Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2005 Carole Mortimer. Todos los derechos reservados.

TRAS EL PLACER, N.º 67 - julio 2012

Título original: Prince’s Pleasure

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2012

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

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I.S.B.N.: 978-84-687-0661-0

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

Capítulo 1

POR QUÉ tenía la impresión de que eras un hombre?

Zak se quedó mirando fijamente a la mujer de ojos marrones, oscuros como el chocolate, que estaba en el exterior de la suite.

–No tengo ni idea. ¿Por qué?

Zak frunció el ceño. Sabía quién era el responsable de su error.

–Cosas de mi hermano –respondió.

Ella sonrió con ironía.

–¿Te parezco un hombre?

Zak sacudió la cabeza. Su hermano se había limitado a informarle de que un periodista, llamado Tyler Wood, iba a pasar una semana con él para hacerle una entrevista en exclusiva. Y con su arrogancia habitual, había olvidado añadir que el periodista en cuestión era una mujer tan joven como hermosa.

–No, ni mucho menos –dijo, sin saber si estaba más enfadado con Nik o con aquella preciosidad–. Pero mi hermano tampoco me había comentado que eres estadounidense, lo cual es obvio por tu acento.

Tyler Wood se encogió de hombros.

–Parece que tu hermano es un hombre de pocas palabras.

Zak prefirió morderse la lengua. Odiaba que lo pillaran con el paso cambiado.

La volvió a mirar y pensó que, a pesar de sus pantalones militares, de su camiseta negra y de su cabello corto y oscuro, no había nada en aquella mujer que no fuera profunda y absolutamente femenino.

Además de sus ojos embriagadores, de pestañas largas, tenía labios generosos, una nariz perfecta y un cuerpo impresionante. Llevaba los pantalones algo caídos sobre las caderas. Y la tela de la camiseta apretaba unos pechos grandes, sin sujetador.

–¿Por qué trabaja una estadounidense para un periódico inglés?

Zak lo preguntó con sincera curiosidad. En los Estados Unidos había tantos periódicos y revistas que, en su opinión, nadie necesitaba tomarse la molestia de cruzar el Atlántico para conseguir un empleo.

Tyler tardó unos segundos en responder.

–Supongo que hago lo mismo que un actor de mi país en Inglaterra… Trabajar, naturalmente. ¿Puedo entrar?

Zak la miró y suspiró.

Sabía que no la podía dejar en el pasillo del hotel, pero todavía se estaba acostumbrando a la idea de que el reportero que lo iba a seguir a todas partes durante una semana entera fuera una mujer.

Cuando su hermano le dijo que tendría que soportar la presencia de un periodista, no se llevó precisamente una alegría. Sin embargo, sus motivos eran buenos. Nik lo había hecho para proteger a Jinx, su flamante esposa, de los medios de comunicación.

Al parecer, Tyler Wood había descubierto la relación de Jinx con el escritor J. I. Watson y se disponía a publicarlo en su periódico; pero tras negociar un poco, Nik logró que renunciara a la historia a cambio de una semana en compañía de Zak, un actor famoso que concedía muy pocas entrevistas.

Por desgracia, Tyler Wood había resultado ser una mujer. Y una mujer extraordinariamente bella.

Lo cual complicaba las cosas.

–Está bien, pasa.

Tyler entró en la suite y se giró hacia él para mirarlo con aquellos ojos de pestañas increíblemente largas. Zak estaba enfadado. Siempre había mantenido una relación sana con los medios de comunicación; pero esa relación sana se basaba en el hecho de que los términos los establecía él y de que jamás se había sentido atraído por un periodista.

Mantener las distancias con Tyler Wood, durante toda una semana, iba a ser bastante más difícil.

–Es curioso… –la periodista ladeó la cabeza y lo observó con interés–. Tenía la impresión de que eras un hombre encantador y despreocupado.

A Zak no le sorprendió su comentario; a fin de cuentas, esa era la imagen que siempre había querido dar a los medios. Una imagen que también estaría en peligro si pasaba demasiado tiempo con ella.

