BREVE HISTORIA
DEL FÚTBOL

BREVE HISTORIA
DEL FÚTBOL

Marcos Uyá Esteban

Para mis tres sobrinas
Carla, Flavia y Diana

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El fútbol antes del fútbol

Tengo que reconocer que el deporte rey siempre me ha gustado. Aún recuerdo con cariño, nostalgia y risas entre medias que, cuando estudiaba en el colegio, si alguna asignatura se hacía tediosa, me ponía en la última página del cuaderno a escribir alineaciones de equipos de casi cualquier época y a rememorar partidos históricos y competiciones, y hasta las tácticas de juego. Más de una vez me pillaron con las manos en la masa y alguna reprimenda cayó; las típicas que te dicen que eso no te va a servir en la vida y que te centres en los estudios, que sí que te darán un futuro. Como en ciertas cosas reconozco que he sido cabezón, al llegar a la Universidad, en los primeros años, seguí por el mismo camino, aunque ya cada vez menos, hacía lo mismo si la asignatura del momento era soporífera. Se me viene a la cabeza la historia medieval de España. Servidor hizo la carrera de Historia y, entre visigodos, reinos cristianos, Al-Andalus y las taifas, se ponía a hacer las alineaciones de la Alemania de los ochenta, del Real Madrid de Di Stéfano, del Brasil de Pelé o de la selección española de cualquier época. Ni caso a Abderramán III, Jaime I el Conquistador, a las mesnadas, a los privilegios reales o al Reino Nazarí de Granada. Eso lo dejaba para otros.

Y he aquí que, años después, barruntando la posibilidad de escribir un libro sobre la historia del fútbol, por fin lo voy a realizar. Sinceramente tengo la ilusión de un niño pequeño, la misma que tenía cuando jugaba de portero en el patio del colegio y me compraba la equipación y los guantes, intentando emular a mi ídolo de aquellos años, Paco Buyo, o en el parque del Retiro, en donde pasé mi infancia ydonde los partidillos entre los niños alcanzaron cotas casi internacionales en un tiempo en el que se dejaba ya sentir la influencia de la inmigración, en el que casi cada equipo parecía sacado de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Espero, querido lector, que sea de tu agrado esta historia que te voy a contar de un deporte que mueve a cientos de millones de personas y que, en muchas ocasiones, ha servido de lazo de unión entre culturas y países.

UN DEPORTE MILENARIO

Establecer el origen exacto de cuándo apareció el fútbol es como intentar resolver el misterio del Triángulo de las Bermudas. Desde que nuestros primeros ancestros empezaron a practicar el bipedismo, el darle patadas a las cosas se fue convirtiendo en una costumbre que, con el tiempo, se fue asentando. Ya en la prehistoria, no es que se organizaran partidillos entre tribus de cazadores-recolectores para determinar quién se llevaba al mejor mamut, pero sí me imagino a algún hombre de Neandertal u Homo sapiens sapiens pegándole un puntapié a algún fruto maduro o podrido que se encontrase en el suelo. El problema de aquellos lejanos tiempos es que no estaba la cosa como para perder la energía pegándole patadas a cualquier objeto mínimamente redondo; bastante tenían con conseguir alimento, luchar contra enfermedades infecciosas y con las inclemencias del tiempo.

Pasaron los siglos, y los milenios, y aquello no se olvidó. E incluso parece que surgieron los primeros pictogramas que representaban el noble arte de este deporte. Aunque no esté científicamente demostrado, en la llamada pintura rupestre, la que se hacía en las rocas o en las cavernas —y ya en el Neolítico—, aparecen en África unas figuras antropomórficas en las que se muestran individuos jugando a algo parecido a un esférico. No se sabe si era algo cotidiano, pero ahí está.

Según la FIFA (ya os hablaré detenidamente de qué es), el antecedente más remoto del que se tenga constancia del uso del deporte rey, documentado y demostrado, se remonta a la China de los Han, concretamente en los siglos III y II a. C., pero existen testimonios más antiguos que pueden evidenciar que esto del fútbol ya se practicaba antes. Un ejemplo curioso proviene del milenario Egipto, que, aunque no esté relacionado con el juego en sí, está asociado a las cosechas, que eran el modo de supervivencia de sus habitantes, y a los rituales de fertilidad agrícola. En ellos se observa, a través de objetos encontrados en tumbas egipcias, que los granos y las semillas eran envueltos en una especie de paño colorido de lino atado con cuerdas, que, como si de un saque de puerta se tratase, se mandaba lo más lejos posible para que se esparciera sobre el campo, tras lo que se esperaba que la benevolencia del río Nilo hiciera el resto.

