Cubierta

Francine Shapiro

Supera tu pasado

Tomar el control de tu vida
con técnicas de autoayuda
de la terapia emdr

Prólogo de Francisca García Guerrero

Traducción del inglés al castellano
de Miriam Ramos Morrison

Editorial Kairós

A mi querido esposo, Bob Welch

Sumario

  1.  
    1. Prólogo a la edición española de Francisca García Guerrero
  2.  
    1. 1. Con el piloto automático
    2. 2. Mente, cerebro y lo importante
    3. 3. ¿Es el clima o es el tiempo?
    4. 4. ¿Qué está controlando tu vida?
    5. 5. El paisaje oculto
    6. 6. Lo haría si pudiese, pero no puedo
    7. 7. La conexión entre el cerebro, el cuerpo y la mente
    8. 8. ¿Qué quieres de mí?
    9. 9. Una parte del todo
    10. 10. De estar estresado a estar mejor que bien
    11. 11. De vuelta a casa
  3.  
    1. Agradecimientos
    2. Apéndice A
    3. Apéndice B
    4. Apéndice C
    5. Apéndice D

Prólogo a la edición española

Supera tu pasado es un libro práctico, sencillo y a la vez científico, abierto a todo aquel que quiera “aprender” a dejar atrás su pasado. Ofrece muchas técnicas de autoayuda que todos los lectores pueden usar para mejorar sus vidas. A veces, aun habiendo intentado superar problemas y preocupaciones antiguas, comprobamos una y otra vez que “siguen ahí”. Otras veces nos vemos afectados por distintos problemas, sin darnos cuenta de las raíces que tienen en nuestra historia y en nuestras experiencias. Esta historia, estas experiencias, están en nuestro cerebro, en sus redes neurales.

Francine Shapiro, creadora del método EMDR, ya en el primer capítulo del libro nos ayuda a comprender con ejemplos sencillos cómo nuestro cerebro procesa la información emocional, y cómo este sistema innato y adaptativo se bloquea ante experiencias a veces aparentemente menores, pero que por distintos motivos “dejan huella”. Estos recuerdos bloqueados interfieren en nuestra vivencia del presente, en nuestras reacciones y en nuestro modo de funcionar, de formas a veces poco evidentes.

En el segundo capítulo, profundiza un poco más en el modo en que nuestro cerebro “bloquea” las informaciones externas e internas, cuando estas son vividas con mucho estrés. Nos explica cómo se descubrió el EMDR y aporta ejemplos de investigaciones que se están llevando a cabo para descubrir por qué funciona el EMDR y sus ventajas frente a otras terapias.

El capítulo 3 está dedicado a ejercicios sencillos y muy prácticos para observar los cambios corporales cuando traemos a la mente recuerdos que nos perturban y cómo podemos autorregularnos. Esto puede ayudarnos además a ser conscientes de cómo los recuerdos inconscientes no procesados pueden condicionar nuestras vidas.

En el cuarto capítulo, la doctora Shapiro ayuda al lector a explorar su pasado partiendo de su presente, con recursos sencillos, a la vez que nos enseña a identificar pensamientos y creencias disfuncionales, aprendidas a lo largo de experiencias vividas, y que han afectado a la manera en que nos sentimos con nosotros mismos.

Dedica el capítulo 5 al apego o modo en que nos hemos vinculado desde pequeños con los demás. Estas relaciones de apego temprano son fundamentales para el desarrollo del autoconcepto y del sentido de la responsabilidad.

Ahondando en la ansiedad y el miedo y su relación con el apego inseguro, el capítulo 6 nos ayuda a entender cómo y por qué se desarrollan los trastornos de ansiedad y cómo están relacionados con las creencias en la dimensión de falta de seguridad/peligro y la dimensión de falta de control/ poder.

El capítulo 7 nos ayuda a comprender la conexión entre cerebro, cuerpo y mente y su relación con los problemas psicosomáticos (dolor de miembro fantasma, fibromialgia, cefaleas, colon irritable, dermatitis, etc.) y los recuerdos no procesados. Nos da ejemplos de casos y nos describe técnicas de autoayuda que podemos utilizar.

El capítulo 8 aborda las relaciones interpersonales (problemas de pareja, de padres con hijos, de hermanos con hermanos, etc.) y cómo los recuerdos no procesados de cada miembro de la relación interfieren en la misma. Se abordan temas como las relaciones disfuncionales y destructivas, las dificultades en la intimidad, el no “creer” en el amor, el escoger parejas “equivocadas”… Nos habla también de las habilidades relacionales útiles y aporta recomendaciones para mejorar las relaciones.

El capítulo 9 trata de temas tan dolorosos, y desgraciadamente frecuentes en nuestra sociedad, como el maltrato a menores, la violencia doméstica, el abuso sexual, la adicción a sustancias y el inicio de conductas antisociales. Como en todos los capítulos, las explicaciones se ilustran con ejemplos de casos que nos muestran cómo el EMDR puede ayudar a superar estas problemáticas.

El capítulo 10, sumamente práctico, nos lleva de nuevo a la exploración del “paisaje oculto del inconsciente”. Se invita al lector a la exploración y el autocuidado personal a través del ejercicio, la alimentación y la autoconciencia. Se describen ejercicios para reducir el estrés, centrarnos, ensayar conductas de éxito y afrontar el futuro.

El último capítulo nos lleva a reflexionar acerca de la influencia de la cultura y la sociedad, de la humanidad de la que formamos parte. Nos habla de los retos de la enfermedad y la mortalidad, que son algo que todos los seres humanos tenemos en común, y se analizan también los aspectos de la espiritualidad. Por último, se exponen experiencias de algunas intervenciones de ayuda humanitaria promovidas por las asociaciones de EMDR.