–Es que son las nueve de la mañana y me acosté a las cuatro. Nadie es encantador en esas condiciones.

Ella se rio.

–Oh, lo siento. No pretendía decir que no lo seas…

Los ojos azules de Zak brillaron con un destello de desconfianza. Era tan consciente de que no había sido encantador con ella como de que no estaba en el mejor de sus días. Había tomado demasiado champán durante la fiesta de la noche anterior. Y se acababa de levantar de la cama cuando la periodista llamó a la puerta de la suite.

Naturalmente, no tuvo tiempo de afeitarse ni de arreglarse. Solo pudo pasarse una mano por su largo cabello rubio y ponerse los pantalones negros y la camisa blanca que había llevado en la fiesta.

–No te disculpes. Sé que no he sido el mejor de los anfitriones –dijo él–. Tal vez sea la edad… antes, podía estar de fiesta toda la noche y empezar a trabajar a las seis de la mañana como si hubiera dormido diez horas.

Al ver que Tyler sacaba una libreta y un bolígrafo de uno de los bolsillos de sus pantalones militares, Zak añadió:

–Que eso quede entre nosotros.

La periodista pareció decepcionada, pero se guardó la libreta y el bolígrafo.

–¿Cuántos años tienes, Zak?

–Treinta y seis. ¿Y tú?

–Veintiséis.

Él asintió. Ya había supuesto que rondaba esa edad.

–¿Y todavía puedes estar de fiesta toda la noche y seguir fresca por la mañana?

Ella se rio.

–No.

Zak se encogió de hombros.

–Bueno, me alegra saber que no soy el único…

Tyler se puso seria de repente.

–¿Te puedo hacer una pregunta personal?

–Por supuesto.

–¿Existe la posibilidad de que tu hermano te haya presionado para que me permitas pasar una semana contigo?

Antes de responder, Zak pensó en su arrogante, decidido y convincente hermano. Lo quería mucho, pero se la había jugado bien.

–¿Que si existe la posibilidad? –declaró con sarcasmo–. No es ninguna posibilidad; es un maldito hecho.

–Vaya…

–Por cierto, ¿para qué periódico trabajas? Tengo la sospecha de que el tabloide donde apareció tu último artículo sobre Nik y Jinx no está interesado en este tipo de reportajes exclusivos –declaró.

Ella apartó la mirada durante unos segundos. Parecía sentirse avergonzada por haber publicado una historia absolutamente amarillista sobre su hermano.

–Tienes razón, Zak. The Daily Informer no publica ese tipo de reportajes… pero tiene un suplemento dominical más serio.

–¿Y vas a publicar el reportaje en ese suplemento?

Tyler giró la cabeza hacia la ventana para admirar los edificios de Londres.

–Las vistas son preciosas, ¿verdad?

–Sí, lo son –dijo Zak–. Tyler, tengo la sensación de que…

Zak no tuvo ocasión de terminar la frase, porque en ese momento volvieron a llamar a la puerta de la suite.

–Será mi fotógrafo…

–No.

–Seguro que es mi fotógrafo –insistió Tyler–. Le pedí a Perry que viniera a las nueve y cuarto y ya son las…

–Mi negativa no se refería a la persona que esté al otro lado de la puerta –la interrumpió–. Se refiere a que el acuerdo al que llegaste con mi hermano no incluye que un fotógrafo me siga a todas partes durante una semana.

–Pero necesito un fotógrafo para la cobertura gráfica…

–Y lo tendrás. Al final de la semana. Cuando yo lo diga.

Tyler hizo ademán de protestar, pero se lo pensó mejor y dijo:

–Está bien. Hablaré con Perry y después podremos continuar con…

–Yo me vuelvo a la cama, Tyler –la volvió a interrumpir–. Aunque si quieres que sigamos hablando, no tengo objeción en que me acompañes.

