Título original: The Potion Diaries: Royal Tour

Publicado en Gran Bretaña por Simon & Schuster UK Ltd

© de la obra: Amy Alward Ltd, 2016

© de la traducción: Teresa Lanero, 2017

© de los detalles que acompañan el texto: Lehanan Aida, 2016

© de la presente edición: Nocturna Ediciones, S.L.

c/ Corazón de María, 39, 8.º C, esc. dcha. 28002 Madrid

info@nocturnaediciones.com

www.nocturnaediciones.com

Primera edición digital en Nocturna Ediciones: marzo de 2018

Edición Digital: Elena Sanz Matilla

ISBN: 978-84-16858-53-8

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Para Lofty: algún día, todos los días.

POCIONES

Elixir

CORONA

1

www.expedicionsalvajeadebate.com/foros/

LAFAMILIAKEMI

Bienvenidos a los foros de Expedición Salvaje a Debate, donde se recogen todas las discusiones de la red sobre las expediciones salvajes. Las reglas son sencillas: no se puede publicar de forma anónima, revelar información personal de ningún tipo ni adjuntar enlaces sin verificar. Las decisiones de los moderadores son inapelables. Gracias.

El equipo de moderadores de ESD

**NOTA PARA LOS NUEVOS MIEMBROS: Este subforo es exclusivamente para debatir acerca de la familia KEMI y su relación con la Expedición Salvaje. Cualquier publicación relativa a la CORPORACIÓN ZOROASTER, a la familia PATEL, a la familia CRUICKSHANK, a la familia MENZOA o a cualquier otro alquimista de Nova se trasladará al subforo correspondiente. Respete a todos los miembros del foro y DISFRUTE DE LA EXPEDICIÓN.**

63 341 lectores; 740 en línea

7506 publicaciones; 51 nuevas desde la última vista

[PUBLICACIÓN DESTACADA] AlquimiRox21 pregunta:¿Cuál es el mayor logro de la familia KEMI? Por favor, argumentad la respuesta con pruebas históricas.

563 respuestas

[Más reciente] Conspirador2561 dice: Coincido contigo, pero no creo que debamos obviar a Cleo Kemi. Puede que su diario desapareciera, pero (según fuentes fiables de la época) posee un amplio historial de pociones innovadoras.

[PUBLICACIÓN DESTACADA] CazaReliquias pregunta: ¿SAM KEMI tiene un Encargo Real? Tal vez haya algo más aparte de su amistad con la princesa…

398 respuestas

[Más reciente] Polvodehada3 dice: Aunque la estén ayudando, ¿no os parece que la princesa debería haberse casado ya? Toda la simpatía que sentía hacia ella tras la última Expedición Salvaje se ha evaporado cuando he visto que está poniendo en peligro al país por decisión propia.

[Nueva publicación] Kemiadicta88 dice: SAM KEMI aparecerá en Buenos días, Kingstown a las 8:00 con la princesa Evelyn y Zain Aster. ¡No os lo perdáis!

[Nueva publicación] CazaReliquias dice: ÚLTIMA HORA. Fuentes de Zambi aseguran que Emilia Thoth ha escapado de su celda mientras esperaba la celebración del juicio. (Nota a los moderadores: no duden en mover o suprimir esta publicación si la consideran irrelevante).

pocion

2

SAMANTHA

—¿Preparada?

La princesa Evelyn me aprieta la mano mientras salimos de la sala de maquillaje para ir al estudio. El decorado representa un acogedor salón con dos sofás de terciopelo rosa claro irisado, ligeramente enfrentados, separados por una mesita de madera de caoba, todo ello sobre una exquisita alfombra oriental de nudos. Si no fuera por el despliegue de cámaras frente a los sofás y por las luces brillantes, podría encontrarme en casa de alguien tomando el té. En casa de alguien muy rico.

Evelyn me suelta y le tiende la mano a la presentadora, que se acerca a saludarnos. Me seco el sudor de las palmas en el vestido de algodón. Ojalá me permitieran llevar vaqueros.

Infusión de camomila y valeriana: una poción calmante para relajar los nervios, estimular la confianza y aliviar la ansiedad.

¿Mi segundo deseo? Irme corriendo a casa y tomarme una poción calmante, aunque creo que ya es demasiado tarde.

La presentadora se vuelve hacia mí; juro que los ojos se le han convertido en estrellas después del breve encuentro con la princesa. Al mirarme parece deslumbrada, aunque tal vez sea yo quien no ve bien: me parece increíble que esté conociendo a gente que llevo viendo por la tele desde que tengo uso de razón. Su programa matinal forma parte de nuestra rutina diaria, tan reconfortante como una taza de café y un cuenco de cereales con nueces y miel. Salvo que ahora quieren entrevistarme. Bueno, a mí, a la princesa Evelyn y a Zain. Me imagino a mi familia apretujándose alrededor de la mesa de la cocina para ver bien la televisión. Es bastante descabellado.

—¡Me alegro de conocerte al fin, Sam! —dice la presentadora. De cerca tiene el pelo rubio más despampanante y los dientes más blancos que he visto en mi vida.

—Gracias por invitarme, señora Carter —respondo mientras procuro por todos los medios que no me tiemblen las manos.

—¡Llámame Annie! ¿Cómo te encuentras? ¿Estás nerviosa?

—Un poco, quizá… —digo, pero me interrumpe el presentador, Mike Evans. Mi primera impresión es de sorpresa: en persona es mucho más bajito de lo que parece en la pantalla. Le saco por lo menos una cabeza.

—¿Nerviosa? ¿La chica que se enfrentó a los enemigos de nuestro país y resultó vencedora? —Me da una palmadita en el hombro—. Imposible.

Alguien grita «¡treinta segundos!» desde detrás y todos nos apresuramos a nuestros puestos. Me colocan en uno de los sofás hecha un sándwich entre Evelyn y Zain, mientras los presentadores toman asiento frente a nosotros.

—Recuerda —me susurra Evelyn, inclinándose hacia mí—: concéntrate en los presentadores, no en las cámaras. Es una simple conversación. Sé natural. Y cruza las piernas por los tobillos, no por las rodillas.

Recoloco las piernas y antes de pensarlo oigo «tres…, dos…» y Mike se vuelve hacia la cámara más cercana para empezar con la presentación.