Como resumen, creo que Supera tu pasado es ante todo un libro eminentemente práctico y útil, recomendado principalmente para el público en general, ya que además de ser sencillo, cuenta con muchos ejercicios que pueden ayudar a todo aquel que quiera superar en el presente, su pasado. El libro también es muy adecuado para profesionales que se están iniciando en el aprendizaje del abordaje terapéutico EMDR, ya que desde el modelo de procesamiento adaptativo de información repasa varias de las técnicas que se enseñan en los entrenamientos de EMDR. Da tantos y tantos ejemplos de casos, con cada una de las cosas que va explicando, que finalmente los conceptos acaban quedando muy claros y con una idea precisa de cómo aplicar ciertas técnicas de EMDR a los pacientes. También da herramientas para poder aplicarnos a nosotros mismos algunas de esas técnicas.

Es un libro muy interesante también para todos aquellos que se planteen explorar el EMDR como opción terapéutica. Da la oportunidad de familiarizarse con los términos y con la teoría que hay detrás del EMDR. Y explica gran cantidad de ejercicios que pueden ayudar a la persona a decidir si le resulta suficiente aprender a manejar sus emociones de forma más constructiva o si hay recuerdos no procesados que le están afectando hasta el punto de necesitar el apoyo de un profesional. Los lectores encontrarán técnicas de autoayuda que les permitirán comprender e identificar el origen de sus problemas. También hay técnicas detalladas que ayudarán a los lectores a cambiar sus pensamientos, emociones y conductas negativas.

Confío en que este libro va a ser una referencia de apoyo y autoayuda para muchas personas deseosas de superar sus problemas y recuperar las riendas de su vida. Un gran número de profesionales en España trabajan con esta terapia y muchas personas se han beneficiado del tratamiento con EMDR. Si alguien considera que necesita una ayuda más allá de lo que este libro puede aportar, en la página web de la Asociación Española de EMDR www.EMDR-es.org podrá encontrar profesionales formados en las distintas zonas del país.

Mi agradecimiento a Francine Shapiro por habernos brindado a todos, profesionales y no profesionales de la salud mental, este “regalo” de síntesis clara de lo que en un principio nació como técnica, luego fue modelo y ahora está siendo reconocido por la Organización Mundial de la Salud como uno de los abordajes más eficaces para el tratamiento de las consecuencias del estrés postraumático (TEPT) en adultos y niños.

No quiero dejar de mostrar también mi agradecimiento a la Asociación EMDR España, que ha hecho posible la traducción de este libro a través de una gran conocedora del EMDR y del idioma inglés, Miriam Ramos Morrison. Gracias

Y animo a los lectores, a través de este libro, a empezar a cuidar de sí mismos y a plantearse nuevas posibilidades para, como nos dice el título, superar el pasado y vivir el presente.

FRANCISCA GARCÍA GUERRERO

Presidenta de EMDR España

Entrenadora EMDR Europe

1. Con el piloto automático

¿Cuál es la razón que hace que una mujer inteligente y hermosa elija continuamente hombres que no le convienen y que cuando estos intentan poner fin a la relación acabe tirándose al suelo, agarrándose a sus piernas y suplicándoles que no la dejen?

Ben es un hombre de negocios de éxito, pero ¿por qué sufre ansiedad cuando tiene que hacer una presentación?

Stacey ha sido tratada durante años por diversos terapeutas, buscando entender por qué tiene sentimientos casi permanentes de pavor y miedo al abandono, así como un trastorno alimentario. Lo más curioso es que tiene imágenes recurrentes del color rojo y de una vela, sin ningún sentido para ella, pero que recuerda haber tenido desde siempre.

Curiosamente, hay una explicación sencilla para los problemas de estas personas, relacionada con el funcionamiento del propio cerebro. En este libro exploraremos tanto las razones del sufrimiento como aquello que podemos hacer con el mismo.

Por qué sufrimos

Lo cierto es que todos sufrimos en un momento u otro. En todo momento surgen situaciones que nos afectan de forma negativa. Sin embargo, el hecho de que sigamos sintiendo dolor mucho tiempo después de que haya tenido lugar la experiencia negativa, se debe a que el “cableado” de nuestros cerebros está influyendo en nuestras mentes. Lee la siguiente frase y simplemente nota lo primero que te viene a la mente:

Las rosas son rojas1

Lo más seguro es que lo primero que te haya venido a la mente sea: «Las violetas son azules». Para los nacidos en Estados Unidos, se trata básicamente del equivalente a la respuesta refleja que ocurre al golpear la rodilla. Esto es un concepto importante, ya que las respuestas mentales están basadas en reacciones físicas. Tu cerebro está programado para responder de la misma manera que lo hace el resto de tu cuerpo. Independientemente de la edad o del género, si se golpea tu rodilla de una cierta manera, tu pierna sufrirá una sacudida involuntaria. De igual modo, independientemente de tu intención, tu mente también reacciona de forma automática. Por ejemplo, ¿cuándo fue la última vez que escuchaste esta rima? Probablemente la aprendiste en la infancia, de modo que si no tienes niños pequeños, lo más que probable es que fuese hace muchos, muchos años. Sin embargo, la rima te vino a la cabeza de forma automática. Este tipo de respuestas automáticas pueden ser estupendas y muy útiles, y nos muestran el poder de nuestras mentes, pero no siempre nos son de utilidad.