Zak le lanzó una mirada desafiante. Le disgustaba que Nik le hubiera metido en ese lío; si no hubiera sido porque quería a su hermano mayor y porque respetaba mucho a su esposa, se habría quitado a la periodista de encima.

–¿Estás jugando conmigo? –preguntó ella, entrecerrando los ojos.

–Puedes estar segura de que, en otras circunstancias, estaría encantado de jugar contigo.

Tyler se ruborizó y Zak se apresuró a añadir:

–Pero hoy no vamos a jugar. No con un fotógrafo al otro lado de la puerta… No pretendo otra cosa que acostarme. Solo.

–En ese caso, podríamos volver a vernos esta tarde. Sin fotógrafo, por supuesto.

Tyler se dirigió a la puerta a grandes zancadas.

–Me parece bien, pero llámame antes por teléfono –le advirtió Zak–. No me gustaría que te presentases sin avisar y me encontrases con alguien. Sinceramente, no quiero herir tu delicada sensibilidad.

–Mi sensibilidad no es tan delicada. De hecho, me he llevado una sorpresa muy agradable al descubrir que estabas solo –replicó.

Touché.

Tyler llevó la mano al pomo de la puerta, pero se detuvo.

–Dime una cosa. Cuando el año pasado trabajaste con John Devaro…

–¡Oh, no! ¡Otra seguidora de John Devaro! –protestó él–. Sí, es tan atractivo en persona como en la gran pantalla. Sí, tiene un gran sentido del humor. Sí…

Esa vez fue Tyler quien interrumpió a Zak.

–Solo te quería preguntar si te sentiste amenazado por el hecho de que su nombre apareciera antes que el tuyo en los títulos de crédito.

Zak tardó un par de segundos en reaccionar.

Tyler lo había sorprendido.

–Ni mucho menos. Su nombre apareció antes que el mío porque acordamos que saldrían en orden alfabético.

–Ah… Bueno, entonces te veré más tarde.

Tyler sonrió y salió de la suite.

Zak pensó que quizás había subestimado a aquella preciosidad de sonrisa apabullante y ojos de color chocolate. Era más lista y más compleja de lo que se había imaginado cuando apareció en la suite.

Sin embargo, eso carecía de importancia. Tanto si la había subestimado como si no, solo tenía dos opciones al respecto: la primera, seguir mostrándose detestable y poco dispuesto a colaborar con una mujer que le ponía nervioso; la segunda, rendirse a su atractivo físico e intentar seducirla para acostarse con ella.

Pero a decir verdad, no tenía elección. Sabía que, hiciera lo que hiciera, se arrepentiría de haberlo hecho.

Capítulo 2

MALDITO arrogante!

Perry no pudo refrenar su enfado cuando cruzaron el vestíbulo del hotel hacia la puerta giratoria que daba a la calle.

A Tyler le pareció normal que reaccionara de ese modo. Perry y ella habían trabajado juntos durante seis meses y era la primera vez que uno de sus entrevistados se negaba a que le hicieran fotografías.

–No te preocupes por eso –le dijo cuando salieron del hotel–. Estoy segura de que encontrarás la forma de sacar esas fotografías. Hasta ahora, siempre lo has conseguido.

–Y también lo conseguiré esta vez –declaró con orgullo–. Pero habría preferido acompañarte en lugar de acechar en las sombras.

Tyler era consciente de que el interés de Perry iba más allá de lo puramente profesional; no era ningún secreto que quería mantener una relación íntima con ella. Pero ni su atractivo ni su encanto ni sus cálidos ojos azules le gustaban lo suficiente. Para disgusto de Perry, lo quería como a un hermano.

Además, Tyler no habría sido capaz de mantener una relación íntima con él sin contarle toda la verdad sobre sí misma. Y no tenía intención de hacerlo. Nadie debía saber quién era ni qué era en realidad.

–De todas formas, ten cuidado con Zak Prince –le aconsejó Perry–. Por lo que me han contado, no sabe estar cinco minutos con una mujer sin intentar seducirla.