—La princesa Evelyn ocupó todos los titulares durante este año cuando cayó gravemente enferma y propició la primera Expedición Salvaje de Nova de los últimos cincuenta años. Después de una búsqueda del remedio trepidante y en muchas ocasiones peligrosa, la joven Samantha Kemi, una aprendiz de alquimista de Kingstown, ganó la Ex-pedición. Ambas nos acompañan hoy junto a Zain Aster, que quedó segundo en la Expedición con su padre, Zol Aster, presidente de la corporación ZoroAster. Alteza, antes que nada, ¿cómo se encuentra?

—Me alegra decir que ya estoy recuperada al cien por cien, gracias a mi amiga Sam —contesta la princesa Evelyn mientras vuelve la cabeza hacia mí. Está sentada en el sofá con la cabeza erguida con naturalidad y elegancia. Al darme cuenta, enderezo la columna para que no se me vea encorvada. Siento una punzada en los músculos de la espalda y los hombros. Mi posición natural es estar inclinada sobre un cuenco de mezclas —o sobre el portátil—, no tiesa como un palo delante de una cámara.

Mientras Evelyn y los presentadores siguen charlando, recorro el estudio con la mirada. Las luces que iluminan el sofá son tan brillantes que no puedo ver más allá de las cámaras sin arrugar los ojos. Pero sé que hacer muecas en directo en la televisión nacional tal vez no sea la mejor forma de presentarme, así que procuro poner una expresión más neutra.

Siento una ligera e insistente presión en el dedo gordo del pie y frunzo el ceño, pero entonces me doy cuenta de que Annie Carter me está mirando expectante, como esperando algo de mí.

Mi cerebro se pone a funcionar de repente. «¡Una pregunta! Me ha preguntado algo… —Pero no recuerdo qué. ¿Por qué no he prestado atención?—. Buen trabajo, Sam; estás a punto de hacer el ridículo en la televisión nacional».

—Elaborar pociones se le da mejor que contestar preguntas —bromea Zain mientras capta la atención de todos. Eso me da tiempo para que la pregunta regrese a mi conciencia. «Entonces, Sam, ¿qué vas a hacer con el dinero del premio?».

—¡Oh, vaya! —exclamo entre risas. Aunque detesto sonar tan forzada, todo el mundo sonríe para darme ánimos. Suspiro profundamente—. Una buena cantidad ha ido a parar al negocio familiar, la Tienda de Pociones Kemi. Otra parte la invertiremos en la educación de mi hermana y en la mía, y en la jubilación de mis padres…

Mike se echa a reír.

—¡Qué serio todo! Venga, dime algo más divertido, algo que te hayas comprado. —Se inclina hacia mí como si fuéramos conspiradores y yo estuviera a punto de revelarle un secreto. Un secreto que oirán millones de personas.

Hago un gesto dubitativo mientras intento pensar en algo muy disparatado que haya hecho con el dinero, pero, aunque suene irónico, no soy muy dada a las excentricidades. Por mí, me lo habría gastado todo en libros.

—Bueno, voy a comprarme un vestido carísimo para ir a un baile…

—Pero no un baile cualquiera —interrumpe Evelyn—. Sam me va a acompañar en la Gira Real y eso incluye el baile anual de Laville, en Pays. ¡La mayor fiesta del año, ni más ni menos!

—¡Qué glamour! —musita Annie con admiración—. Deduzco entonces que, ahora que ha amainado todo el alboroto sobre la Expedición Salvaje, seguiréis siendo amigos.

—Claro que sí, siempre seremos amigos —interviene Zain—. Una experiencia como la Expedición te cambia. No puedes pasar por algo así sin volverte más fuerte. —Coloca la mano encima de la mía y siento que se me suben los colores.

—Me parece a mí que vosotros dos sois más que amigos —añade Mike con un guiño exagerado.

No quiero pensar en el color que tendrá mi cara en este momento. Probablemente parezca una remolacha.

—Aparte del premio en metálico, parece que has ganado un novio y una íntima amiga, la princesa —observa Annie con una risita—. ¿Qué más te ha aportado la Expedición, Sam?

Me paro a pensar un instante. Me viene a la mente una respuesta, pero no sé si debo decirla. Aunque ¿cuándo voy a tener una oportunidad como esta? Me revuelvo en el asiento y lo suelto antes de arrepentirme:

—Bueno, Annie, también he ganado respeto por demostrar lo increíbles que podemos ser los corrientes. Como crecí sin poderes mágicos, siempre he creído que los corrientes teníamos limitaciones en comparación con los dotados, pero ya no lo pienso. Mira mi bisabuela. Yo no tenía ni idea de que fuera la primera mujer en escalar el monte Hallah hasta que vi allí su foto.

—Eso es impresionante —reconoce Annie, y arquea las cejas. Ella es dotada, puede canalizar la magia, pero no parece ofendida por mi afirmación—. ¿Tu familia no te lo había contado?

Me encojo de hombros.

—Ellos tampoco lo sabían. Sin embargo, en aquella época mi bisabuela era la mejor alquimista del mundo. Gran parte de su vida es un misterio.

—Pero no es un misterio que perdiera la Expedición, ¿verdad? —comenta Mike con una sonrisa traviesa.

Asiento ligeramente con la cabeza sin abrir la boca. A mi familia no le gusta recordar esa parte de la historia y me niego a dar pie a que saque el tema.

Mike continúa:

—En fin, el hecho de que Zoro Aster ganara aquella Expedición Salvaje ¿no lo convirtió en mejor alquimista que ella?

Se me vuelve a encender la cara, pero ahora no es por vergüenza.

—¡Mi abuelo dice que ella creó la poción más potente que jamás se ha elaborado! Si no hubiera perdido su diario, el mundo sería completamente distinto.

—Estoy seguro de eso —añade Mike sin esconder su escepticismo—. Zain, ¿no es cierto que tu familia creó la corporación ZoroAster gracias a que ganó a los Kemi?

Evelyn interviene, tan diplomática como siempre:

—De rivales a amigos… ¡Es sorprendente cómo cambia todo al cabo de unas cuantas generaciones!

Una brillante luz roja que parpadea sobre la cámara me salva de decir cualquier exabrupto del que sé que me arrepentiría. Es la señal de los presentadores para dar paso a la publicidad.

Con mucha naturalidad, dirigen su atención a la princesa para concluir la sección. Ella está magnética, con su vestido amarillo claro y sus rizos rubios perfectos rematados en las puntas con un hechizo dorado brillante. Es el peinado de moda y a los medios de comunicación les encanta.