Échale un vistazo a la frase misma. Tu respuesta a «Las rosas son rojas» no ha sido una evaluación crítica de su significado. Tu mente simplemente respondió, como si esto fuera cierto. Sin embargo, las rosas no siempre son rojas. También pueden ser amarillas, rosas, moradas y casi de cualquier color que puedas imaginar. Sin embargo, esa frase no analizada parece estar bien a primera vista. ¿Y qué pasa con la segunda frase? «Las violetas son azules». ¿Lo son realmente? No, ya que en realidad son violetas. Pero la frase aparecerá en tu mente independientemente de si esto es cierto o no. Ahora bien, lo más seguro es que la frase no te haya causado ninguna perturbación. Sin embargo, ese mismo tipo de respuesta automática también produce un amplio rango de problemas que perturban la felicidad, tanto de familias como de grupos más amplios. Los mismos procesos cerebrales y mentales que nos permiten reconocer una rima o cantar una canción que no hemos escuchado en veinte años son los que pueden, también, hundirnos en la miseria de la ansiedad, la depresión, el dolor emocional y a veces el dolor físico.

Esta rima para niños da aún más de sí. ¿Recuerdas la frase que viene después de «Las violetas son azules»? «El azúcar es dulce, al igual que tú». Un sentimiento encantador, que también viene a la mente de forma automática Ahora bien, como todos sabemos, mientras que el azúcar es definitivamente dulce, las personas son mucho más complicadas. Todo el mundo es una mezcla de dulce, amargo, así como cada sabor y variación que pueda existir sobre la faz de la tierra. En algún momento de la vida, todo el mundo puede sentirse enfadado, triste, celoso, resentido, dolido, inseguro, feliz o dulce. Y cuando nos sentimos así, actuamos de acuerdo con ese sentimiento. En un momento determinado apreciamos a la persona con la que estamos y nos la comemos a besos. Al día siguiente podemos explotar y gritarle, llenos de frustración. Así que, básicamente, parte de las cosas que hemos aprendido al crecer son ciertas, pero al igual que ocurre con otras experiencias que hemos tenido en nuestra infancia, otras cosas no lo son. A menudo, siendo niños, no somos capaces de notar la diferencia, y lo que vemos como verdad —como el creer que somos inferiores porque nos han maltratado o humillado, o pensar que somos responsables del divorcio de nuestros padres— son simplemente errores de percepción. Sin embargo, estas experiencias pueden tener efectos que aparecen de forma automática a lo largo de nuestras vidas, sin estar sujetas a nuestro control consciente.

Cada experiencia de nuestras vidas se convierte en una pieza de nuestro mundo interior, gobernando nuestras reacciones hacia todas las cosas y personas con las que nos encontramos. Cuando “aprendemos” algo, la experiencia se almacena físicamente dentro de redes de células cerebrales llamadas “neuronas”. Estas redes son las que conforman nuestra mente inconsciente, determinando la forma en que nuestro cerebro interpreta el mundo que nos rodea y dictando cómo nos sentimos en cada momento. Estos recuerdos incluyen experiencias que ocurrieron hace muchos años, sin que nuestra mente consciente se dé cuenta, con frecuencia, de que tengan impacto alguno sobre nosotros. No obstante, debido a que los recuerdos están almacenados físicamente en el cerebro, pueden escapar a nuestro control en respuesta a «las rosas son rojas», al igual que dan matices distintos a la visión que tenemos de cada nueva experiencia que nos ocurre. Estos recuerdos pueden hacer que nos sintamos poco atractivos cuando la realidad es diferente, o deprimidos cuando todo el mundo a nuestro alrededor está contento. También pueden hacer que nos sintamos con el corazón roto cuando alguien nos deja, aun cuando sepamos conscientemente que dicha persona es muy dañina para nosotros y que continuar la relación sería un grave error. Básicamente, muchos de los sentimientos y acciones que socavan nuestra felicidad son síntomas que nacen de este sistema de recuerdos formado por el inconsciente.

Tomemos el primer caso expuesto al inicio del capítulo:

¿Cuál es la razón que hace que una mujer inteligente y hermosa elija continuamente hombres que no le convienen y que cuando estos intentan poner fin a la relación acabe tirándose al suelo, agarrándose a sus piernas y suplicándoles que no la dejen?

Justine no tiene ningún problema encontrando novios. Su problema es conservarlos. A sus 25 años, elige normalmente hombres “arriesgados” a los que no es posible llegar emocionalmente. Una vez dentro de la relación, comienza a actuar de forma “pegajosa” y su novio termina por dejarla. Cuando esto ocurre, comienza a llorar histéricamente, arrodillándose y abrazándose a las piernas del hombre, rogándole que no la deje. A través de terapia se buscó la causa de este comportamiento, llegándose a un hecho ocurrido un domingo por la tarde, cuando ella tenía 6 años. Justine vivía con sus padres en una casa de dos plantas. Esa noche hubo una gran tormenta, lo que hizo que se asustase muchísimo. En su habitación de la planta alta, comenzó a llorar y a chillar llamando a su madre y a su padre para que viniesen. Sin embargo, estaban en la cocina en el primer piso, de forma que la tormenta ahogó sus gritos y no la escucharon. Nunca vinieron a rescatarla y acabó llorando hasta quedarse dormida.

