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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

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BELLA Y EL JEQUE, Nº 7 - junio 2011

Título original: Bella’s Disgrace

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-9000-366-4

Editor responsable: Luis Pugni

Imagen de cubierta: YUROK ALEKSANDROVICH/DREAMSTIME.COM

ePub: Publidisa

Inhalt

Introducción

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Promoción

arbol-genealogico

LA DINASTÍA BALFOUR

Las jóvenes Balfour son una institución británica, las últimas herederas ricas. Las hijas de Oscar han crecido siendo el centro de atención y el apellido Balfour rara vez deja de aparecer en la prensa sensacionalista. Tener ocho hijas tan distintas es todo un desafío.

Olivia y Bella: Las hijas mayores de Oscar son gemelas no idénticas nacidas con dos minutos de diferencia y no pueden ser más distintas. Bella es vital y exuberante, mientras que Olivia es práctica y sensata. La madurez de Olivia sólo puede compararse con el sentido del humor de Bella. Ambas gemelas son la personificación de las virtudes clave de los Balfour. La muerte de su madre, acaecida cuando eran pequeñas, sigue afectándolas, aunque

Zoe: Es la hija menor de la primera mujer de Oscar, Alexandra, la cual murió trágicamente al dar a luz. Al igual que a su hermana mayor Bella, le cautiva la vida mundana y tiende al desenfreno, siempre está esperando el próximo evento social. Su aspecto físico es imponente y sus ojos verdes la diferencian de sus hermanas, pero tras la despampanante fachada se oculta un gran corazón y el sentimiento de culpa por la muerte de su madre.

Annie: Hija mayor de Oscar y Tilly, Annie ha heredado una buena cabeza para los negocios, un corazón amable y una visión práctica de la vida. Le gusta pasar tiempo con su madre en la mansión Balfour, huye del estilo de vida de los famosos y prefiere concentrarse en sus estudios en Oxford antes que en su aspecto.

Sophie: El hijo mediano es habitualmente el más tranquilo y ésta no es una excepción. En comparación con sus deslumbrantes hermanas, la tímida Sophie siempre se ha sentido ignorada y no se encuentra cómoda en el papel de «heredera Balfour». Está dotada para el arte y sus pasiones se manifiestan en sus creativos diseños de interiores.

Kat: La más pequeña de las hijas de Tilly ha vivido toda su vida entre algodones. Tras la trágica muerte de su padrastro ha sido mimada y consentida por todos. Su actitud tozuda y malcriada la lleva a salir corriendo de las situaciones difíciles y está convencida de que nunca se comprometerá con nada ni con nadie.

Mia: La incorporación más reciente a la familia Balfour viene de la mano de la hija ilegítima y medio italiana de Oscar, Mia. Producto de la aventura de una noche entre su madre y el jefe del clan Balfour, Mia se crió en Italia y es trabajadora, humilde y hermosa de un modo natural. Para ella ha sido duro descubrir a su nueva familia y la desenvoltura social de sus hermanas le resulta difícil de igualar.

Emily: Es la más joven de las hijas de Oscar y la única que tuvo con su verdadero amor, Lillian. Al ser la pequeña de la familia, sus hermanas mayores la adoran, ocupa el lugar predilecto del corazón de su padre y siempre ha estado protegida. A diferencia de Kat, Emily tiene los pies en la tierra y está decidida a cumplir su sueño de convertirse en primera bailarina. La presión combinada de la muerte de su madre y el descubrimiento de que Mia es su hermana le ha pasado factura, pero Emily tiene el valor suficiente para salir de casa de su padre y emprender su camino en solitario.

PROPIEDADES DE LOS BALFOUR

El abanico de propiedades de la familia Balfour es muy extenso e incluye varias residencias imponentes en las zonas más exclusivas de Londres, un impresionante apartamento en la parte alta de Nueva York, un chalet en los Alpes y una isla privada en el Caribe muy solicitada por los famosos…, aunque Oscar es muy selectivo respecto a quién puede alquilar su refugio. No se admite a cualquiera.