En la Antigüedad clásica, en Grecia y en Roma, también se encuentran evidencias del uso del fútbol. Entre los griegos no fue tan popular, ya que preferían competir en los Juegos Olímpicos y en otras modalidades, pero tuvo cierta aceptación en toda Grecia. Llamado episkyros, aunque no hay muchos testimonios referentes a esta modalidad. Se sabe que cada equipo estaba compuesto de doce o catorce jugadores y que se podían utilizar las manos, lo que a veces es considerado más bien un precursor del balonmano o del rugby. Aun así, y sobre todo en Esparta, debió de levantar algunas pasiones, ya que a veces se usaba la violencia. El espacio en donde se jugaba se denominaba scyras, y había una línea central, llamada skuros, que separaba a los dos equipos. El objetivo era llevar la pelota, una vejiga de cerdo rellena de lana, plumas y vegetales resistentes, hasta una línea blanca detrás de cada equipo; el que más veces lo hiciera, ganaba. También lo practicaron las mujeres. Es curioso cómo este nombre, el episkyros, significa ‘juego engañoso’, ya que el objetivo era, a través del despiste, del engaño y del drible al contrario, llegar a la línea de fondo. Hubo otra modalidad en Grecia llamada phaininda, de la que luego derivaría el harpastum romano, mencionada por el literato griego Antífanes de Berga, y también por Clemente de Alejandría y Julio Pólux, aunque por desgracia no se sabe apenas en qué consistía, siendo probablemente, al igual que su posterior homólogo romano, una rara modalidad en la que se mezclaban el balonmano, el rugby y el fútbol. No conviene olvidar las representaciones artísticas griegas que reproducen estos juegos, en especial una que se encuentra en el Museo Arqueológico de Atenas en la que se observa, en un bajorrelieve de un jarrón, la figura de un atleta que sostiene una especie de balón con el muslo haciendo malabares, imagen que se reproduce en el trofeo que se entrega al ganador de la Eurocopa de Naciones.

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Relieve de un atleta griego sosteniendo un balón en el muslo, imagen plasmada en el trofeo de la Eurocopa. Museo Arqueológico de Atenas.

Los romanos, aunque inventaron casi de todo, nunca dejaron de mirarse en el espejo griego, del que copiaron el arte, la mitología, la religión o la filosofía entre otras muchas cosas. Y como no podía ser menos, también el fútbol. Los romanos practicaron el ya mencionado harpastum, que parece ser que fue implantado por el gran Julio César después de la conquista de la Galia y que alcanzó su punto álgido en tiempos del emperador Claudio, cuando Roma conquistó el sur de Britania, la actual Inglaterra, llevando, por primera vez en la historia, el fútbol a las islas británicas. Fue muy practicado por las legiones romanas y servía de entretenimiento en aquellos momentos en los que no tenían que luchar contra algún fiero guerrero germano o celta en algún bosque sombrío y húmedo, o adentrarse en los vastos y calurosos desiertos para ser atacados por la caballería persa. El juego, también de cierta violencia, consistía en que dos equipos de número variable, entre cuatro y seis jugadores, tenían que llevar una pequeña pelota al otro extremo del campo, que estaba delimitado por cuerdas, y se conseguía el gol si se tocaba con la pelota la cuerda situada en la llamada línea de fondo, ya que no valían las laterales. No había unas reglas precisas, salvo la de no matar al contrincante. Aunque era duro y agresivo, rápido y físico, servía de distracción para los legionarios romanos en tiempos de paz, y así mantenían la forma física y seguían entrenando. En muchas ocasiones, se celebraban partidos entre oficiales y legionarios. Seguramente más de un centurión acabaría vapuleado por un simple legionario, y el primero se tomaría cumplida revancha cuando, en las largas caminatas que debían de hacer para ir de un sitio a otro, le atizase con la vara de sarmiento.