¿Cómo puede ser que algo tan común como esto fuese la causa de sus problemas? Todos hemos pasado por fuertes tormentas en algún momento en nuestra infancia, pero tan solo algunos de nosotros seguiremos estando afectados de forma negativa por ello. Exploraremos las razones detalladas de esto en futuros capítulos. Por ahora es suficiente con saber que, cuando las reacciones y las conductas negativas en el presente pueden rastrearse directamente hasta un recuerdo anterior, definimos estos recuerdos como “no procesados”. Esto significa que están almacenados en el cerebro de modo que aún contienen las emociones, sensaciones físicas y creencias que fueron experimentadas anteriormente. Esa noche tormentosa, Justine estaba muy asustada y su creencia era que estaba en peligro. Sus padres no acudieron cuando les llamó llorando, lo que también le transmitió la sensación de que ellos la abandonarían si realmente les necesitaba. Este recuerdo, almacenado en su cerebro junto con el miedo intenso que experimentó a los 6 años, acaba siendo estimulado cada vez que un novio rompe con ella. Cuando llega a este punto, deja de funcionar como una mujer de éxito de 25 años y lo hace como una niña asustada de 6 años a la que han dejado sola en la oscuridad. Podemos ver la conexión, dado que la tormenta y las rupturas están asociadas con soledad y abandono. De esta forma, experimenta de manera inconsciente las rupturas como “estar en peligro”.

Todos experimentamos este tipo de conexiones todo el tiempo. Estas son, generalmente, la razón de todas las características que amamos u odiamos en nosotros mismos y en la gente que nos rodea. Estas conexiones son, simplemente, parte de la forma en que el cerebro funciona para darle sentido al mundo. Sin embargo, la identificación de las conexiones de la memoria es tan solo el primer paso para llegar a cambiar como pensamos, actuamos o sentimos. No es suficiente simplemente entender de dónde viene algo, sino que también es importante saber qué hacer con ello. A lo largo de este libro, exploraremos cómo identificar los recuerdos que subyacen a los problemas personales y relacionales, qué podemos hacer para ayudar a manejarlos nosotros mismos y cómo reconocer cuándo puede ser útil buscar ayuda profesional.

También exploraremos el funcionamiento de la mente —las intrincadas conexiones que forman nuestra consciencia— a través de historias ofrecidas por los más de 70.000 clínicos del mundo que practican un tipo de terapia llamada desensibilización y reprocesamiento por medio de movimientos oculares (EMDR). Esta terapia ha ayudado a millones de personas en los últimos veinte años, y muchas de ellas ofrecen informes detallados en este libro para ayudar a “desmitificar” el proceso de cambio. Tal y como muestra la investigación, incluso con una sola sesión de reprocesamiento usando EMDR pueden ocurrir grandes cambios. Los informes de los clientes nos ofrecen una “ventana al cerebro”, ya que las conexiones que hicieron responden a muchas preguntas sobre por qué reaccionamos al mundo de diferentes formas.

Los recuerdos no procesados que contienen las emociones, sensaciones y creencias negativas son el blanco de la terapia EMDR. Por medio de la activación del sistema de procesamiento de la información del cerebro (que explicaremos en el capítulo 2), los viejos recuerdos pueden llegar a “digerirse”. Esto significa que lo que es útil se aprende, lo que no es útil se descarta y el recuerdo se almacena de manera que ya no resulta perjudicial. Por ejemplo, el terapeuta de Justine se centró en la tormenta, junto con la emoción que sentía de estar sola y en peligro. Una vez que se procesó el recuerdo de la tormenta, las sensaciones infantiles de terror desaparecieron y fueron reemplazadas por sensaciones de seguridad y por la creencia de que, como adulta, podía cuidar de sí misma. Junto con esto, se resolvió el problema de los novios, ya que la nueva imagen de sí misma dio como resultado que eligiese de forma diferente en el terreno romántico. De todos modos, independientemente del número de recuerdos implicados, con este tipo de terapia estamos entrando en la mente “inconsciente” de la persona de un modo que permite que, en las sesiones de reprocesamiento, ocurran insights, conexiones y cambios de forma rápida.

¿Qué es la mente inconsciente?

Cuando la mayoría de la gente piensa en el inconsciente, piensan en el psicoanálisis y en películas que implican una visión freudiana de los conflictos psíquicos, los sueños y los gestos simbólicos. Desde la perspectiva psicoanalítica, para lograr insights y un dominio sobre las fuerzas que están fuera del campo de visión, hacen falta, generalmente, años de terapia hablada y análisis. Este tipo de terapia puede tener un gran valor, pero el trabajo de Freud fue publicado inicialmente en 1900 y muchas cosas han cambiado desde entonces. En el último siglo han habido nuevos avances en las tecnologías neurobiológicas que han expandido nuestra comprensión de lo que son realmente estas “fuerzas”. El examen del inconsciente con el que estamos lidiando en este libro está basado en el funcionamiento del cerebro mismo. A través de la comprensión de cómo las experiencias sientan las bases de nuestras reacciones emocionales y físicas, podemos determinar cómo han surgido nuestros “bloqueos” y respuestas mentales reflejas, así como qué podemos hacer con ellas.

Por ejemplo, tomemos el segundo caso:

Ben es un hombre de negocios de éxito, pero ¿por qué sufre ansiedad cuando tiene que hacer una presentación?

«Siempre recuerdo haber sentido ansiedad al realizar cualquier presentación delante de un grupo de personas. Me sudan las palmas de las manos, mi voz se vuelve impredecible, mi corazón late rápidamente y tengo pensamientos del estilo: “Soy un idiota, no puedo hacer esto. Todo el mundo me odiará”. A veces me sentía como si mi vida estuviese en peligro. Suena ridículo, pero es totalmente cierto. Durante mis estudios, hubo muchas ocasiones en las que tuve que hacer presentaciones en público. En mi vida profesional ha ocurrido lo mismo. Siempre he logrado superar esos eventos, pero no ha sido fácil. De hecho, he sufrido antes y después de cada una de las presentaciones, y repasaba concienzudamente cada detalle con mis seres queridos, los cuales, como imaginarás, no disfrutaban con ello. Daba igual lo que intentase, nada parecía resolver este problema. Probé muchos tipos de terapia. A veces parecía que mejoraba un poquito, pero la ansiedad siempre volvía con fuerza».