Sin embargo, el enclave familiar es la mansión Balfour, situada en el corazón de la campiña de Buckinghamshire. Es la casa que las jóvenes consideran su hogar. Con una vida familiar tan irregular, es el lugar que les proporciona seguridad a todas ellas. Allí es donde festejan la Navidad todos juntos y, por supuesto, donde se celebra el baile benéfico de los Balfour, el acontecimiento del año, al que asiste la crème de la crème de la sociedad y que tiene lugar en los paradisíacos jardines de la mansión Balfour.

CARTA DE OSCAR BALFOUR A SUS HIJAS

Queridas niñas:

Lo menos que se puede decir es que he sido un padre poco atento, con todas vosotras. Han sido necesarios los recientes y trágicos acontecimientos para que me dé cuenta de los problemas que semejante descuido ha provocado.

El antiguo lema de nuestra familia era Validus, superbus quod fidelis. Es decir, poderosos, orgullosos y leales. Esmerándome en el cumplimiento de los diez principios siguientes empezaré a enmendarme; me esforzaré por encontrar esas cualidades dentro de mí y rezo para que vosotras hagáis lo mismo. Durante los próximos meses espero que todas vosotras os toméis estas reglas muy en serio, porque todas y cada una necesitáis la guía que contienen. Las tareas que voy a encargaros y los viajes que os mandaré realizar tienen por objetivo ayudaros a que os encontréis a vosotras mismas y averigüéis cómo convertiros en las mujeres fuertes que lleváis dentro.

Adelante, mis preciosas hijas, descubrid cómo termina cada una de vuestras historias.

Oscar

NORMAS DE LA FAMILIA BALFOUR

Estas antiguas normas de los Balfour se han transmitido de generación en generación. Tras el escándalo que se reveló durante la conmemoración de los cien años del baile benéfico de los Balfour, Oscar se dio cuenta de que sus hijas carecían de orientación y de propósito en sus vidas. Las normas de la familia, de las cuales él había hecho caso omiso en el pasado, cuando era joven e insensato, vuelven a cobrar vida, modernizadas y reinstituidas para ofrecer la guía que necesitan sus jóvenes hijas.

Norma 1ª: Dignidad: Un Balfour debe esforzarse por no desacreditar el apellido de la familia con conductas impropias, actividades delictivas o actitudes irrespetuosas hacia los demás.

Norma 2ª: Caridad: Los Balfour no deben subestimar la vasta fortuna familiar. La verdadera riqueza se mide en lo que se entrega a los demás. La compasión es, con diferencia, la posesión más preciada.

Norma 3ª: Lealtad: Le debéis lealtad a vuestras hermanas; tratadlas con respeto y amabilidad en todo momento.

Norma 4ª: Independencia: Los miembros de la familia Balfour deben esforzarse por lograr su desarrollo personal y no apoyarse en su apellido a lo largo de toda su vida.

Norma 5ª: Coraje: Un Balfour no debe temer nada. Afronta tus miedos con valor y eso te permitirá descubrir nuevas cosas sobre ti mismo.

Norma 6ª: Compromiso: Si huyes una vez de tus problemas, seguirás huyendo eternamente.

Norma 7ª: Integridad: No tengas miedo de observar tus principios y ten fe en tus propias convicciones.

Norma 8ª: Humildad: Hay un gran valor en admitir tus debilidades y trabajar para superarlas. No descartes los puntos de vista de los demás sólo porque no coinciden con los tuyos. Un auténtico Balfour es tan capaz de admitir un consejo como de darlo.

Norma 9ª: Sabiduría: No juzgues por las apariencias. La auténtica belleza está en el corazón. La sinceridad y la integridad son mucho más valiosas que el simple encanto superficial.

Norma 10ª: El apellido Balfour: Ser miembro de esta familia no es sólo un privilegio de cuna. El apellido Balfour implica apoyarse unos a otros, valorar a la familia como te valoras a ti mismo y llevar el apellido con orgullo. Negar tu legado es negar tu propia esencia.