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Fresco que representa a soldados romanos jugando al harpastum

Afortunadamente, esta modalidad de juego fue recogida por algunos autores griegos y romanos como Ateneo de Naucratis, Galeno, el gran médico de la Antigüedad —que escribió un pequeño texto titulado Tratado de la pelota pequeña, asegurando que su práctica propiciaba una recia salud tanto de cuerpo como de mente—, el ya nombrado Julio Pólux, o Sidonio Apolinar; este último en el siglo v de nuestra era. Ovidio en su Metamorfosis y Séneca en Los Beneficios aluden a diversos juegos de pelota para hablar de la condición física y espiritual del ser humano, e incluso el célebre San Agustín, en sus Confesiones, lo practicaba y, encima, era mal perdedor, puesto que le gustaba siempre salir victorioso. Había otras modalidades en Roma como el follis, un balón ligero pero más grande que el utilizado en el harpastum, que podría estar emparentado con el voleibol, ya que era golpeado con la mano o con el antebrazo para evitar que tocase el suelo, o el llamado trigon, cuya pelota tenía un tamaño similar al de una pelota de tenis y que era lanzado contra un contrincante que debía detenerlo con los pies o con las manos.

OTRAS CULTURAS, OTRAS VISIONES

Muchos consideran como antecedente directo del fútbol el llamado pokolpok o pok-ta-pok maya o el juego de pelota mesoamericano. Sus orígenes son debatibles, ya que muchos investigadores sostienen que se practicaba en la época olmeca, a finales del primer milenio antes de nuestra era, y los vestigios más antiguos parecen ser del 1400 a. C. aproximadamente. Sea como fuere, y a pesar de que se han encontrado numerosos restos arqueológicos en México, Honduras, Puerto Rico, la zona del Caribe e incluso en lugares como Arizona, existen discrepancias a la hora de señalar sus orígenes tanto geográficos como cronológicos; tradicionalmente se suele admitir que, tomando como referencia temporal el siglo III a. C., se expandió en la época mayay alcanzó su auge entre los años 200 y 1400 d. C.

No se sabe con exactitud en qué consistía exactamente este juego, ya que adopta múltiples variantes en función de su desarrollo en cada zona, aunque hay rasgos comunes, como son las metas, el campo de juego, su simbolismo y ritual, y la pelota, normalmente de caucho (hule) o de goma. Las que sí variaban eran las dimensiones del campo, las reglas, la composición de los equipos, entre dos y once, y las representaciones artísticas. Se jugaba usando casi cualquier parte del cuerpo, en especial las caderas, los pies y, en algunos casos, las manos, con el objetivo de llegar o rebasar la meta de fondo. Normalmente, la cancha era rectangular, con pavimentación y delimitada por cuatro muros sobre los que se alzaban sendas plataformas.

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Juego de pelota en los restos de la ciudad maya de Uxmal, Yucatán, México

El campo de juego siempre estaba dentro del recinto ceremonial y en las proximidades de los templos más importantes, junto con santuarios en donde se celebraban los rituales y, en ocasiones, junto con los altares dedicados a los sacrificios humanos. Se encuentran campos de los más variados tamaños. Desde el gigantesco campo situado en Chichén Itza de casi 100 metros de largo por 30 de ancho hasta el minúsculo de Tikal de apenas 15 metros de largo por 5 de ancho. Una de las incógnitas más estudiadas era el tamaño y el peso de la pelota, pese a que existen discrepancias al respecto. Se cree, en líneas generales, que esta debió de medir entre 20 y 30 centímetros de diámetro y de 2 dos a 3,5 kilos de peso, lo que da que pensar que los moratones, los golpes en las partes más sensibles del cuerpo y los dientes volando formarían parte del juego, no solo por las dimensiones de la pelota, sino por la velocidad y la violencia con la que esta se usaría. En cuanto a la vestimenta y a las protecciones que se utilizaban, apenas ha llegado vestigio alguno, con lo cual hay que recurrir a las representaciones artísticas para dar fe de los elementos utilizados. Destacan, sin duda, los cinturones especiales usados para proteger la cadera, ya que este elemento del cuerpo era el más usado, así como las caretas y los cascos de cuero para proteger la cabeza. Una de las innovaciones, coincidiendo con el comienzo de la decadencia maya, fue colocar los famosos aros de piedra a cada lado del campo para introducir la pelota dentro del anillo o, al menos, para que lo tocase. Si se tocaba el anillo situado en la pared del lado contrario al del equipo, se conseguían varios puntos, y el primer equipo que introdujese el balón dentro del aro ganaba el partido.

