Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2012 Maya Banks. Todos los derechos reservados.

NO QUIERO QUERERTE, N.º 1866 - agosto 2012

Título original: Undone by Her Tender Touch

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

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I.S.B.N.: 978-84-687-0734-1

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

Capítulo Uno

No debería ponerla tan nerviosa organizar un catering para una pandilla de ricachones, pero Pippa Laingley quería que la fiesta en la nueva casa de su amiga Ashley Carter fuese perfecta.

Además, ¿por qué iba a estar nerviosa? Que la suma de las cuentas corrientes de los invitados fuera más elevada que la deuda nacional no tenía por qué hacerla sudar. Claro que estaba a punto de abrir su propio negocio y necesitaba que aquella fiesta fuera perfecta para que corriese la voz.

Suspirando, miró la inmensa cocina de Ashley por si faltaba algo… claro que faltaba. ¿Dónde estaban los malditos camareros?

En ese momento se abrió la puerta y apareció un chico que no podía tener más de veinte años.

–¿Dónde está tu uniforme?

–¿Qué uniforme?

–Camisa blanca, pantalón negro, zapatos brillantes… y el pelo bien cortado, por cierto.

–Lo siento, señorita. Me han pedido que viniera a última hora y pensé que todo lo que necesitara estaría aquí.

Pippa suspiró.

–¿Es la primera vez que trabajas de camarero?

–Sí –respondió el chico–. Iba a venir un amigo, pero ha tenido un problema a última hora y voy a hacer su turno.

Genial, pensó Pippa. Ella estaba esperando dos camareros y quien aparecía era un chico que no tenía ni idea. De modo que tendría que echar una mano.

Y ella pensando que tomaría una copa de vino con las chicas, hablando sobre lo bonita que era la nueva casa de Ashley…

Agarrando al chico del brazo, Pippa lo llevó hacia la escalera.

–Tienes que ponerte algo más adecuado.

Él parpadeó, sorprendido, pero se dejó llevar hasta la habitación de Devon. Pippa abrió el vestidor y buscó una camisa blanca y un pantalón oscuro.

–Desnúdate –le ordenó.

El joven se puso colorado.

–Pero…

Al escuchar un carraspeo, Pippa se dio cuenta de que no estaban solos.

–Tal vez debería volver más tarde.

Ella cerró los ojos, mortificada, al ver a Cameron Hollingsworth apoyado en el quicio de la puerta, mirándola con expresión burlona.

–No sabía que te gustasen tan jóvenes.

Pippa nunca había podido entender por qué aquel hombre siempre la pillaba con el paso cambiado.

Ella era una mujer inteligente, centrada, una persona seria. Nunca nadie la hacía sentir inferior, pero cuando se cruzaba con el amigo de Devon se sentía como una tonta.

Pero no iba a dejar que la afectase, de modo que le tiró la camisa y el pantalón y se dirigió a la puerta.

–Haz que este chico se vista. Le espero abajo en cinco minutos.

Cam parpadeó, sorprendido.

Ah, genial, por fin lo había dejado boquiabierto.

–¿Esta ropa no es de Dev?

–Sí, pero necesito un camarero y esto es todo lo que hay –respondió Pippa–. No pienso defraudar a Ashley y tú tampoco, así que ponte a trabajar.

Luego salió de la habitación y bajó al primer piso, sin esperar la respuesta de Cam.

Una vez en la cocina, colocó las bandejas y las copas de champán mientras mascullaba maldiciones, irritada por tener que servir a los invitados de Ashley.

Había pedido tres camareros y le habían enviado un universitario que necesitaba dinero para cerveza. Genial.

Un minuto después, el chico apareció y, para sorpresa de Pippa, casi parecía un profesional. La camisa y el pantalón le quedaban un poco grandes, pero tenía un aspecto limpio y presentable. Incluso se había peinado.