Uno

Arena, arena y más arena.

Su padre no podría haberla enviado a un lugar más remoto ni aunque la hubiera lanzado en un cohete rumbo a la luna. Y si eso hubiera sido posible, sin duda ella habría firmado el cheque, pensó Bella con amargura mientras curvaba los dedos desnudos de los pies sobre la áspera arena del desierto y miraba hacia el inhóspito paisaje.

Pensándolo bien, tal vez estuviera en la luna. O tal vez en Marte, el planeta rojo.

¿Por qué un retiro en medio del desierto? ¿Por qué no un agradable spa en la Quinta avenida?

–¿Bella?

Ella gimió desesperada al escuchar su nombre. ¿Ya? Pero si apenas había amanecido…

Se dio la vuelta a regañadientes. Nada de aquello era culpa de quien la estaba llamando, se recordó. No sería justo descargar su ira y su frustración contra él.

–¿Tan pronto, Atif?

Atif estaba vestido con una túnica blanca cuya tela brillaba bajo el despertar del sol de Arabia.

–Yo medito antes del amanecer.

Bella contuvo un bostezo.

–Yo en cambio prefiero empezar el día con un café bien cargado.

–Puedes empezar mejor el día disfrutando de lo que te rodea –murmuró el anciano–. No hay nada más tranquilizador que ver amanecer en el desierto. ¿No te tranquiliza esta paz?

–¿Sinceramente? Me está volviendo loca.

Sin pensar en lo que hacía, Bella fue a echar mano de su teléfono móvil y entonces recordó que se lo habían confiscado, al igual que todos los demás aparatos que necesitaba para comunicarse con el mundo exterior. Se miró las uñas con desagrado. Si le dieran a elegir entre un café y una manicura, probablemente optaría por la manicura.

–¿Eres el dueño de este lugar?

–Sólo estoy de paso. Cuando esté preparado, seguiré mi camino.

–Yo habría seguido adelante a los dos minutos si hubiera podido. Llevo aquí dos semanas y siento que es una cadena perpetua.

¿Cómo podía su padre hacerle algo así? Por su culpa había perdido el contacto con todo el mundo. Y para colmo, en un momento en el que necesitaba desesperadamente consuelo.

El asombroso descubrimiento que había hecho dos semanas atrás la había dejado emocionalmente exhausta. La persona que era antes de aquella noche había desaparecido para siempre. Al igual que todo lo que había dado ingenuamente por hecho durante toda su vida.

Sintió remordimientos. No tendría que haber mirado. Al igual que Pandora, había levantado la tapa de la caja y ahora estaba pagando por ello.

–Permites que tus emociones se apoderen de ti como el halcón agarra a su presa –Atif la observó con la misma expresión tranquila que adquiría durante las sesiones que hacían juntos–. Estás enfadada, pero tu padre te ha enviado aquí por tu bien.

–Me ha enviado aquí como castigo por haberlo avergonzado –Bella se abrazó a sí misma, preguntándose cómo podía sentir frío en un lugar tan caliente y opresivo–. He avergonzado a toda la familia. He desprestigiado el apellido Balfour. Una vez más.

Pero nadie había pensado en qué había significado para ella todo aquel sórdido incidente. Y el hecho de que nadie hubiera tenido en consideración sus sentimientos acrecentaba su sensación de abandono.

Bella sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta al recordar todo lo que había sucedido la noche del baile de los Balfour. Quería saber cómo se sentía su hermana Olivia al respecto. Quería arreglar las cosas.

Se había portado mal y ella lo sabía. Pero estaba molesta. Herida. Y Olivia también le había dicho cosas…

–¿Puedo recuperar mi teléfono para enviar un mensaje de texto? –de pronto le pareció extremadamente importante ponerse en contacto con su gemela–. ¿O podría utilizar mi ordenador? Hace dos semanas que no reviso mi correo electrónico.

–Eso no es posible, Bella.