Ben comenzó terapia EMDR y utilizó diversos procedimientos que aprenderemos en este libro para identificar el origen de su problema y cambiar sus reacciones. Esto es lo que descubrió: «Resulta que la causa era algo que me ocurrió cuando tenía no más de 3 años y medio. Estaba caminando con mi abuelo en su granja, en el oeste de Carolina del Norte. Recuerdo estar mirando hacia arriba, como un niño muy pequeño. No recuerdo estar charlando con mi abuelo, pero si hacemos caso a lo que cuenta mi familia, lo más seguro es que sí lo estuviera haciendo. Nos encontramos con un desconocido en la carretera. Era viejo, encorvado y parecía enfadado, con muchos pelos saliéndole de la nariz. Con acento de la montaña, le dijo a mi abuelo: “Vaya, si yo tuviera un jovencito que hablase tanto como este, le ahogaría en el arroyo”. Me escondí detrás de los vaqueros de mi abuelo, miré de reojo los pelos de la nariz del hombre y me quedé callado. Sabía que a los gatitos a los que nadie quería los “ahogaban en el arroyo”. No parecía seguro charlar delante de desconocidos».

Así que el momento de terror de este chiquillo sentó la base de su problema. El recuerdo se almacenó en su cerebro y le condenó al fracaso: «Hice mi primer trabajo sobre un libro en tercero de primaria delante de mi querida señorita Kneenor, una profesora joven, hermosa e inexperta. Yo quería mucho a la señorita Kneenor y estaba muy orgulloso del hecho de que mi primer trabajo tenía tres páginas. Me había esforzado mucho para hacerlo. También había comenzado a tartamudear un poco, lo que duró seis meses, antes de desaparecer tan misteriosamente como había aparecido. Mis padres habían lidiado con mi tartamudeo bastante bien y yo no era consciente de estar acomplejado por ello. Soñaba despierto con las alabanzas de la señorita Kneenor diciéndome que había hecho un gran trabajo. En vez de eso, ella se quedó al fondo de la clase partiéndose de risa durante la exposición de mi trabajo. Mientras removía mis papeles, mi tartamudeo empeoraba, y pensaba: “Soy un idiota”. Dos años más tarde, me apuntaron en el último minuto para hacer un papel en una obra de teatro en el colegio. Estaba en la mitad del primer acto cuando me olvidé de mis frases. Me quedé en pie en medio del escenario paralizado de miedo. Pensé: “Todos me van a odiar. He arruinado la obra. Soy un idiota”».

Observa que Ben tenía esos mismos pensamientos en mente cuarenta años más tarde cuando necesitaba hacer una presentación en el trabajo: «Soy un idiota. No puedo hacer esto. Todo el mundo me va a odiar». Antes de la terapia EMDR no tenía ni idea de por qué pensaba y se sentía de ese modo. No tenía una imagen visual de la granja de su abuelo, o el trabajo sobre el libro, o la obra de teatro del colegio; simplemente tenía las emociones y los pensamientos que los acompañaban. Esto era una respuesta automática a un “disparador” externo, al igual que «Las rosas son rojas» da lugar a «Las violetas son azules».

Nada existe en el vacío. Las reacciones que parecen irracionales frecuentemente son exactamente eso. Pero que sean irracionales no quiere decir que no haya una razón para ellas. Significa que las respuestas vienen desde una parte de nuestro cerebro que no está gobernada por la mente racional. Las reacciones automáticas que controlan nuestras emociones vienen de las asociaciones neurales dentro de nuestras redes de memoria, independientes de nuestra capacidad de raciocinio. Por eso podemos mirarnos a nosotros mismos, asombrados, mientras hacemos algo de lo que sabemos nos arrepentiremos más tarde, o sentirnos atraídos hacia la gente equivocada, o sentirnos heridos por alguien a quien no respetamos, o gritarle a un ser querido sin razón alguna, o sentirnos incapaces de deshacernos de una depresión que aparece como resultado de algo aparentemente poco importante. Es irracional pero comprensible y, lo que es más importante: se puede arreglar. Si bien la genética desempeña un papel importante, en general la base del sufrimiento es la manera en que los recuerdos de las experiencias pasadas se almacenan en el cerebro, y esta puede cambiarse. Felizmente, los recuerdos almacenados de forma apropiada son también la base de la alegría y la salud mental. Más adelante, exploraremos más sobre cómo funcionan el cerebro y los recuerdos.

Estamos todos juntos en esto

Todos nos encontramos en un continuo de sufrimiento y felicidad, enfermedad y salud, familias que contribuyeron a nuestros problemas y familias que nos apoyaron y amaron. Del mismo modo, los tipos de experiencias que nos hemos encontrado van desde las típicas, tales como humillaciones infantiles, fracasos, rechazos y discusiones, hasta eventos importantes necesarios para diagnosticar un trastorno de estrés postraumático (TEPT), tales como accidentes graves, maltrato físico, sexual o emocional, guerras o desastres naturales. Además, para que alguien sea diagnosticado con TEPT, ha de tener síntomas como pensamientos intrusivos, alteraciones del sueño como pesadillas o sueños recurrentes, ansiedad, estados de “hiperactivación” en los que está extremadamente alerta ante el peligro y puede sobresaltarse con ruidos fuertes, o estados de “entumecimiento” en los que se siente apagado o desconectado. También intenta mantenerse alejado de recordatorios del evento, pero siguen apareciendo en su mente pensamientos al respecto.

