribir este prólogo, David está de misión en Mauritania. De visita en su casa, su hijo Unai me ha mostrado un mapa de África y con una sonrisa de orgullo me ha confesado: «Papá está ahí trabajando para salvar a niños y niñas como Uxue y yo».

Unai y su hermana Uxue ahora juegan y crecen felices. En 2030, fecha establecida para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), serán ya dos jóvenes con todo su futuro por delante. Estoy segura de que cuando lean este libro, apreciarán las motivaciones que llevaron a su padre a escribirlo. Conocerán y valorarán más todavía la necesaria y valiosa labor de Save the Children y otras agencias de desarrollo. El mundo seguirá girando y quiero pensar que en una de esas vueltas, esta nueva generación pueda recuperar algo del humanismo que se ha perdido en los últimos años. Una sociedad del bienestar con mayores cuotas de igualdad y oportunidades, quizá pueda promover conciencia crítica para impulsar nuevos liderazgos. Menos cínicos, más tolerantes, compasivos y solidarios, que busquen la cooperación global para alcanzar las justas metas de esos objetivos. Ya no será una novedad tampoco, esta nueva forma de colaboración. En este caso, somos más de 200 mecenas los que apoyamos la publicación de este libro. Ha sido un pequeño gesto para aunar esfuerzos y contribuir a que el autor cree este valioso espacio de resistencia.

Cinco años es mucho tiempo. El relato de esta guerra viene entrelazando convivencias personales del autor, referencias literarias, musicales, cinematográficas y de actualidad. Todas ellas ayudarán a los lectores a situarse en el contexto de este mundo incierto, desigual e injusto que nos toca vivir. Un mundo con oscuros rincones como Alepo, Guta, Daraya o Yarmouk. Barcas de mafias en el Mediterráneo o despachos donde se tomaron decisiones cobardes e insolidarias. Opuestas al empeño de este libro y al esfuerzo colectivo de asegurar un porvenir a la infancia, incluso allí, donde se ha perdido la esperanza.

La guerra no ha terminado y la infancia sin patria sigue siendo una cruel realidad. Niños y niñas inocentes, víctimas del negocio de la guerra y la indiferencia. En Siria y en otros tantos lugares en el mundo, tienen derecho a «ser salvados».

Gracias, David del Campo por encender una pequeña luz en esos rincones de oscuridad en el mapa.

Madrid, febrero de 2017

Marta Ares Godoy
Exdirectora de la Agencia Vasca de Cooperación al Desarrollo
Garapenerako Lankidetzaren Euskal Agentzia

Mapa-01.jpg

Introducción

Lawrence de Arabia, altos secretos, grafitis y una ministra española

172 kilómetros de baldas albergan entre otras cosas 50.000 volúmenes de historia medieval en la biblioteca de Oxford. Dice la leyenda que leerlos todos ocupó seis años a Thomas Edward Lawrence (Lawrence de Arabia). Durante esa lectura se preparó para no dejar de soñar o buscar aventuras hasta el último de sus días. Ambas razones juntas explican en parte la personalidad y su biografía sobre todo al leer Los siete pilares de la sabiduría, donde se relata su experiencia militar y humana durante la guerra de británicos, franceses y árabes contra turcos y alemanes, en tiempos de la Primera Guerra Mundial. Un libro cuyo título radica en el libro de los Proverbios. Texto que comparte el cristianismo entre el libro de los Salmos y Eclesiastés, y dentro de la Biblia judía entre los libros de Job y Rut. Su posible y principal autor es el rey Salomón. Ahí es nada.

La guerra civil que asola Siria desde 2011 comienza en Daraa, el mismo lugar donde T. E. Lawrence es apresado en 1917, por entonces ciudad del imperio turco. Un año después se logra la conquista de Damasco y la derrota definitiva del imperio otomano. Para lograr la paz entonces se prometió que habría un reino árabe único en la región, promesa que se incumplirá de forma obscena por parte del Reino Unido y Francia durante la Conferencia de El Cairo de 1921. Todo lo que ocurre hoy en la región —Palestina, Irak, Irán, Turquía y por supuesto Siria— tiene su origen aquí. Conviene entender ese reparto y división de la región en numerosos e irracionales protectorados —británicos y franceses— bajo mandatarios o reyes de cartón como origen y causa de toda la inestabilidad y violencia que se ha sucedido en la región durante casi 100 años. Igualmente, la nueva configuración de países y fronteras ignorando etnias, religiones, culturas e identidades, ha sido caldo de cultivo de inestabilidad, violencia y conflictos desde entonces. También recordar que este acuerdo secreto fue posible bajo la «autorización» de la Rusia aún en esas fechas en periodo presoviético. Diferentes cartas firmadas durante el mes de mayo de 1916, así como un mapa firmado por ambos negociadores, decidían de forma secreta la nueva configuración de la región.