–¡Me voy a volver loca, Atif! La arena y el silencio forman una nefasta combinación –miró a su alrededor desesperada y centró su atención en un grupo de casitas bajas y blancas que había visto a principios de semana–. ¿Y qué me dices de esos establos que hay allí? ¿No puedo ir al menos a dar un paseo a caballo? Sólo durante una hora.

–No tienen nada que ver con El Retiro. Esos establos son propiedad privada.

–Qué lugar tan extraño para tener caballos –Bella observó a los guardias apostados en la entrada–. ¿Por qué necesita guardias un establo? Bueno, si no puedo tomar prestado un caballo, al menos podría recuperar mi iPod. Me relajo más fácilmente con música.

–El silencio es oro.

–Por aquí todo es oro –murmuró Bella frustrada mirando hacia la cambiante arena.

Una idea empezó a formarse en su mente. Una idea peligrosa y atrevida.

–Háblame de la ciudad por la que hemos pasado cuando veníamos hacia aquí.

–Es el feudo del jeque Al-Rafid, famoso por su rica herencia cultural.

–¿Tiene petróleo? –se forzó a iniciar una conversación banal, pero lo que en realidad quería preguntar era cuánto se tardaría en llegar allí y si tendrían banda ancha de Internet.

–Grandes reservas de petróleo, pero el jeque gobernante es un astuto hombre de negocios. Ha convertido en un centro de comercio lo que antes era una antigua ciudad del desierto. Los edificios del agua son tan modernos como los que encontrarías en Manhattan, pero unas calles más allá está la ciudad vieja con sus maravillosos ejemplos de arquitectura persa. El palacio de Al-Rafid es el más impresionante de todos, pero no suele abrirse al público porque es el hogar del jeque Zafiq y de su familia.

–Qué suerte tiene de vivir en una ciudad. Está claro que él también odia la arena.

–Al contrario, el jeque Zafiq ama el desierto, pero es un hombre educado y brillante que ha conseguido incorporar el progreso a un país muy tradicional. Nunca ha olvidado sus raíces. Una vez al año se permite una semana a solas en el desierto. Tiempo para reflexionar. Se trata de un hombre poderoso, algunos dirán que despiadado, pero también es plenamente consciente de sus responsabilidades.

Responsabilidad…

¿No había sido esa la última palabra que su padre le dijo antes de enviarla al exilio? Bella se revolvió incómoda y trató de apaciguar su conciencia.

–¿Y este jeque está casado y tiene ocho esposas y cien hijos?

–Su Alteza no ha escogido todavía esposa. Su historia familiar es algo complicada.

–Apuesto a que no es nada comparada con la mía.

–La madre del jeque Zafiq era una princesa muy querida por todo el mundo. Por desgracia, murió cuando él era un bebé.

–¿Murió? –Bella sintió como si le hubieran golpeado el pecho.

Así que había perdido a su madre de pequeño, como ella. Se sentía inclinada a averiguar más cosas de aquel jeque poderoso y despiadado, y olvidó que su primer objetivo había sido sencillamente descubrir la distancia que había hasta la civilización.

–¿Su padre volvió a casarse?

–Sí, pero él y su madrastra murieron en un accidente de coche cuando Su Alteza era un adolescente.

Así que había perdido a dos madres.

Bella observó cómo el sol se elevaba en forma de bola de fuego sobre las dunas, transformando el tono rojizo en un brillante dorado. Sentía una extraña afinidad con aquel misterioso jeque. Estaba allí, en algún punto entre aquellas montañas de arena. ¿Pensaría en la madre que nunca había conocido? ¿Habría descubierto cosas sobre ella que sería mejor haber dejado en secreto? ¿Estaría tan confundido como ella?

Bella deslizó las manos en los bolsillos de sus pantalones de algodón y se recordó a sí misma que los remordimientos no servían para nada. El pasado no podía deshacerse. En todas sus horas de forzada meditación, había un tema en el que se negaba a pensar.

Su madre.