Mucho se ha hablado de las connotaciones rituales, esotéricas y simbólicas de este juego. Por regla general, se practicaba en tiempos de paz y de tregua, y muchas veces servía para dirimir y resolver conflictos sin necesidad de entrar en guerra, especialmente en el periodo azteca, en el que el juego de la pelota se conocía como tlachtli. No era de extrañar que hubiera grandes apuestas en la época y que líderes de diferentes pueblos y culturas ganaran o perdiesen todas sus pertenencias en un solo partido, desde tierras, mujeres, esclavos o hijos, hasta la propia libertad. Pero también servía para resolver conflictos comerciales, para saldar impuestos que debían pagarse a las autoridades o para solucionar problemas relacionados con la propiedad de la tierra. Sin embargo, a partir del llamado periodo clásico, que suele situarse entre el 300 y 900 d. C., se relacionó el juego de la pelota con los sacrificios humanos. No se sabe a ciencia cierta si el equipo ganador o el perdedor era el que acababa siendo decapitado, ya que se consideraba que el ser sacrificado a los dioses era un privilegio, como tampoco se conoce si se sacrificaba a todos los miembros del equipo o solamente al capitán. Se conserva algún vestigio artístico de ello, como la conocida estela del jugador de pelota decapitado en Aparicio, situado en la zona de Veracruz o en unos de los murales del campo de juego de pelota de El Tajín, ambos en México. En cuanto al valor simbólico de este juego, gran parte gira en torno a la pelota, que podía representar al Sol o al movimiento de los cuerpos celestes del universo, mientras que el terreno de juego era consagrado por las divinidades, el jugador desafiaba su propio destino dentro de un mundo cosmológico del cual esperaba formar parte.

Cuando en el siglo XVI los conquistadores españoles llegaron a dicha zona, reunieron testimonios de este deporte. Uno de ellos, recogido por el cronista Bernadino de Sahagún en su Historia general de las cosas de la Nueva España, habla de cómo elaboraban la pelota para poder jugar, extrayéndola de la resina negra y elástica de un árbol conocido como ullequahuitl. Por su parte, el dominico Diego Durán también describe la proporción de las canchas de juego, mientras que fray Juan de Torquemada, pariente del inquisidor fray Tomás de Torquemada, nos relata las apuestas que realizaba el emperador azteca Axayácatl, el padre de Moctezuma II, con algunos líderes de otras culturas adyacentes y que debían resolverse en el terreno de juego. Finalmente no hay que dejar de lado el testimonio dado por el Popol Vuh, el texto maya por excelencia a caballo entre la ficción y la realidad, con la historia de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué; en él, ambos personajes se encuentran en el terreno de juego y al molestar a los llamados señores de Xibalbá, es decir, a los guardianes del inframundo, son llevados a este para superar una serie de pruebas, entre ellas disputar el juego de la pelota en el inframundo. Posteriormente, Hunahpú se convierte en el Sol mientras que Ixbalanqué sería la Luna. Hoy en día, en algunas zonas de México y de Guatemala se sigue practicando este juego. Destaca el ulama, parecido al voleibol, pero en el que no existe la red que separa las dos mitades del campo y en el que la pelota, de bastante peso, se golpea con la cadera, algo harto difícil de ejecutar.