Pippa puso una bandeja con tartaletas de langosta en sus manos y lo empujó hacia la puerta del salón, donde Ashley y Devon estaban charlando con sus invitados.

Luego volvió a la isla y empezó a servir vino en las copas.

–¿Necesitas ayuda?

Pippa estuvo a punto de tirar el vino al suelo.

–¿Ayuda?

Cam asintió con la cabeza.

–Parece que te hace falta. ¿Cómo has podido hacer todo esto tú sola? Ashley debe estar loca para dejar que te encargues del catering.

Pippa lo miró, exasperada.

–Para tu información, los camareros no han aparecido. No es culpa mía, la comida es impecable. Solo necesito alguien que la lleve al salón.

–Creo recordar que acabo de ofrecerte ayuda –dijo Cam.

Pippa frunció el ceño. ¿Por qué tenía que ser tan guapo? ¿Por que no podía ser feo como un oso? ¿O calvo, por ejemplo? Aunque algunos calvos no estaban mal. ¿Y por qué no podía ella portarse de manera normal cuando estaba con Cameron Hollingsworth?

–Tú eres uno de los invitados y, además, esto no es lo tuyo. Estás acostumbrado a que te sirvan, no a servir a los demás.

–¿Y tú cómo sabes a qué estoy acostumbrado? –replicó Cam, tomando una de las bandejas.

Atónita, Pippa lo vio salir de la cocina con la bandeja en la mano y tuvo que suspirar, apoyándose en la encimera.

Cameron Hollingsworth era increíblemente guapo, sexy y arrogante. No debería gustarle, pero había algo en él que la volvía loca.

Lo había visto a menudo desde que Ashley se prometió con Devon Carter porque Cameron y Devon eran amigos y socios en un consorcio de hoteles de lujo. Siendo la mejor amiga de Ashley, Pippa había acudido a muchos eventos a los que también acudía Cam e incluso los habían sentado juntos en su boda. Y había sido un infierno estar tan cerca como para oler el aroma de su colonia y que él se mostrase totalmente indiferente.

Pippa suspiró de nuevo. Eso era lo que más la fastidiaba: Cam era un hombre guapísimo, pero no podía estar menos interesado en ella.

Tal vez no era su tipo, pensó. El problema era que no sabía cuál era el tipo de Cameron Hollingsworth porque nunca lo había visto con una mujer. O era un ermitaño o nunca salía con sus novias en público.

Pensando que estaba perdiendo el tiempo, Pippa tomó otra bandeja, respiró profundamente y entró en el salón con una sonrisa en los labios, esperando que sus dientes no estuvieran manchados de carmín.

Todos los invitados tenían copas de vino en la mano, de modo que Cam había hecho su trabajo a la perfección.

–Hola, Ashley. ¿Han llegado todos tus invitados?

–Deja de portarte como si fueras una camarera –respondió su amiga–. ¿Por qué estáis Cam y tú sirviendo copas y canapés? ¿Y quién es ese chico que lleva una camisa de Dev?

–No te enfades, Ash. No es bueno para el niño.

Ashley cruzó los brazos sobre su abultado abdomen.

–Te pedí que te encargases del catering porque necesitaba tu ayuda y también para que la gente viera que tu empresa de catering es estupenda, pero no querría que tuvieras que llevar bandejas. ¡Necesito a mi mejor amiga a mi lado, no sirviéndome canapés!

Pippa suspiró, ofreciéndole una tartaleta.

–Los camareros no han aparecido.

–¿Por qué?

–Ni idea, pero el único que ha aparecido es ese chico que lleva la ropa de tu marido. Así que solo cuentas con el guapísimo de los ojos azules, con el chico y conmigo.

Ashley hizo una mueca.

–¿Te refieres a Cam?

–Pues claro.

–Cam es muy guapo pero no sabía que te gustase.

Pippa no podía ni mirarlo sin ponerse colorada.

–La verdad es que no me importaría nada probar esos labios –murmuró.