Más adelante tendría que pensar en ella, pero por ahora estaba todo demasiado reciente.

–Entonces este jeque debía ser muy joven cuando empezó a gobernar el país.

–Sólo dieciocho años. Pero estaba educado para desempeñar esa tarea.

–Pobrecillo. Debió tener una infancia muy triste. Pero todo ese petróleo significa que es rico. Entonces ¿por qué no se ha casado? Supongo que es viejo y feo y no puede siquiera comprar una esposa.

–Su Alteza tiene treinta y pocos años y está considerado como un hombre extremadamente atractivo.

–Entonces ¿cuál es el problema? –Bella miró la lagartija que se deslizaba por la arena frente a ella.

–En algún momento se casará con la persona adecuada, no tiene prisa.

–¿Y quién podría culparlo? El matrimonio puede llegar a ser una pesadilla. Mi padre se ha casado tres veces. Su perseverancia es digna de admiración.

–¿Tu padre se ha casado tres veces?

–Se podría pensar que ya tendría que dársele bien, ¿verdad? –Bella se sacudió la arena de los brazos desnudos–. Ha practicado lo suficiente.

–Tienes que desprenderte de la ira, Bella. Eres demasiado apasionada.

–Así es –ella mantuvo un tono neutral–. Demasiado apasionada. Demasiado… todo. Si tuvieras hermanas, hermanastras, tres madres y un padre como el mío entenderías que no tenga tu calma. Nada perturba tanto como la familia. Excepto tal vez que te quiten el ordenador, el móvil y el iPod al mismo tiempo.

–Cuando la vida se muestra más exigente es cuando debemos buscar la paz interior. Tu propia habilidad para la reflexión pausada puede ser un oasis en medio de la tormenta de la vida.

–No diría que no a unos días en un oasis –aseguró Bella con aire ausente, inquieta por el efecto que las palabras de Atif tenían en ella.

Lo cierto era que envidiaba su calma. Ella la anhelaba, pero no sabía cómo conseguirla.

–Palmeras, agua para nadar. No tengo problemas con la arena siempre y cuando pueda verla desde una hamaca con un cóctel margarita en la mano.

Él inclinó la cabeza.

–Te dejaré para que reflexiones, Bella, y te veré a las nueve para la sesión de yoga.

–Yoga. Guau. Puede que la emoción me mate –Bella tenía una expresión neutral mientras le veía dirigirse hacia las tiendas, pero por dentro estaba bullendo de emoción.

Ya había tenido bastante.

No más meditación, no más desierto. Iba a buscar las llaves del Jeep y a salir de allí aunque tuviera que atar a alguien.

Estaba a punto de volver a El Retiro e iniciar la búsqueda de un medio de transporte cuando se dio cuenta de que los guardias habían desaparecido de la puerta del establo. Bella entornó los ojos y su mente funcionó a toda prisa mientras reajustaba sus planes. Nadie la conocía en los establos. Si entraba con la suficiente seguridad en sí misma, tal vez llegaran incluso a creer que trabajaba allí.

Dejándose llevar durante un instante por la fantasía de cruzar el desierto a caballo, pasó por delante de un cartel que decía Prohibida la entrada y se dirigió hacia los establos. En el centro del patio vacío burbujeaba una fuente, y Bella se dio cuenta ahora de que los establos eran sofisticados y muy grandes.

–El dueño de este sitio debe estar forrado –miró de reojo hacia atrás para ver si alguien se había percatado de su presencia, pero los establos parecían vacíos.

No había guardias. No había nadie. Bella miró a su alrededor con extrañeza. ¿Dónde estaba todo el mundo?

Sabía por experiencia que los establos eran lugares muy concurridos. Una yegua asomó la cabeza por la puerta de su cuadra y relinchó.

Bella se acercó a ella y le acarició el morro. El olor a heno y a caballo la tranquilizó como no lo había hecho la meditación.

–Eres un purasangre árabe –murmuró observándola con más detenimiento–. ¿Por qué guardaría alguien un caballo tan especial en este lugar tan apartado?