—¿Tiene ganas de que empiece la Gira Real, princesa? —pregunta Mike.

—No veo la hora. Y con mis dos mejores amigos a mi lado…, no podría pedir más.

—Nuestros mejores deseos para el viaje —exclama Annie—. ¡Y que tengas suerte para encontrar el amor verdadero esta vez!

—A continuación, damos paso a Helen, que nos hablará del tiempo y el tráfico locales…

pocion

3

SAMANTHA

—¿Lo que ha pasado es real? —digo antes de soltar un gran gruñido.

Nos trasladan del saloncito a la sala verde. Antes no estuve en esta sala porque llegué tarde y me llevaron directamente a maquillaje. Aunque me esmeré con la raya del ojo, no era suficiente para aparecer en las noticias nacionales.

Ahora que estamos cómodos y a salvo en la sala verde (compruebo decepcionada que ni siquiera es de ese color), Zain tira de mí para besarme.

—Has estado fabulosa —musita.

—No.

—Oye, ¡al menos lo has hecho! Al ver que a las siete todavía no habías llegado, pensé que no aparecerías —comenta sin alejar la cara. Luego se deja caer en un sofá rojo chillón y me arrastra con él.

—Me quedé dormida; anoche tuvimos una emergencia en la tienda —explico, y me encojo de hombros—. Vino alguien pidiendo una mezcla urgente para hoy y me pasé toda la noche preparándola con mi abuelo.

—¿Te encuentras bien, Sam? —pregunta Evelyn mientras indica a su ayudante que se vaya. Luego cierra la puerta para que estemos los tres solos.

—Creo que acabo de sacar a la luz un montón de viejas historias sobre los Kemi y que eso sólo va a servir para que nos echen barro encima de nuevo. Los foros van a flipar.

Evelyn frunce el ceño.

—Yo no creo que haya estado taaaan mal… —Su tono no me tranquiliza lo más mínimo.

—Recordadme que no vuelva a salir en directo en la tele nunca más —digo. Tengo el estómago revuelto y no puedo evitar este runrún en la cabeza, como si hubiera revelado un enorme secreto familiar. Es la misma sensación que me entra cuando he olvidado hacer algo importante que me pidió el abuelo y sé que me espera un buen sermón al llegar a casa. Tengo que ver la entrevista lo antes posible, aunque cabe la posibilidad de que me muera de vergüenza.

—Bueno, ¡ya está bien de preocuparse! ¡Este era nuestro último compromiso con los medios por la Expedición Salvaje! —Evelyn choca la mano conmigo y con Zain.

Desde que la Expedición terminó, esto ha sido un torbellino de periodistas, entrevistas y sesiones de fotos. No habría sido para tanto si sólo le interesáramos a Nova, pero la historia parece que ha trascendido al mundo entero. No estoy acostumbrada a esta vida. La única vez que me he sentido tan observada fue cuando mi mejor amiga, Anita, me estuvo dando la brasa con los chicos; en concreto, con Zain. Menos mal que empiezan las vacaciones de verano. Espero que cuando volvamos al instituto, dentro de un mes, todo se haya calmado y pueda regresar a mi vida normal y aburrida.

—Por favor, Sam, dime que estás lista para la Gira. —Evelyn se encuentra de espaldas a la puerta, de pie. Advierto que alguien ha colocado una chaqueta sobre el único espejo que hay en la sala. La princesa sigue sin poder mirarse en los espejos desde que se tomó la poción amorosa por accidente y se enamoró de su reflejo, lo cual desencadenó la Expedición Salvaje.

—Pueees…

—¡Sam! —exclama con un deje de exasperación en la voz.

—¿Qué? ¡Todavía tengo una semana! Además, he estado ocupada… ¡Hemos estado ocupados! —añado a toda prisa, y le lanzo una mirada a Zain. Él pone cara de asombro, pero percibo una ligera sonrisa en la comisura de sus labios: no le molesta que le involucre en este asunto. Recoge la mochila y me la pasa. Busco dentro y saco un gran mapa que extiendo sobre mis rodillas—. He estado investigando un poco y hemos llegado a la conclusión de que el área de crecimiento de la flor arca amarilla más potente se halla cerca de Kingstown. Mientras te preparas para tus obligaciones de princesa, Zain y yo iremos a buscar el ingrediente.

—¿Y eso ayudará? —inquiere Evelyn.

—Sin duda —responde Zain—. Según el estudio de Sam, es la mejor alternativa del mundo, sintética o natural, para potenciar la fórmula.

Le lanzo a Evelyn una mirada inquisitiva.

—¿Cuánto dura la dosis ahora?

Se gira y traga saliva.

—He tenido que despertarme en mitad de la noche para tomar otra dosis.

—¿Por la noche? —Echo un vistazo a Zain, que está haciendo el cálculo con los dedos. En la tienda de mi abuelo hago ese tipo de cálculos continuamente para los clientes—. Eso significa que estamos por encima de una dosis cada cuarenta y ocho horas. —Me levanto y agarro a Evelyn de las manos. Entonces me doy cuenta de que está temblando—. No te preocupes, la potenciaremos.

Ojalá sea verdad. La poción que intentamos elaborar es tan única como la persona a la que va destinada y tan original que ni siquiera tiene aún nombre. Aunque llamarla «reto» sería quedarse corto. La princesa Evelyn, con sangre real corriendo por sus venas, es una dotada inmensamente poderosa, tanto que no necesita objetos, como una varita o un par de guantes, para controlar su magia. El uso de la magia es tan natural para ella como respirar. No obstante, desde que cumplió dieciocho años su magia ha crecido tanto que amenaza con desbordarse. Nuestra poción la ayuda a controlarla, pero la solución tradicional sería casarse para compartir su magia con su pareja. Según las antiquísimas leyes novanianas, necesita encontrar marido… cuanto antes.

Ella asiente con la cabeza.

—Sé que lo haréis. —Aparta sus manos de las mías y baja la mirada hacia el delicado reloj de oro rosa que luce en la muñeca—. Tengo que volver a palacio…

Zain alza una ceja.

—¿De verdad? Pensé que te quedarías más tiempo en la ciudad. —Se vuelve hacia mí para explicarse—: Normalmente, cuando permiten que salga de palacio no hay manera de hacerla regresar. Palacio o prisión, ¿no es así, Evie?

Ella esboza una sonrisa débil.