Ashley soltó una carcajada.

–Vaya, vaya…

–¡No le mires! No quiero que sepa que estamos hablando de él.

Ashley se volvió hacia Cam, sin dejar de sonreír.

–¿Cómo has conseguido que te ayudase? ¿Los has fulminado con tus ojitos verdes?

–No tengo ni idea –respondió Pippa–. En realidad, se ofreció él y yo fue bastante antipática.

–¿Tú, antipática?

–Sí, yo.

Ashley le puso una mano en el brazo.

–Me llaman. Pip, no me preocupa tanto la comida como que mi mejor amiga esté trabajando toda la noche. Deja esa bandeja por ahí y sírvete una copa.

Pippa se cambió la bandeja de mano mientras miraba alrededor. Había demasiados clientes importantes como para perder esa oportunidad. Ashley se la había puesto en bandeja, literalmente, y no pensaba desaprovecharla.

–Luego te veo, tus invitados parecen hambrientos.

Antes de que su amiga pudiera responder, Pippa se alejó entre los invitados, sin dejar de sonreír.

–¿Estás loco?

Devon estaba mirándolo como si hubiera perdido la cabeza y Cam dejó la bandeja vacía sobre una mesa sonriendo al ver la expresión de su amigo.

–No es la primera vez que me preguntan eso.

–¿Estás haciendo de camarero?

–Pippa necesitaba ayuda y he pensado que eso haría feliz a Ashley.

Devon frunció el ceño.

–No me cuentes historias, no te creo.

Sin prestar atención a su amigo, Cam buscó a Pippa con la mirada. Se movía con tanta gracia entre los invitados que lo tenía hipnotizado.

Llevaba meses observándola. En realidad, le había gustado desde el primer día, aunque no habían sido presentados oficialmente hasta la tercera vez que coincidieron en un evento. Incluso entonces la había tratado como trataba a la mayoría de la gente, con fría amabilidad, pero estaba interesado en ella.

Pippa no lo sabía, pero desde ese día la observaba como un predador a su presa, esperando el momento adecuado. Y cuando llegara ese momento la llevaría a su cama y enterraría la cara en su sedosa melena oscura.

Casi podía sentir el roce de los mechones rozando sus dedos. La imaginaba sobre él, con la cabeza hacia atrás, la melena cayendo por su espalda mientras empujaba las caderas hacia delante una y otra vez…

Cam murmuró una palabrota cuando su cuerpo reaccionó ante tan erótica fantasía. Estaba en una fiesta en casa de Ashley y Devon y debería pensar en bebés, hogares felices, cachorritos y arcos iris, no en cuándo podría llevarse a Pippa a la cama.

Pero estaba seguro de que también ella se sentía atraída porque a menudo, cuando creía que no estaba pendiente, la había visto mirándolo. Y Cam disfrutaba de esas miradas robadas porque podía ver en sus ojos lo que sentía y estaba deseando hacerla suspirar de placer.

–¡Cam! ¿Me estás escuchando?

Él parpadeó, recordando que Devon estaba a su lado.

–¿No tienes que atender a tu mujer?

–¿Sabes que la miras con cara de tonto?

–No sé de qué estás hablando.

–Por favor… –Devon soltó una carcajada–. Ve a hablar con ella y luego iros a tu casa, hombre.

–No me importaría nada tenerla encerrada en mi habitación toda la noche.

Devon emitió un suspiro de impaciencia antes de darse la vuelta, pero Cam estaba demasiado ocupado observando a Pippa como para darse cuenta. Ella estaba buscando al chico con el ceño fruncido y no parecía muy contenta…

Pero cuando la vio dirigirse a la cocina, Cam tomó la bandeja y fue tras ella.

La encontró mascullando palabrotas que harían ruborizarse a un camionero y sonrió cuando amenazó con darle una patada en el trasero a todos los camareros que no habían aparecido esa noche.

–¿Dónde está el chico? –le preguntó.