–Pues a juzgar por el humor que tiene esta mañana, dudo que lo consiga con frecuencia…

Tyler mintió a sabiendas. Zak siempre había sido el seductor de los hermanos Prince. Su hermano mayor, Nik, tenía fama de ser un hombre arrogante y distante; y su hermano menor, Rik, era el más reservado de los tres. Seguramente se había mostrado arisco con ella porque se había presentado en su suite a las nueve de la mañana.

En ese momento, se dio cuenta de un detalle que había pasado por alto. Lo de la hora no había sido idea suya, sino de Nik.

Indudablemente, lo había hecho a propósito. Al fin y al cabo, la amabilidad nunca había estado entre las virtudes que se le atribuían al legendario Nik Prince. Se había empeñado en que se vieran a esa hora porque quería provocar una situación incómoda para su propio hermano y para ella.

Fuera como fuera, no había sido la mejor forma de empezar su semana con Zak Prince.

Tyler llamó por teléfono a Zak a las cuatro de la tarde, pero seguía medio dormido y quedaron por la noche, en el bar del hotel. Cuando por fin se vieron, ella decidió saciar su curiosidad.

–¿Qué le has hecho a tu hermano? –preguntó.

–¿A qué te refieres?

–Es obvio que organizó nuestro encuentro a las nueve de la mañana porque quería molestarnos. Y yo sé por qué está enfadado conmigo, pero ¿por qué lo está contigo?

–Una pregunta muy inteligente, Tyler. Aunque con Nik nunca se sabe… –Zak se encogió de hombros–. Puede que solo quisiera gastarnos una broma.

Se habían sentado en dos de los sillones del bar. Zak llevaba unos vaqueros y una camisa negra y estaba mucho más relajado que horas antes.

–Pues no tiene gracia –observó ella.

Zak sonrió.

–No, no la tiene.

A Tyler le pareció normal que Zak hubiera ganado tres Oscar. Su sonrisa resultaba carismática y fascinante en combinación con el resto de su aspecto: cabello largo, de color dorado; ojos tan azules como un cielo de estío y facciones tan duras como esculpidas en piedra.

Al darse cuenta del camino que habían tomado sus pensamientos, Tyler se asustó. No estaba allí para caer bajo el hechizo de Zak Prince, sino para hacerle una entrevista exclusiva y descubrir nuevas facetas del famoso actor.

Estaba segura de que aquel hombre era algo más que la imagen de seductor que daba para las revistas. La calle estaba llena de rumores sobre sus múltiples aventuras amorosas, e incluso se decía que el éxito de los hermanos Prince se debía a sus supuestas conexiones con el crimen organizado, pero a Tyler le parecían acusaciones absurdas; a fin de cuentas, los famosos siempre estaban rodeados de rumores.

Y ella buscaba la verdad.

–En cualquier caso, siento el malentendido de esta mañana. De haber sabido que te molestaba recibir a la gente tan pronto, habría elegido otra hora –se disculpó–. Sugiero que lo olvidemos y que sigamos nuestro camino.

–¿Nuestro camino?

Tyler frunció el ceño.

–Bueno, ya sabes… necesito algunos datos básicos.

Dónde naciste, cómo es tu familia, en qué estás trabajando en la actualidad, ese tipo de cosas.

–Mira, Tyler, no pretendo decirte cómo debes hacer tu trabajo, pero…

–Pero me lo vas a decir de todas formas.

Él se encogió de hombros. Parecía no ser consciente del interés que había despertado entre la clientela femenina del bar. La mayoría no le quitaba la vista de encima, y a algunas les faltaba poco para babear.

–Los datos que quieres ya son de conocimiento público…

Zak dejó de hablar en ese instante porque se acercó una camarera para servirles los dos vasos de agua mineral que habían pedido.

Tyler pensó que tenía razón. Todo el mundo sabía que los tres hermanos Prince y su hermana eran hijos del legendario Damien Prince, un actor que había gozado del fervor del público durante treinta años, hasta su fallecimiento.