—Exacto: palacio o prisión. No quiero que me dé uno de mis ataques mientras estoy aquí. Y además… —Se le apaga la voz, aunque se le sonrojan las mejillas. Es raro ver a Evelyn perder la compostura.

—Vale, Evie. Desembucha —digo.

—No habrán vuelto a colocar espejos en tu habitación, ¿verdad? —pregunta Zain. Le doy un golpecito en el brazo mientras me vuelvo a sentar. La mirada soñadora de Evelyn se vuelve feroz.

—Muy gracioso. No; por si no lo sabéis, he conocido a alguien. O más bien, se trata de alguien que ya conocía, pero a quien ahora veo con otros ojos. —Su rubor se acentúa mientras habla.

—¡Qué bien, Evelyn! ¿Lo conocemos? —inquiero. No soy muy dada a los cotilleos, pero la posibilidad, aunque sea remota, de que la princesa se haya enamorado es demasiado emocionante.

—Bueno, ¡pues problema resuelto! ¡Puedes casarte con él! —exclama Zain—. ¡Ay! —Me mira después de que le dé otro golpecito—. ¿Qué pasa? Si ha encontrado a alguien que le gusta, ¿qué problema hay? Mejor eso a que se case con cualquier príncipe imbécil de vete tú a saber dónde.

—Que le guste alguien no significa que le quiera. No tiene que casarse con una persona sólo porque le guste, no estamos en la Edad Media. ¿Qué pasa si resulta ser un idiota?

Evelyn se echa a reír.

—Gracias, Sam, mi gran defensora. Aunque Zain tiene razón en una cosa: si fuera la persona adecuada, me casaría con ella. Pero, por desgracia, se trata de alguien corriente.

—Oh —decimos Zain y yo al unísono.

—Así que tendrá que ser algún príncipe imbécil —anuncia con melancolía.

Sacudo la cabeza.

—No, no hay derecho. Tiene que haber algún modo de cambiar esa ley antediluviana. —Me quedo callada un momento y busco en la mochila mi diario de pociones—. Tengo una teoría.

—Adelante… —dice Evelyn con los ojos como platos.

—Es algo bastante difícil. Además, el matrimonio es una solución tan simple que no creo que jamás se haya investigado a fondo una alternativa, pero tiene que haber una forma de desviar el exceso de poder y almacenarlo de manera permanente, como una especie de batería mágica.

—¿Crees que podrías hacer algo así?

Encojo los hombros.

—Quizá. Quiero intentarlo.

—¡Oh! ¡Gracias, gracias, gracias! —Antes de que pueda moverme, me abraza con fuerza—. Eres una estrella. Ahora me tengo que ir. ¿Nos vemos mañana?

—Sí, nos vemos —contesta Zain a mi lado.

—Hasta mañana —me despido. Ella vuelve a abrazarme con más fuerza y me da dos besos. Luego, con un crujido eléctrico que se mezcla con su perfume de rosas, desaparece. Todavía no me he acostumbrado a ese truco. Cada vez que desaparece, pienso en lo diferente que somos. Yo soy corriente y ella, una dotada excepcional.

Me giro hacia Zain y, ahora que estamos solos, no puedo evitar sonreír. No me está mirando —está pendiente de la pantalla de su tableta—, pero tiene ese gesto adorable de morderse el labio inferior mientras está concentrado. Le han peinado su habitualmente alborotado pelo negro, aunque sólo un poco.

Se trata de «un encanto travieso», así es como lo describió mi madre después de que Zain asistiera a su primera cena con los Kemi.

Su voz grave me saca de mi patético embeleso:

—Tienes razón, Sam.

—Como siempre —digo con una sonrisilla de satisfacción—. ¿Por qué tengo razón esta vez?

Le da la vuelta a la tableta. Gruño en cuanto veo la página que tiene abierta y levanto la mano para apartarla.

—¡No! ¡El foro de Expedición Salvaje a Debate! ¡Creí haberte pedido que no lo consultaras más!

He puesto un bloqueo en mi portátil para evitar mirarlo. Tras ganar la Expedición Salvaje, la gente no paraba de hablar por Internet de mí y de mi familia; analizaban todo lo que hacíamos y me resultaba imposible no consultarlo. Estaba enganchada y actualizaba la página sin parar para leer las nuevas publicaciones en cuanto las escribían.

En una ocasión, llamé llorando a Zain en mitad de la noche porque habían insultado a mi padre (¡qué culpa tendrá él de que el gen de los Kemi se saltara una generación!). Esa fue la gota que colmó el vaso y ahí se acabaron los foros para mí. Me siento orgullosa de llevar casi dos semanas sin mirarlos, aunque ahora estoy un poco molesta con Zain por haberme obligado a romper ese exilio voluntario.

La verdad es que me asustó lo descabelladas que eran algunas de las teorías que allí se exponían, aunque lo que más miedo me daba era que a veces se aproximaban mucho a la realidad. Como el caso de la publicación sobre el Encargo Real. Estaba fija al principio, de manera que no pude pasarla por alto. Se suponía que la poción de la princesa era de alto secreto, incluso desde palacio. ¿Cómo lo averiguaron? Igual de irritante fue lo que escribieron sobre Zain y sobre mí. Ya es bastante complicado empezar una relación como para encima tener a miles de usuarios anónimos observándote.

—Pero te va a gustar ver esto.

Suspiro y me pasa la tableta.

[Nueva publicación] CazaReliquias dice: ¿Alguien ha visto a Sam en el programa GMK? ¿Qué ha querido decir cuando ha hecho referencia a la «poción más potente jamás elaborada» de Cleo Kemi?

64 respuestas

—¿Sesenta y cuatro respuestas? —digo, incrédula—. Sólo han pasado… ¿diez, quince minutos desde que salimos de antena?

—Ya sabías que pasaría algo así. —Se acerca para recuperar el aparato, pero me levanto para impedírselo. Abro el hilo de respuestas y examino la multitud de teorías sobre la potente poción de mi bisa-buela. Los obsesos de la Expedición adoran estos chismes.

«Mutación permanente —escribe una persona—. Va a ser eso». Casi me da un ataque de risa. La poción alquímica de la mutación es la más famosa —convierte los metales comunes en oro— y resulta bastante fácil, aunque esté feo que yo lo reconozca. Tuve que demostrar que sabía elaborarla antes de que mi abuelo me dejase entrar en el laboratorio. Lo complicado es lo de la permanencia. La mutación es muy fácil de detectar y sólo dura unas cuantas horas, como mucho. Dudo que mi bisabuela averiguara cómo hacer que fuese permanente, ya que en ese caso seríamos más ricos de lo que podríamos imaginar… o estaríamos encerrados en alguna celda de una prisión novaniana.