Nada mejor que una parte de una de las cartas para entender el cómo y el qué de este acuerdo:

Sir Edward Grey to Paul Cambon, 16 May 1916

I have the honour to acknowledge the receipt of your Excellency’s note of the 9th instant, stating that the French Government accept the limits of a future Arab State, or Confederation of States, and of those parts of Syria where French interests predominate, together with certain conditions attached thereto, such as they result from recent discussions in London and Petrograd on the subject.

I have the honour to inform your Excellency in reply that the acceptance of the whole project, as it now stands, will involve the abdication of considerable British interests, but, since His Majesty’s Government recognise the advantage to the general cause of the Allies entailed in producing a more favourable internal political situation in Turkey, they are ready to accept the arrangement now arrived at, provided that the co-operation of the Arabs is secured, and that the Arabs fulfil the conditions and obtain the towns of Homs, Hama, Damascus, and Aleppo.

Leer esa carta de hace 100 años, verbalizar esas ciudades al tiempo que hoy leemos la prensa o vemos los informativos donde Siria, o ciudades como Damasco o Alepo forman parte de la banda sonora informativa diaria, pudiera parecerse a una regresión temporal. Mismos actores, países, intereses y también las mismas consecuencias. Violencia y guerra en la región de forma casi permanente durante 100 años. Si algo deberíamos haber aprendido en estos 100 años es que las decisiones políticas —y de guerra— sobre países, gobiernos y territorios tomadas desde lejos y sin tener en cuenta la realidad se traducen en dolor y en terribles y enormes consecuencias sobre seres humanos.

Una guerra que cuenta por cientos de miles los muertos, donde la fuente más prudente señala que en mayo de 2017 había contabilizados 321.358 muertos de los que al menos 17.411 eran menores de edad. Por el lado de refugiados en ese mismo mes de mayo de 2017 hay registrados por ACNUR 5.055.732 refugiados fuera de Siria en países vecinos, de los que 2.679.537 son menores de edad. Es la mayor población refugiada generada por cualquier guerra en sólo unos años. Estos millones de refugiados se encuentran principalmente en Turquía con 2,7 millones, Líbano con un millón, Jordania con casi 700.000 y el resto en Irak y Egipto.

A la mirada de la guerra en costes humanos de muertos, refugiados y desplazados hay que añadir los daños económicos; la economía Siria ha retrocedido 25 años. Por otro lado está el daño sobre la educación, que ha pasado de ser uno de los países con tasas de escolarización más alta, con cifras cercanas al 95 %, a que hoy 2,8 millones de niños no pueden ir a la escuela o una de cada cuatro escuelas están destruidas. Si miramos la esperanza de vida, el colapso económico y la destrucción del país la han hecho caer en 20 años, estando más cerca de ser un país de la región subsahariana que de Oriente Próximo.

Si andamos y miramos hacia atrás veremos que la región, no sólo Siria, está dividida y repartida a través de un acuerdo —entonces— secreto conocido como Acuerdo Sykes-Picot, que no era —y es hoy— otra cosa que un pacto para controlar lo que ahora conocemos como Oriente Próximo. Este acuerdo constituye y configura la región como hoy la conocemos, tal y como sale en los mapas de Google. Definió las fronteras de Siria e Irak. También ese reparto es la semilla del conflicto entre Israel y el pueblo palestino. Este acuerdo era entonces una puñalada en la espalda a las promesas hechas a los diferentes pueblos árabes por T. E. Lawrence por haberse asociado a los británicos en contra del Imperio otomano, puñalada que aún sigue sangrando. Precisamente hoy uno de los objetivos del Estado Islámico es dejar sin efecto ese acuerdo Sykes-Picot, hacer saltar por los aires esas fronteras «occidentales» que nada tienen que ver con su historia real. Derrumbar los planes del cristiano occidente para construir la gran nación árabe.