Las personas con TEPT tienen, indudablemente, las experiencias negativas almacenadas en su cerebro de un modo que es intensamente perturbador. De este modo, cuando un veterano de guerra con TEPT piensa en un evento que le sucedió en Irak o Afganistán hace tres años, puede sentirlo en su cuerpo, con los pensamientos e imágenes que estaban presentes en el momento del evento. El veterano que volvió de la guerra de Vietnam puede pensar en algo que le ocurrió hace treinta años y experimentar lo mismo que entonces. Un marine que ha pasado por muchas campañas militares y ha sido testigo de muchas bajas puede quedar obsesionado con una muerte en concreto. Cuando piensa en ello, puede sentir la misma impotencia, el mismo dolor, la misma pena y la misma rabia que sintió en el momento. Y responde al mundo que le rodea con esas emociones.

Igualmente, para alguien que fue violado hace un año o sufrió tocamientos sexuales hace cincuenta años y sufre de TEPT, el pasado sigue presente. Cuando estas personas piensan en el incidente, pueden sentir como si estuviese ocurriendo de nuevo, o pueden sentirse asustadas, tristes y ansiosas cuando están cerca de ciertas personas o lugares. Pero independientemente de cuánto tiempo hace que ha sucedido algo, e independientemente de cuánto tiempo llevan ahí los síntomas, estos no tienen por qué ser permanentes. La investigación ofrece resultados claros al respecto. También es importante considerar que, aunque es necesario que haya ocurrido un trauma grave como robo o violencia para dar un diagnóstico formal de TEPT, diversos estudios recientes han demostrado que las experiencias diarias de la vida, como los problemas relacionales o el paro, pueden producir los mismos síntomas de TEPT y a veces incluso más graves.

Esto tiene implicaciones importantes para todos nosotros, al mostrarnos que no hay una clara separación entre tipos de eventos, así como no hay una clara separación entre síntomas. Todos hemos tenido la experiencia de sentirnos ansiosos, asustados, nerviosos o desconectados de los demás, de tener pensamientos que no podemos sacarnos de la cabeza, sentimientos de culpa o sueños perturbadores, de forma similar a aquellos que sufren de TEPT. A veces estas reacciones están basadas en situaciones actuales y necesitamos pensar sobre ello y conseguir la información necesaria para lidiar con ello. Para otros, los síntomas desaparecen cuando cambia la situación. Pero para muchos de nosotros estos sentimientos ocurren a menudo sin razón aparente. Esto suele ser una señal de que existen recuerdos no procesados subyacentes que los están causando. Estos recuerdos pueden ser identificados y tratados. Así pues, es útil recordar que cualquiera que sea la emoción, creencia o conducta negativa persistente que te haya estado molestando, esta no es la causa del sufrimiento, es el síntoma. La causa más probable es el recuerdo que hay por debajo. Nuestros recuerdos son la base tanto de la presencia de síntomas negativos como de tener una buena salud mental. La diferencia clave está en la manera en que los recuerdos están almacenados en el cerebro. Si no están procesados, pueden causar que reaccionemos de forma desproporcionada o que actuemos de manera que hagamos daño a los que nos rodean o a nosotros mismos. Si los recuerdos están “procesados”, somos capaces de reaccionar del modo que mejor nos convenga a nosotros y a nuestros seres queridos.

¿Por qué yo?

Aquellos de nosotros que fuimos criados por padres que no nos proporcionaron apoyo o que fueron abusivos tenemos una idea del tipo de experiencias que pueden estar generando algunos de nuestros problemas. Otros han leído historias de familias muy perturbadas e infancias desastrosas, y se dicen: «Ese no soy yo. Yo he tenido una buena familia, con lo que no tiene ningún sentido que me sienta como me siento». Sin embargo, a veces incluso con los familiares que más nos apoyan y que creen estar haciendo lo mejor para nosotros, podemos encontrarnos atrapados en una red de síntomas y dolor que no comprendemos. Y en ocasiones, la búsqueda de respuestas en terapia puede llevarnos por mal camino porque el terapeuta no tiene una idea clara de cómo funciona la memoria. Por ejemplo, echemos un vistazo a nuestro tercer ejemplo.

¿Por qué tiene Stacey sentimientos casi permanentes de pavor y miedo al abandono, así como un trastorno alimentario? Lo más curioso es que tiene imágenes recurrentes del color rojo y de una vela, sin ningún sentido para ella, pero que recuerda haber tenido desde siempre.

Stacey probó numerosos terapeutas durante años. Existen más de cien tipos diferentes de terapias, y cada terapeuta aporta una perspectiva personal, lo que también cambia la forma en que se aplica el tratamiento. A veces es difícil que las personas encuentren el tratamiento adecuado o el terapeuta adecuado. Además, las situaciones clínicas pueden ser complicadas, porque en ocasiones un evento de la infancia es tan perturbador que puede aplastar completamente la capacidad natural del cerebro para procesarlo, y o bien no se almacena en absoluto, o bien se deja totalmente de lado para que la persona no pueda recordarlo. Este era uno de los problemas de Stacey. Después de años de terapia, con pocos cambios en los síntomas, encontró a un terapeuta que intentó una serie de alternativas, pero que tampoco logró resultados. Ya que Stacey no tenía ni idea de dónde venían sus problemas y tenía problemas de abandono, problemas de intimidad, dificultades alimentarias, pánico y ansiedad, su terapeuta le dijo: «Realmente suena como si hubieran abusado sexualmente de ti». Además, como tenía imágenes recurrentes del color rojo y de una vela, sugirió que tal vez se trataba de abuso ritual porque esas imágenes cuadrarían perfectamente con las ceremonias de adoración satánica. Como puedes imaginar, esto aumentó notablemente su ansiedad. Durante dos años, exploraron la historia de su vida, buscando sin éxito recuerdos de abuso ritual.