La yegua cabeceó contra ella y Bella estuvo a punto de perder el equilibrio.

–Estás harta de estar atrapada en este establo, ¿verdad? Conozco esa sensación. ¿Dónde está todo el mundo? ¿Por qué estás aquí sola?

La yegua se revolvió inquieta en la cuadra y Bella le murmuró unas palabras tranquilizadoras. Deseaba desesperadamente subirse a su lomo y cabalgar y cabalgar hasta dejar muy atrás sus pensamientos.

¿Y por qué no? ¿Por qué tomar un Jeep cuando podía ir cabalgando a la ciudad? No podía estar muy lejos. Recordaba el camino. Vagamente. Una vez allí podía hacer que devolvieran el caballo.

Con un poco de suerte, Atif estaría tan enfadado que se negaría a volver a verla.

–Después de esto va a tener que profundizar mucho para descubrir su paz interior –murmuró Bella mientras desataba a la yegua.

–Si quieres pasar una semana solo en el desierto, al menos permite que te acompañe la guardia, Zafiq.

–Si permito que me acompañe la guardia, entonces ya no estaré solo –señaló Zafiq con ironía–. Ésta es la única semana de mi vida en la que se me permite ser un hombre y no un gobernante. Te dejo a ti al mando, Rachid.

Su hermano menor palideció, claramente abrumado por la responsabilidad.

–¿No crees que deberías posponer tu viaje? Las negociaciones sobre el petróleo han llegado a un punto crucial. Esperan que rebajes tu oferta.

–Entonces se llevarán una desilusión.

–¿De verdad vas a irte en el momento más importante de la negociación? ¿Y si van a otro lado?

–No lo harán.

–Pero ¿cómo puedes estar tan seguro siempre de lo que tienes que hacer? –mientras se dirigían hacia los establos, su hermano le lanzó una mirada envidiosa–. Ojalá yo fuera tan inescrutable como tú. Nunca revelas tus emociones.

Al escuchar el furioso relinchar de un semental, Zafiq se acercó con decisión hacia el establo.

–No puede decirse lo mismo de mi caballo. Parece que está revelando sus emociones.

–Todo el mundo en las cuadras le tiene miedo.

Zafiq observó cómo el encargado de las caballerizas llevaba al furioso semental al patio. Al ver que el animal agitaba furiosamente las orejas, suspiró.

–Parece que Batal necesita un descanso tanto como yo –se dirigió sin vacilar hacia el caballo con su hermano siguiéndolo a escasa distancia.

–¿Te preocupas alguna vez por algo? –Rachid soltó las palabras como si llevaran bulléndole por dentro durante días–. ¿Te has sentido alguna vez como yo?

Zafiq reflexionó sobre aquella pregunta con una sonrisa en los labios. Podría haberle dicho a su hermano que su infancia no había sido más que un riguroso campo de entrenamiento para inculcarle el sentido del deber y la responsabilidad.

–La seguridad llega con la experiencia. Y yo he tenido experiencia de sobra –observó cómo Batal pateaba el suelo y dilataba las fosas nasales–. Dejadlo.

Los sudorosos mozos de cuadra se apartaron. Zafiq puso la mano en el cuello del animal y el semental se estremeció y se calmó.

–Caballos y mujeres –Rachid sonrió admirado–. ¿Cómo lo haces?

Zafiq ignoró la pregunta y subió a lomos del animal de un salto atlético.

–Volveré dentro de cinco días –agarró las riendas del inquieto semental–. Rachid, ésta es tu oportunidad para adquirir experiencia. No la desperdicies. Y trata de no empezar una guerra.

Sin darle a su hermano la oportunidad de hacer más objeciones, Zafiq permitió que el inquieto y expectante animal se lanzara hacia delante para cruzar las puertas abiertas que llevaban directamente del palacio al desierto.

–Estás tan impaciente como yo por salir de la ciudad –murmuró Zafiq disfrutando de la sensación de adrenalina que le proporcionaba la velocidad.