Pippa se sobresaltó.

–¿Por qué haces eso?

–¿A qué te refieres?

–Siempre apareces sin hacer ruido. Me has dado un susto.

Él levantó las manos, en un gesto de inocencia.

–¿Y el chico?

–Ha desaparecido sin decir nada. ¡Ni siquiera ha devuelto la ropa de Devon y esa camisa costaba más que una bandeja de plata!

Cam le puso una mano en el brazo y Pippa se quedó inmóvil, conteniendo el aliento. No estaba equivocado, pensó, su piel era satinada. O hacía ejercicio o había tenido la suerte de nacer con un cuerpo fibroso. Pero estaba casi seguro de que hacía ejercicio porque parecía una chica disciplinada.

–Seguro que a Devon no le importará perder una camisa. Seguramente tendrá docenas como esa, todas exactamente iguales.

Pippa sonrió, pero enseguida dejó de hacerlo, mirándolo con expresión seria.

–Me alegra que te haga tanta gracia.

–No me ha hecho gracia. Lo único que me gustaría es estrangular a ese chico.

Cam pasó la yema del pulgar por su brazo y Pippa se quedó callada.

–¿Quieres que saque una bandeja de comida o prefieres que saque otra ronda de copas? Yo diría que saquemos unas cuantas botellas y dejemos que los invitados se sirvan solos. Tú y yo podemos circular entre ellos con bandejas de comida y ver cómo se emborrachan.

Ella lo estudió un momento, inclinando a un lado la cabeza.

–No sabía que tuvieras sentido del humor.

Cam enarcó una ceja, sorprendido por su sinceridad. Pero luego, sin poder evitarlo, soltó una carcajada.

Estaba tan cerca que el aroma de Pippa lo envolvía, manteniéndolo cautivo, y cuando apartó un mechón de pelo de su frente notó que era tan suave como había imaginado.

–Propongo que dejemos varias bandejas en el salón y nos vayamos a mi casa.

Ella abrió la boca como si fuera a decir algo, el pálido verde de sus ojos lo hipnotizaba.

–¿Es una proposición?

–Desde luego que sí.

–Imagino que puedes hacer algo mejor.

–¿Mejor?

–O propones algo mejor o me voy a mi casa. Sola.

Ah, cuánto le gustaba cuando se ponía gallita.

Cam tiró de ella, apretándola contra su torso mientras tomaba posesión de su boca. Y el mero roce de sus labios despertó un incendio en su interior. La deseaba desesperadamente.

Cuando por fin se apartó, los dos respiraban con dificultad.

–¿Qué tal si te llevo a mi casa y hacemos el amor toda la noche?

Pippa se pasó la punta de la lengua por los labios.

–Eso suena mejor.

Su voz ronca llegó directamente a la entrepierna de Cam y se dio cuenta de que iba a tener que controlarse para no hacerle el amor allí mismo, en la cocina de su amigo.

–Tú encárgate de la comida –le dijo–. Yo me encargo del vino.

Capítulo Dos

Cuando salieron por la puerta de atrás, Pippa recibió un golpe de viento helado en la cara y le soltó la mano para envolverse en el abrigo. Cameron volvió a tomarla por la muñeca para llevarla hacia su coche.

–¿Has venido en coche?

No, ella no tenía coche. Y tampoco tenía permiso de conducir, lo cual era un problema ya que necesitaba un vehículo para acudir a los eventos.

–No, Ashley envió un coche a buscarme.

Cam arqueó una ceja.

–¿Y cómo has traído todas esas cosas desde Nueva York?

–Solo pedí que me enviasen el vino, el resto lo he preparado aquí mismo. Ashley tiene una cocina estupenda –respondió Pippa. Y lo sabía bien porque era ella quien había llenado la despensa.

Cameron abrió la puerta del Escalade y prácticamente la empujó hacia el interior.

–Mi chófer te llevará de vuelta a la ciudad por la mañana.