Hay otras teorías aún más absurdas. ¿Una poción que proporciona magia a los corrientes? Ojalá. ¿Para hacer hablar a los animales? Ah, esa sugerencia es de un usuario llamado LoveGatitos3000, quizás esa sea la explicación.

Hay una teoría que parece la más popular y que no había oído nunca. Me muerdo el labio con tanta fuerza que casi me hago sangre. En ese momento siento un golpe brusco en la mano y Zain me arrebata la tableta. Me froto la mano y pongo gesto de enfado.

—¿Has hecho magia conmigo?

—No me quedaba otra, Sam. Pensaba que te ibas a abrir una herida en el labio de tanto morderte.

Aunque es raro en mí, no tengo energía para discutir. Me desplomo contra la pared con un millón de posibilidades rondándome la cabeza.

—¿Qué te pasa? ¿De qué se trata? Siento haberte enseñado ese estúpido foro…

—La poción aqua vitae —digo.

Aqua vitae: agua de vida. Una poción que cura cualquier enfermedad, deformidad o dolencia. Se desconoce su origen, sus ingredientes y su receta. Constituye una leyenda en el mundo de las pociones y una misión imposible, al igual que la piedra filosofal.

—Es la teoría más popular, tan irreal como cualquier otra, pero, si hubiera alguien capaz de elaborarla…, habría sido mi bisabuela.

Zain se queda boquiabierto.

—Imposible —suelta cuando se repone—. ¿De verdad crees eso?

Asiento.

Sólo puedo hacer una cosa. Necesito volver a la tienda cuanto antes.

Mi abuelo tiene que contestarme unas cuantas preguntas.

pocion

4

SAMANTHA

Nos marchamos de la sala verde y atravesamos una serie de puertas automáticas de cristal que aíslan del ruido. Fuera del estudio de grabación se congrega una multitud de turistas amantes de los selfies que pretenden conseguir quince segundos de fama apareciendo entre el público.

Pasamos junto a una enorme valla publicitaria del desfile de clausura de la Gira Real de la princesa, que tendrá lugar en el centro de Kingstown cuando acabe la gira. En el cartel pone: «SEA EL PRIMERO EN VER A LA PRINCESA Y A SU PROMETIDO». En el texto en movimiento inferior puede leerse: «¿Quién será?». Al verlo, se me revuelve el estómago.

Zain debe de haber pensado lo mismo.

—No deberías darle falsas esperanzas sobre una solución permanente a sus problemas —me aconseja, y entrelaza sus dedos con los míos.

Debido a las prisas por llegar a la tienda lo antes posible, he acelerado el paso, pero recuerdo que hoy tengo muy poco tiempo para pasarlo con Zain y reduzco el ritmo.

—¿Acaso no me consideras capaz de hacerlo?

—Sé que puedes hacerlo. —Me aprieta la mano mientras lo dice—. Si supiera que tienes varios meses por delante y recursos ilimitados, no lo dudaría ni un momento. Pero Evie está saltándose la ley novaniana al no casarse. Para encontrar la solución, tienes de plazo hasta que acabe la gira. Como mucho. Y eso suponiendo que seamos capaces de elaborar nuestra poción con éxito. —Se queda callado un instante—. ¿Crees que la flor arca amarilla natural va a funcionar? La versión sintética no supuso mucha diferencia.

Arrugo la nariz.

—Pues claro que no supuso mucha diferencia.

Me da un empujoncito con el hombro.

—Oye, estamos en el mismo bando, ¿recuerdas?

—Sí, claro. —Y suelto un suspiro exagerado.

Tiene razón, ahora estamos en el mismo equipo. Evelyn no se fiaba de los médicos de palacio, aunque sí de nosotros. Todavía recuerdo lo que me contestó cuando le pregunté por qué: «Porque han tenido años para encontrar una solución y no lo han hecho. Ahora os pido a vosotros que lo intentéis. ¡Ganaste la Expedición Salvaje! Me salvasteis… Si alguien puede, sois vosotros».

No se me ocurrió una réplica para eso. Además, la princesa es muy, muy insistente cuando quiere. ¿Cómo iba yo a rechazar un encargo así? Es como si yo fuera una antigua Kemi. Tuve que contárselo a mi abuelo; al fin y al cabo, yo soy la aprendiz y él, el maestro de pociones, pero juraría que le vi esbozar una leve sonrisa, y eso que no suele ser muy expresivo.

Zain y yo formamos un gran equipo, es evidente. Entre los dos conseguimos elaborar una fórmula que pareció funcionar, después de semanas de trabajo incesante de mezclas y pruebas. Además, el poder de la princesa cada vez era más fuerte y estable, lo que implicaba que había que encontrar ingredientes más potentes para añadir al preparado. Uno de esos ingredientes —la flor arca— era difícil de encontrar y tenía que añadirse a la poción justo antes de ser suministrada. Por suerte, a Evelyn se le ocurrió invitarnos a ambos a su Gira Real, lo cual nos facilitaría la tarea de buscar los ingredientes y elaborar el remedio sin levantar sospechas.

—Bueno, está bien. Pero hay algo más que quería preguntarte. —Zain se detiene en medio de la acera y me aparta para que pasen unos viandantes. El corazón me late con fuerza; juraría que hasta él lo oye—. ¿Me concedes el honor de acompañarme al Baile de Laville?

Tardo un segundo en reaccionar y esbozo una gran sonrisa.

—Por supuesto, bobo. Aunque creía que no querías ir, que era una fiesta real absurda y que, como tenías que concentrarte en los estudios, para qué te ibas a molestar…

Zain sonríe.

—Querida, tienes una memoria demasiado buena. Pero… ahora tengo una razón para ir. Necesito verte vestida de fiesta.

Me estremezco.

—¡No te esperes nada del otro mundo! A lo mejor me pongo los vaqueros debajo.

—Evelyn se enterará y armará un escándalo.

—Es probable.

—De todos modos, tienes que llevar un acompañante formal, ya sabes —me recuerda con un guiño.

—Ah, pues gracias por no dejarme plantada —digo, y arrugo la nariz al pensarlo—. De hecho, no podrás separarte de mí durante el baile ni un instante.