Dado que continuaba sufriendo, Stacey probó con otro terapeuta, con el que aprendió sobre EMDR. Como no tenía recuerdos de nada que ella, de forma consciente, sintiese que estaba conectado a los sentimientos de pavor, ansiedad, miedo al abandono y a su trastorno alimentario, el terapeuta hizo blanco sobre aquellos síntomas que pudieran llevarle más directamente al recuerdo subyacente: la imagen del color rojo y la vela. Después de una preparación adecuada, ocurrió que, durante los procedimientos de procesamiento de recuerdos, surgieron imágenes de su infancia, donde se vio a sí misma con 5 años. Era su cumpleaños. Su padre le regaló una vela aromática para su habitación y luego se fueron en el coche a su fiesta de cumpleaños. Iban en el coche cantando juntos, cuando un vehículo se saltó un semáforo y chocó contra ellos; su padre perdió la vida. Al morir su padre junto a ella de camino a su fiesta de cumpleaños, los síntomas se vuelven comprensibles. Como se puede ver, de este evento pueden surgir fácilmente problemas alimentarios, problemas de abandono y ansiedad persistente.

Pero en ocasiones los recuerdos pueden ser engañosos, porque pueden ser simplemente imágenes que se ajustan a las emociones que sentimos. Por ejemplo, los niños pueden creer que algo malo les ha ocurrido porque oyeron una historia o vieron algo en la televisión. Pensemos en todos los niños que empiezan a tener pesadillas después de ver películas de miedo. ¿Estaba Stacey realmente en el coche cuando murió su padre? Ella sabía que su padre había sufrido un accidente de tráfico, pero no tenía ningún recuerdo de haber estado con él. No lo podemos saber a no ser que obtengamos confirmación. Llamó a su madre y le preguntó: «Mamá, ¿es cierto? ¿Estaba yo con papá cuando murió?». Ella le dijo: «Pues sí, querida, estabas con él, pero pensamos que no querías hablar de ello porque nunca lo mencionaste». Así que, aunque tenía una madre que la amaba y que quería protegerla y aunque no tenía recuerdos directos de la muerte de su padre, Stacey sufrió años de síntomas que parecían totalmente irracionales. Ahora finalmente tenían sentido. Y lo que es más importante, desaparecieron después de procesar el recuerdo.

Es importante recordar que no tenemos que sufrir un gran trauma como la muerte de un padre o un accidente de tráfico para desarrollar síntomas que duren años. Janice, por ejemplo, vino a terapia con un largo historial de haber tomado demasiados antiácidos. En ese momento, suponía un peligro para su vida porque los tomaba con tanta frecuencia que estaban prácticamente desgarrándole el estómago. Tampoco tenía ningún recuerdo de por qué había comenzado; solo sabía que se sentía aterrorizada de ponerse enferma del estómago. El terapeuta utilizó los procedimientos de EMDR que aprenderéis para encontrar el origen de estos sentimientos. Lo que Janice recordó era estar en primaria y que la niña que se sentaba a su lado en clase había vomitado. Intentando controlarse, la niña se puso una mano sobre la boca y el vómito salió de lado alcanzándole a Janice en el pelo. Ella salió corriendo de la clase sintiéndose muy nerviosa, humillada y sucia. Este era el recuerdo que estaba en la base del abuso de antiácidos. Después de reprocesar el recuerdo, dejó de sentir la necesidad de tomarlos.

Así que, si hay un síntoma, el mensaje es que normalmente hay alguna experiencia que lo ha causado o que está contribuyendo a su existencia. Algo ocurrió, tanto si lo recordamos conscientemente como si no. Aunque hemos terminado dependiendo mucho de las pastillas para sentirnos bien, muchas veces tan solo enmascaran los síntomas. La causa de estos problemas no estriba normalmente en una dificultad neurológica innata o puramente bioquímica. Por supuesto, nuestra composición genética desempeña un papel importante y puede dar lugar a que reaccionemos intensamente ante ciertas experiencias. A veces podemos heredar una predisposición a diversos estados vulnerables, como depresión o ansiedad. Sin embargo, aun en esto casos, son necesarias ciertos tipos de experiencias vitales para generar angustia. Fundamentalmente, nuestra composición genética se combina con nuestras experiencias, de modo que pueden hacer que nuestra vida se desarrolle con el “piloto automático”.

El otro mensaje es que simplemente porque los síntomas duren mucho tiempo o sean muy graves no significa necesariamente que haya habido un gran trauma. Incluso los eventos que son aparentemente menores desde una perspectiva adulta pueden ser la causa. En resumidas cuentas, desde el punto de vista de un niño, el evento se sintió como traumático en el momento y el recuerdo quedó bloqueado en el cerebro. Estas experiencias pueden haber ocurrido hace mucho tiempo, y puede que no reconozcamos cuánto nos han afectado realmente. Pero las emociones, conductas, creencias o sensaciones negativas que causan problemas crónicos generalmente pueden ser rastreadas hasta recuerdos no procesados. De esta manera, el pasado se mantiene presente. Este libro ofrecerá técnicas que pueden ayudarte a darle un sentido a tus síntomas e identificar su origen. También mostraremos maneras en las que puedes transformar tus pensamientos, sentimientos y reacciones, disminuyendo la angustia y aumentando la confianza y el bienestar.