Vaya, parecía dispuesto a librarse de ella incluso antes de haberse acostado juntos, pensó Pippa, molesta.

Cam subió al coche y arrancó a toda velocidad, aunque sabía que vivía cerca de allí. Medio kilómetro después se detuvo frente a una verja de hierro y esperó a que se abriera antes de acelerar de nuevo para subir por el camino.

Pippa no podía ver nada en la oscuridad. No había ninguna luz encendida en la mansión y no tenía un aspecto muy invitador. Se preguntó entonces si sería una monstruosidad como un castillo medieval o algo parecido. Había oído a Devon tomarle el pelo sobre «su cueva» y sentía curiosidad.

Antes de que llegaran a la casa las luces se encendieron de repente por control remoto.

Bajó del coche y sonrió cuando él le puso una mano en la espalda mientras entraban en una cocina que la hizo babear de envidia. Tenía un aspecto tan inmaculado que no parecía haber sido usada nunca.

Cameron la llevó al vestíbulo de entrada y cuando empezó a subir la escalera Pippa casi tuvo que correr para seguirlo.

Cuando llegaron al espacioso dormitorio principal estaba sin aire y, antes de que pudiese respirar, Cam tiró de ella para apretarla contra su torso y darle un beso que la dejó casi mareada.

–Eres tan preciosa… –murmuró–. Me vuelves loco.

Ella sonrió, satisfecha. ¿Qué mujer no se sentiría así al escuchar eso?

–Pero tenemos que hablar de un par de cosas antes de dejarnos llevar.

Aunque hablaba con calma, sus ojos brillaban de una forma que la hizo temblar. La deseaba, eso estaba claro. Nunca se había sentido devorada por la mirada de un hombre, pero así era como se sentía en ese momento.

–¿A qué te refieres?

–Hay cosas que deberías saber, cosas que tengo que dejar claro para que luego no haya malentendidos.

La curiosidad hizo que Pippa enarcase una ceja mientras se sentaba al borde de la cama y cruzaba primorosamente las piernas.

–Te escucho.

¿Pero qué podía ser tan importante como para detener un beso?

Cam se aclaró la garganta antes de decir:

–No estoy interesado en compromisos. Necesito que entiendas eso antes de acostarnos juntos. Esto es solo un encuentro casual. No te llamaré mañana…

–Muy bien.

–Y espero que te marches por la mañana. Mi chófer te llevará a la ciudad.

Pippa sonrió, pero estaba claro que eso era lo último que Cameron esperaba. ¿Qué pensaba, que iba a irse de su casa indignada?

Sin dejar de sonreír, se levantó para acercarse a él y pasó los dedos por los botones de su camisa.

–Si crees que yo quiero algo más, vas a llevarte una desilusión. Lo que quiero es sexo. ¿Puedes darme eso?

De inmediato vio un brillo de alivio en sus ojos azules. Pero cuando iba a besarla, Pippa se apartó.

–No tan rápido. Yo también tengo un par de cosas que decir.

–¿Ah, sí?

–Imagino que tendrás preservativos. O más bien, si no hay preservativos no habrá sexo, así de sencillo.

–Tengo preservativos –dijo Cam.

Pippa alargó una mano para tirar de su camisa.

–Entonces no tenemos nada más que decir –murmuró, buscando sus labios.

Cam experimentó una oleada de deseo que lo dejó mareado. Pippa era todo lo que había imaginado y mucho más. Era dulce, sexy, atrevida y estaba seduciéndolo en su propio dormitorio.

Le encantaba que fuese tan impaciente, tirando de su camisa para sacarla del pantalón. Estaba acostumbrado a ser el más activo en la cama, pero era muy excitante que fuese al revés.

Cuando empezó a bajar la cremallera de su pantalón estuvo a punto de perder la cabeza y tuvo que respirar profundamente, intentando controlar la descarga de adrenalina.