—¿Cómo? Sam, que se enfrentó a los enemigos de nuestro país, a peligrosas criaturas, que salvó el mundo, ¿tiene miedo de un bailecito? —replica, imitando a Mike, el presentador.

Me echo a reír.

—Créeme, andar por ahí con un montón de dotados ricos y extremadamente pijos que forman parte de la corte de la princesa Evelyn es mucho más aterrador que una bandada de murciélagos vampiros.

—O que un abominable rabioso.

—O que ser engullida por una hiedra eluviana. —Me estremezco sin querer—. Bueno, tal vez igual de aterrador que la hiedra eluviana. Entonces, ¿se trata de una cita formal? —Añado a toda prisa.

Él también se ríe.

—No, es un acompañamiento a un baile. Algún día tendremos la cita formal.

—Algún día —repito yo. Se trata de una broma recurrente entre nosotros desde que pasamos la noche en la montaña y me pidió que fuéramos juntos al cine, es decir, una cita típica. Hasta ahora no hemos podido ir.

La calle principal se va llenando de transeúntes matutinos y los puestos del mercado que bordean la calle se van abasteciendo. Estiro el cuello para ver el muestrario de piedras preciosas y amuletos brillantes: unos adornos inútiles pero bonitos que se venden por un par de coronas. Pasamos por delante de un puesto con un hornillo gigante y el olor de la deliciosa comida para llevar se me mete en la nariz. Esta mañana desayuné unas tostadas, pero seguro que una rosquilla no me sentaría mal.

Un tirón del brazo me saca de mi goloso aturdimiento y doblamos por una de las estrechas calles adyacentes. Me encantan estos callejones laterales de Kingstown, con sus edificios de piedra inclinados unos sobre otros sin apenas dejar pasar la luz. Royal Lane es una cuesta que lleva hacia el castillo, de manera que las callejuelas laterales conducen a diversas escalinatas que sirven de atajo. La calle Kemi, donde se encuentra la Tienda de Pociones Kemi, está debajo de una de esas escalinatas, en un barrio de tradición alquimista. Toda la calle se ha remodelado un poco desde la Expedición Salvaje debido al flujo de turistas que se acercan en masa para ver mi casa. Otra de las cosas que ansío cuando toda esta publicidad posexpedición termine es caminar por aquí sin miedo a ser fotografiada.

Me encorvo para no destacar tanto por mi altura… y por Zain. Es imposible estar a su lado y que no te pasen revista.

Polvo de mortaja: una mezcla de piel de camaleón y agua de rosas tamizada con el manto de un fantasma errante (los mantos de los fantasmas fijos no son lo bastante ondulados). Frotar con fuerza sobre la piel para pasar desapercibido entre la muchedumbre.

—Oh, mierda —masculla Zain, parándose en seco.

—¿Qué pasa?

Pero no hace falta que me lo explique porque me doy cuenta enseguida. Fuera de la tienda hay una marea de periodistas —algunos acompañados de cámaras— y un grupo de gente mucho mayor que el que aguardaba en la puerta de los estudios de televisión.

Le agarro la mano con fuerza. Zain se coloca delante de mí para hacer de escudo. Agradezco el gesto, aunque no sirve de nada.

Nos van a ver en tres…, dos…

Ya está.

—¡Sam! ¡Sam! ¿Qué puedes contarnos sobre los informes que afirman que tus antepasados le ocultaron al mundo la poción del aqua vitae?

—¿Sigues teniendo la receta en tus archivos?

—¿Has pensado en todas las vidas que tu familia podría haber salvado?

—¡Venga ya! —exclama Zain, más para sí mismo que para los demás. Necesita confianza para abrirse camino entre toda esta muchedumbre.

Bombas fétidas diana con franjas blancas: mezclar un máximo de cuatro gotas de esencia de mofeta con savia de árbol para que se vuelva superpegajosa.

De este modo despejaría el camino en un periquete.

Ante el estrés, mi cuerpo siempre reacciona pensando en pociones. Pero eso ahora no me ayuda.

Veo un claro entre la gente y tiro de Zain.

—¡Ahora! —le grito.

Al mismo tiempo, alguien dice:

—¡Zain! Si es cierto que existe la receta del aqua vitae, ¿no pone eso en jaque a ZA? ¿Qué se siente al dormir con el enemigo?

Acto seguido, él acelera. Nos dirigimos entre empujones hacia la puerta, que se abre en cuanto ponemos un pie en el felpudo. Mi padre tira primero de Zain y luego de mí, cerramos de un portazo y nos quedamos apoyados contra la puerta.

Mi padre es el primero en dar un paso.

—Sam, ¿qué has hecho?

pocion

5

SAMANTHA

Decidimos abrir la tienda a pesar de la cantidad de gente que hay en la calle y Zain se marcha para acudir al laboratorio de ZA.

Sin embargo, es un gran error. La tienda enseguida se llena de personas, pero ninguna es un cliente. Clavo la vista en un hombre que se abre paso a empujones para hablar conmigo. Me cuenta una triste historia sobre su esposa, que tiene una terrible enfermedad que nadie —ni alquimista ni sintético— ha sido capaz de curar.

—Mire, señor, de verdad que lo siento. —El calor me sube a las mejillas mientras pienso que me gustaría tener mejores noticias—. Aunque podemos tratar algunos de los síntomas con nuestras mezclas especiales, todavía no existe un remedio para la enfermedad de su mujer…

Su mirada salta de mí a la pared llena de ingredientes que tengo detrás. Conozco muy bien esa expresión. Desesperación. Me rompe el corazón no ayudarle. Se apoya en el mostrador, aplastado entre la gente que lo rodea. Su voz se convierte en un leve susurro:

—Pero he oído en las noticias de esta mañana que tenéis aqua vitae.

Sacudo la cabeza.

—Lo siento —repito.

—Si es cuestión de dinero, puedo pagar lo que haga falta. —Saca la cartera, pero alargo el brazo para detenerlo.

—Le prometo que no tenemos un remedio para todo. Es una leyenda…

—¡Y vosotros sois los legendarios Kemi! No cabe duda de que, si alguien puede convertir el mito en realidad, sois vosotros —interrumpe, intentando sonar halagador. Cuando vuelvo a sacudir la cabeza, da un puñetazo en la madera—. ¡Lo necesito! Sé que lo tenéis.

—Caballero, apártese. —Mi padre se coloca a mi lado a toda prisa—. Como ya le ha explicado mi hija, no tenemos esa poción…

—Estáis mintiendo —espeta.