Los objetivos de este libro

Hay miles de cosas que nos hacen ir en busca de respuestas, tanto en los libros como a través de la terapia. Alguna gente simplemente necesita información para lidiar con un nuevo evento en sus vidas. Otros reconocen que hay algo que les está bloqueando, viéndose forzados a hacer cosas que no quieren hacer, o son incapaces de hacer cosas que saben que les beneficiarían. Este libro trata de ayudarte a comprender “el porqué” en tu vida, y en la de los que te rodean. Más importante aún, también trata de comprender qué es lo que puedes hacer al respecto. Todos tenemos momentos de dolor e incertidumbre. No es una cuestión de si sufriré en algún momento de mi vida, más bien es, durante cuánto tiempo y de cuántas maneras. Algunos de nosotros somos capaces de superar rápidamente ciertos tipos de dolor, pero no otros. Algunos de nosotros somos felices, mientras que otros sienten felicidad en contadas ocasiones o no la sienten en absoluto. Este libro trata de ayudarte a comprender por qué somos quienes somos y a aprender qué podemos hacer con el dolor y las reacciones negativas que no nos sirven de ayuda. También trata de identificar y abrir los bloqueos ante los sentimientos de felicidad y bienestar. Por medio de la utilización de diversas técnicas, puedes decidir por ti mismo cómo tomar las mejores decisiones para tu futuro.

También quiero hacer hincapié en que, si bien es frecuente encontrarnos con que las experiencias de la infancia son la raíz de muchos problemas psicológicos, este libro no trata de “culpar”. Como niño en un mundo de adultos, todos hemos tenido experiencias de no tener el control, de ser ignorados o de sentirnos menos importantes que otras personas. En los próximos capítulos, exploraremos por qué los síntomas y problemas psicológicos se desarrollan en algunas personas y no en otras. Pero es importante recordar que todas estas cosas ocurrieron antes de tener elección o poder alguno. Como niños, no pedimos que nos ocurriese lo que nos ocurrió. Y cualquiera que haya sido el estilo de padres que hayamos tenido, nuestros padres son quienes son por sus propias experiencias de vida, incluyendo la forma en que los criaron. En resumen, si queremos echar culpas, generalmente tenemos que volver hacia atrás varias generaciones. Sin embargo, incluso los patrones negativos más duraderos pueden romperse. Como adultos responsables con suficiente información, tenemos el poder de tomar el control de nosotros mismos.

A medida que identificamos las fuerzas que rigen nuestras vidas, podemos comprender mejor lo que nos hace reaccionar y también comprender mejor a aquellos que nos rodean. Todos lidiamos con procesos y recuerdos inconscientes que rigen nuestros sentimientos y acciones. En última instancia, la pregunta es: ¿qué podemos hacer al respecto? Joe, por ejemplo, vino a verme porque, aunque era infeliz en su trabajo y se daba cuenta de que no encajaba bien, no era capaz de decidirse a cambiar de empleo. A medida que fuimos explorando sus emociones, dijo que siempre había tenido la sensación de «no puedo ir tras lo que quiero». Usando los procedimientos de EMDR, fuimos capaces de descubrir y procesar el recuerdo que estaba deteniéndole. Joe se recordó a sí mismo de niño jugando con una pelota en lo alto de las escaleras. Su madre le vio y le dijo que no bajase las escaleras. Pero la pelota bajó rodando y, en su excitación, corrió detrás de ella. Su madre fue detrás de él, le tomó del brazo y comenzó a azotarle: castigándole por ir tras lo que quería. Ese evento tan simple bloqueó los sentimientos negativos y la creencia conectada con estos sentimientos durante los siguientes treinta años.

Otra cosa que debemos tener en cuenta es que este no es un ejemplo que haga referencia a una infancia de maltratos. La mayor parte del tiempo, la madre de Joe era amable y cariñosa, pero reaccionó en base al propio miedo de que la desobediencia resultase en que él se hiciese daño. Su estilo de ser madre fue forjado por su propia experiencia. Simplemente fue un evento en la vida de Joe, pero los recuerdos individuales pueden quedar almacenados de tal manera que dejen las emociones, sensaciones físicas y creencias negativas intactas, independientemente de las demás cosas que ocurran en la vida de la persona.

Dado que los recuerdos forman la base de nuestras características de personalidad y de cómo respondemos en el mundo, exploraremos maneras de identificar estos recuerdos que pueden estar en lo más profundo del dolor, tanto emocional como físico. Los diversos capítulos de este libro también exploran problemas relacionados con la autoestima, depresión, ansiedad, adicciones, problemas de relación y educación de los hijos, problemas de trabajo, pérdidas e incluso enfermedades físicas. También aprenderemos técnicas específicas que puedes usar para lidiar con cada uno de estos problemas, así como directrices para saber cuándo necesitas más ayuda. Es importante recordar que, si bien los recuerdos no procesados son frecuentemente el origen de los síntomas y el dolor, los recuerdos procesados son la base de la salud mental. Utilizaremos esto para explorar asimismo algunos de los procedimientos que pueden aumentar tu sensación de poder personal, procedimientos que han sido utilizados por atletas olímpicos, entre otros, para lograr sus objetivos de rendimiento.

En resumidas cuentas, independientemente de cómo nos han criado, no somos víctimas y nuestros problemas no son un signo de debilidad. Algunos de los héroes más laureados, aquellos que arriesgaron sus vidas por los demás, que se enfrentaron con todo tipo de dificultades para salvar a otra persona, son los que más sufren internamente sin necesidad, por sentirse culpables por aquel a quien no pudieron salvar o aquello que no pudieron lograr. Cuando reconocemos que estamos limitados en nuestra vida, la pregunta para cada uno de nosotros es: «¿Qué hago al respecto?».