Durante la juventud de los hermanos Prince, Zak siempre había sido la oveja negra de la familia. Se buscaba problemas constantemente y terminó por dejar los estudios para seguir los pasos de su padre. Al final se había hecho hueco en el mundo del cine con los papeles de tipo duro y encantador que le habían dado la fama.

Pero el éxito de Zak era la norma entre los hermanos Prince, dueños de la productora cinematográfica PrinceMovies. Nik había triunfado como director de cine y Rik, el menor, como guionista.

–Es cierto, son datos de conocimiento público. Ya los buscaré en otro momento… –dijo Tyler–. ¿Y bien? ¿Qué tienes pensado para el fin de semana?

Zak dio un trago de agua.

–¿Pensado?

Tyler había visto muchas entrevistas de Zak y sabía que no era un hombre difícil; siempre respondía a las preguntas con amabilidad y buen humor. Pero con ella era diferente. Y le pareció tan sospechoso que se empezó a preguntar si Zak habría descubierto que aquel reportaje no era exactamente lo que parecía ser.

–Sí, pensado. Supongo que habrás venido a Inglaterra por alguna razón –declaró con una sonrisa–. No sales de Estados Unidos con mucha frecuencia.

–¿Olvidas que mi hermano mayor se casó el fin de semana pasado? Yo diría que es una razón más que suficiente para viajar a Inglaterra; pero si a ti te parece que no…

Tyler se ruborizó levemente.

–Sí, ya lo sé. Sin embargo, me extraña que sigas aquí.

–¿Ah, sí? ¿Por qué?

–Bueno, dudo que te hayas quedado en Inglaterra para pasar una semana con una periodista a quien ni siquiera conocías.

–Veo que tienes mala memoria… ¿También has olvidado que Gunslinger, mi última película, se estrena el sábado en Londres?

Tyler se maldijo para sus adentros. Lo sabía y lo había olvidado por completo. Quizás, porque estaba demasiado ansiosa por descubrir la verdad sobre Zak Prince.

Pero no volvería a cometer ese error. Necesitaba algo impactante, algo diferente, algo que nadie hubiera publicado con anterioridad. Y estaba convencida de que aquella semana le daría lo que estaba buscando.

–Lo siento, Zak, yo…

Zak se echó hacia delante.

–¿Puedo hacer una sugerencia, Tyler?

–Desde luego.

–Como no quiero que me hagas perder el tiempo, ¿qué te parece si te vas e investigas un poco antes de seguir con la entrevista?

Tyler apretó los dientes. Había sido negligente y Zak tenía motivos para recriminárselo, pero eso no le daba derecho a ser grosero.

Al parecer, su famoso encanto era pura fachada. Y ese detalle la convenció aún más de que Zak Prince ocultaba una historia que merecía la pena; una historia que nadie había descubierto y que ella iba a descubrir.

–Eso no será necesario –Tyler lo miró directamente a los ojos–. Sé que la película se estrena el fin de semana… te lo he preguntado porque existe la posibilidad de que tengas otra razón para quedarte en Inglaterra.

Zak pensó que Tyler Wood tenía agallas. Y también mal carácter, por el brillo de enfado que apareció en sus ojos.

Pero no le sorprendió. Sabía que no se estaba mostrando amistoso con ella.

Sin embargo, él no tenía por qué facilitarles las cosas a los periodistas. Ni el hecho de que generalmente se las facilitara, significaba que estuviera obligado a hacer lo mismo con aquella mujer.

Además, Tyler Wood era diferente. Por algún motivo, le ponía nervioso y destrozaba su amabilidad general con los medios.

–Mañana voy a quedar a comer con el director de la película que empiezo a rodar la semana que viene –explicó–. Y no, no puedes venir conmigo.

Tyler entrecerró los ojos.

–Tu hermano me aseguró que tendría acceso completo a ti durante una semana.

Zak arqueó una ceja con humor.

–No me refería a ese tipo de acceso –puntualizó ella.