El resto de la gente que hay en el interior de la tienda e incluso quienes hacen cola en la puerta lo rodean para alentarlo.

—¡Dadnos el remedio! —grita alguien.

El hombre con el que acabo de discutir asiente y levanta el puño.

—¡Sí, dadnos el remedio!

—Sam, ponte detrás de mí —ordena mi padre, y yo obedezco.

Tengo un nudo en la garganta por el miedo, siento que la tensión latente ha empezado a emerger como un volcán. En cualquier momento va a explotar.

La gente empieza a avanzar mientras el hombre, envalentonado por la multitud, arremete contra mí. Pero en cuanto sus manos traspasan el mostrador, cae del techo una lluvia de chispas que nos separa de ellos. El hombre grita y retira la mano.

Chispas de soldador: para crear una barrera infranqueable. Alterada especialmente para no incendiar superficies de madera.

Al segundo, se oye un gemido agudo y me tapo los oídos.

Lamento de banshee: para provocar el sonido más ensordecedor posible, debe ser recolectado en una noche de luna llena cerca de un cementerio.

Se trata de nuestro sistema de seguridad. Mi padre me pasa un par de auriculares mágicos aislantes del ruido que hacen soportable el grito de banshee. La muchedumbre despeja la tienda tan rápido como se lo permiten las piernas. Una vez que el último «cliente» se ha ido, cerramos la puerta con llave. No creo que volvamos a abrir pronto.

Me siento enferma. Toda esa gente…, toda esa esperanza… Me maldigo por haber mencionado a mi bisabuela en la televisión nacional, maldigo los foros de Internet por inventar una teoría ridícula sobre la poción más potente de Cleo y maldigo a los medios de comunicación por haber sacado las cosas de quicio.

El lamento y la cortina de chispas cesan en cuanto mi abuelo levanta la mano. El sistema de seguridad es la única magia que él permite en la tienda; ahora es extrapotente gracias a la dosis de poder real que ganamos en la Expedición.

—Voy a decirle a tu madre que no vamos a abrir hoy —comenta mi padre con el ceño fruncido.

—Bueno, por lo menos funciona la alarma —observa mi abuelo mientras se sacude las manos tras haber restaurado el sistema.

—Abuelo… —empiezo a balbucir, pero no sé cómo terminar. Lo que debería decir es «lo siento», porque todo ha sido por mi culpa. Pero, en cambio, pregunto—: ¿Es cierto? —Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas.

Mi abuelo baja la vista y de pronto aparenta los setenta y ocho años que tiene en realidad. Para mí es inevitable: tengo tanta sed de verdad como los lobos que esperan en nuestra puerta.

—Aqua vitae. —Escupe las palabras—. ¿En serio crees que un Kemi que merezca el mortero y el pistilo se guardaría ese descubrimiento? Tenemos demasiado orgullo.

Me paro a pensar un instante y me encojo de hombros. Tiene razón. ¿Quién iba a ocultar algo así? Sería el mayor logro para un alquimista.

—Pero… —continúa, y la frase se queda colgada del aire como un arma cargada. Suspira—. Ven, quiero enseñarte una cosa.

Me lleva a la biblioteca, a la estantería donde está la colección de diarios de pociones de los Kemi. Algunos tienen cientos de años, aunque hay varios huecos donde deberían estar los diarios que se perdieron o se estropearon. Mi abuelo se dirige hacia el final de la estantería, donde se encuentran los suyos. Algún día los míos también estarán ahí.

Pasa sus temblorosos dedos por los lomos hasta que encuentra uno en el que pone «1948». El año de la anterior Expedición Salvaje. Y el año en que desapareció el diario de mi bisabuela.

Lo saca de la estantería y me lo pasa. Lo sostengo como si fuera de cristal, como si en cualquier momento pudiera hacerse añicos.

A pesar de que mi abuelo está aquí conmigo, me da la impresión de estar haciendo algo malo, cometiendo un tabú. El diario de otro alquimista conlleva cierto halo sagrado. Yo me pongo nerviosa cuando alguien coge la mochila donde guardo el mío, por no hablar de si tocan el diario. Es como tener la mente fuera del cuerpo. Está lleno de pensamientos privados, mis preguntas, mis observaciones, mis experimentos… Es todo muy íntimo. Estoy a punto de acabar mi primer diario, de terminar de llenar cada una de sus páginas con mi redonda y pulcra letra.

—Aquí está —dice—. Todo lo que recuerdo sobre el diario extraviado se encuentra aquí escrito. Te advierto que no es mucho.

Asiento. Lo coloco sobre una de las mesas de madera de caballete que hay en el centro de la biblioteca y me siento en uno de los bancos alargados. Lo abro por una página al azar.

Durante su viaje al monte Hallah, la altitud le ha pasado factura, pero ha traído el agua de glaciar que hacía falta para la poción. ¿Cuántos kilómetros habrá recorrido para conseguirla? Al menos no estaba sola, el señor Pringle la acompañó en su arduo viaje.

Ya ha partido en busca del siguiente ingrediente, sea cual sea. Estoy pasando el agua de glaciar por la esencia de telaraña para preparar esta parte de la mezcla. Voy aprendiendo a pesar de no saber exactamente qué intenta hacer. Siento que esta poción tiene más importancia de la que ella cree.

El monte Hallah, por supuesto. Recuerdo mi experiencia en el campamento base de la montaña y el instante en que vi la foto de mi bisabuela Cleo colgada de la pared de la cabaña donde nos detuvimos. El corazón todavía se me llena de orgullo cuando lo rememoro. Antes pensaba que ser una Kemi significaba quedarse en el laboratorio enclaustrada estudiando libros, siguiendo la tradición. Ella me enseñó que también podía ser excitante y arriesgado. Innovador. Diferente.

Pero Cleo también sufrió por sus aventuras. Perdió su diario. No volvió a elaborar pociones. No me extraña que mi abuelo no quisiera que yo participara en la Expedición Salvaje, ya que eso fue lo que destruyó a su madre.

Levanto la vista de la página. Mi abuelo se ha sentado enfrente de mí; tiene los ojos cerrados, sumido en sus pensamientos. No esperaba que las palabras fueran tan… propias de un diario.

¿Se perdería el de mi bisabuela en la montaña? No, no puede ser, él lo habría mencionado en el pasaje que acabo de leer. Hojeo las siguientes páginas.

La mezcla para la Expedición Salvaje parece sedienta, está lista para el siguiente ingrediente. No sé adónde ha ido mi madre —a Runustán, a Zhonguo o a cualquier otro lugar remoto y se niega a informarme. Estoy seguro de que, si trabajáramos juntos, hallaríamos la receta mucho antes. Pero no.

No importa, echaré un vistazo a su diario cuando regrese y lo averiguaré. Tiene que dejarme, porque es la única manera que tengo de aprender.

Un momento…, hay alguien fuera. Debe de ser ella.

La tinta cambia de color y su caligrafía se vuelve aún más confusa y sesgada, como si escribiera con prisa.

Nunca la había visto así. Con los ojos enloquecidos y el pelo revuelto… ¡Ella siempre está impecable, incluso los fines de semana! Parece que hubiera envejecido cincuenta años, tiene el pelo lleno de canas. Voy a transcribir rápidamente la conversación que hemos tenido para que no se me olvide nada.

—Madre, ¿estás bien?

Me mira como si me viera por primera vez y sacude la cabeza, no a modo de negación, sino como para quitarse las telarañas del cerebro. Se pasa las manos por el cabello para atusárselo.

—Estoy bien, Ostanes. Y, por favor, ya sabes que en la tienda soy la maestra Kemi.

Esperaba que hubiera más equipaje o al menos ver al señor Pringle con ella. Pero no hay nada ni nadie más. Cierro la puerta. Algo en su comportamiento me incita a cerrar con llave.

Se oye un estrépito. Corro desde la parte delantera de la tienda hacia el laboratorio. Mi madre ha tirado toda la mezcla de la Expedición por el fregadero. El ácido de la poción está corroyendo la pila y desprende humo. Me tapo la boca con el delantal y aparto a mi madre de las emanaciones tóxicas.

—Maestra Kemi, ¿qué estás haciendo? ¿Qué pasa con la Expedición?

—Se acabó. Estamos eliminados.

—¿Eliminados? ¿Cómo es posible? —Nada de lo que dice parece tener sentido. ¿Cómo vamos a estar eliminados?—. ¿Es por algo relacionado con la mezcla? ¿Te has atascado? Muéstrame tu diario, tal vez pueda ayudarte…

—No puedes —sentencia mientras me aparta.

—¿Por qué? ¿Por qué no puedo ayudarte?

Se gira hacia mí y veo su silueta en el umbral.

—He terminado. —Su voz se suaviza—. Pero al menos están a salvo.

—¿Quiénes? ¿Te refieres a la reina?

—Claro, me refiero a la reina —suelta. Su humor cambia al instante.

—¿Ha ganado otra persona? —pregunto. Apenas puedo creerlo.

—Todavía no, pero falta poco.

—¡Eso significa que aún tenemos una oportunidad!

Su rostro se ensombrece.

—Ya no hay esperanza.

—Pero ¿por qué?

—Porque se ha perdido mi diario.

A medida que leo, se me pone el corazón en un puño. Casi no puedo respirar. Este es el momento… y sigue sin haber indicaciones sobre el lugar donde estuvo Cleo. Las siguientes páginas tampoco ayudan. Relatan los intentos de mi abuelo para que Cleo vuelva a elaborar pociones y su negativa terca. Respiro hondo varias veces.

—¿Lo ves? —dice mi abuelo. Abre los ojos y parpadea despacio.

Sacudo la cabeza.

—No lo entiendo. Siempre me has contado que mi bisabuela creó la poción más potente del mundo y que, como se perdió su diario, ese hito nunca se pudo confirmar. Pero aquí no mencionas nada de eso…

Se mesa la barba mientras yo cierro los puños debajo de la mesa. No me mira a los ojos, lo cual me pone aún más nerviosa.

—Cuando regresó, no era capaz de elaborar ni las pociones más simples. ¡Ni siquiera una taza de té calmante! Yo no entendía nada. Entonces recordé una leyenda que había leído en una ocasión: decía que algunas pociones son tan potentes que destruyen la mente del alquimista que se atreve a elaborarlas. Me dije que ella debía de haber elaborado una de esas pociones, porque no podía admitir que estuviera tan avergonzada por haber perdido la Expedición que simplemente perdió sus facultades. Pero eso es lo que sucedió.

—Así que era mentira. —Una mentira que yo he propagado a través de la televisión nacional.

Después de todo, mi bisabuela no creó la poción más potente del mundo. Sólo fue un modo de mantener vivo el orgullo familiar.

El maldito orgullo de los Kemi será nuestra perdición.

—Siento que te hayas enterado de esta manera. Aun así, ella fue y sigue siendo la mejor alquimista Kemi de todos los tiempos.

—¿Mejor que tú? —inquiero. Me resulta impensable.

—Oh, mucho mejor —responde con una risita—. Ojalá la hubieras conocido. Se habría sentido muy orgullosa de ti. Tú eres quien la superará, mi querida Samantha. Estoy convencido.

No puedo evitar que el corazón me dé un vuelco. Suelto el diario, rodeo la mesa a toda prisa y le doy un fuerte abrazo.

—Sólo tienes que hincar los codos y estudiar los libros antiguos. —Me da unos golpecitos en la cabeza—. La alquimia recompensa al estudioso, no al explorador. Harías bien en recordarlo.

pocion

6

SAMANTHA

Hoy hemos abierto por primera vez en toda la semana, tras el desastre de mi aparición televisiva matutina. Sin embargo, cuando vuelvo de hacerle unos recados a mi madre en el supermercado, la tienda se halla casi. Sólo están mi abuelo y una mujer con pinta de enfadada.

—Los diarios de los Kemi nunca han salido de esta familia y ahora no va a ser distinto —dice mi abuelo—. No cierres, Sam. La señora Slainte ya se iba.

La tensión flota en el ambiente mientras él y la misteriosa señora Slainte no dejan de mirarse. Aunque ya sé quién va a ganar esta guerra. La mujer aprieta los labios y frunce aún más el ceño, pero agarra su carpeta y se la coloca bajo el brazo.

—Esto no va a quedarse así, Ostanes.

—Para ti, el gran maestro Kemi.

Cuando ella pasa, me sonríe ligeramente y pone los ojos en blanco para hacerme cómplice de sus ideas sobre los viejos alquimistas testarudos y rencorosos. Yo no le entro al trapo, sino que le lanzo la mirada más fría posible mientras se escabulle por la puerta.