En el Lejano Oriente, los amarillos también le dieron a esto del balón, y la verdad es que se lo pasaron pipa. En el siglo III a. C., la dinastía Han, aunque tal vez pudo ser la Qin con su emperador Qin Shi Huang (el unificador de China), instauró el llamado Tsu Chu, también llamado cuju, en el que la palabra tsu significa literalmente ’dar patadas’ y chu es bola hecha de cuero relleno con materiales como plumas, virutas de madera y vegetales. La FIFA lo considera como el vestigio más antiguo del deporte rey por estar recogido en un manual de arte militar en el que se explican las reglas de juego de este deporte, y, además, por no estar basado en vestigios arqueológicos, artísticos o en los escritos de filósofos e historiadores. Aun así, parece que ya en la dinastía Shang, en la Edad de Bronce, hay, según hallazgos arqueológicos, los primeros vestigios de este deporte. En este manual se recogen las reglas del deporte, aunque algunas pueden ser interpretadas. En primer lugar, al igual que el harpastum romano, era practicado por los soldados en tiempos de paz para entretenerse y mantener la forma, además de para mejorar su valor, pues, mediante este juego, perfeccionaban algunas técnicas de ataque y de defensa que luego desplegarían en la batalla. Prácticamente se podía utilizar casi cualquier parte del cuerpo, aunque a veces se prohibía el uso de la mano.

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Niños jugando al Tsu Chu o cuju. Pintura de la Dinastía Song, mediados del siglo XII

Históricamente, ha habido dos versiones de este juego que se han desarrollado en China. La primera era el llamado zhuqiu, reservado a momentos puntuales como era la celebración del cumpleaños del emperador o la visita de delegaciones diplomáticas de otros lugares. Normalmente, cada equipo tenía de doce a dieciséis jugadores. El segundo era el denominado baida, muy arraigado en la dinastía Song entre los siglos X al XIII y en el que se hacía más hincapié en las habilidades personales del futbolista, es decir, el regate, la carrera, la habilidad con los pies, la velocidad, etc. En este momento, también se había cambiando ya la pelota de cuero por una de aire; hecho que ocurrió en el tiempo de la dinastía Tang entre el siglo VIII y el IX, lo que la hizo más ligera pero a la vez más complicada de manejar, y esto hizo que todas las clases sociales, incluidos los emperadores, disfrutasen más del juego. Incluso se cuenta la historia, dentro también de la dinastía Tang, de que una joven de apenas diecisiete años consiguió vencer a un equipo compuesto de soldados del ejército imperial.

En cuanto a las reglas del juego, no eran tan fáciles de entender y sufrieron variaciones a lo largo del tiempo. La principal era cómo conseguir el gol. Una modalidad era la de poner en ambas líneas de fondo varios postes con redes y, si se introducía el balón en en cualquiera de ellos, el gol valdría como tal. Más tarde se pusieron dos postes con una red o, en su defecto, con un cordón tensado que hacía que aquellos que poseyeran más habilidades con el esférico lo tuviesen más difícil para marcar. Incluso llegaron a existir jugadores profesionales dotados de extraordinarias destrezas que se ganaban el pan practicando este deporte o que incluso llegaban a pertenecer a la corte imperial. Llegó un momento en que se retiraron los postes y las redes, y el deporte simplemente se convirtió en un juego consistente en trasladar la pelota de un lado a otro en el que ganaba el equipo que menos faltas cometía. En esta época, los equipos estaban formados por un número de jugadores de entre dos y diez.

En el país del sol naciente, Japón, se practicó una modalidad llamada kemari, derivada del Tsu Chu chino. Implantado hacia el siglo VI d. C., dentro del periodo Asuka (durante el cual se implantó el budismo), el juego consiguió calar en la sociedad japonesa hasta tal punto que ha sobrevivido hasta nuestros días gracias a la labor del emperador Meiji, quien, a principios del siglo XX, impidió su desaparición. En el juego, con equipos de entre seis y doce jugadores, llamados mariashi, la pelota, cuyo nombre es mari, está hecha con cuero de ciervo y rellena de serrín, tiene un diámetro de 23 a 25 centímetros y no puede tocar el suelo, para lo que solo se utilizan los pies, sin estar permitida ninguna otra parte del cuerpo (salvo en contadas ocasiones en las que se puede utilizar la cabeza, rodillas, espalda e incluso codos). El terreno de juego, de unos 15 metros de largo, recibe el nombre de kikutsubo, y las cuatro esquinas están representadas por cuatro árboles que hacen referencia a las cuatro estaciones del año: el cerezo para el verano, el arce en invierno, el sauce en primavera y el pino en otoño. A pesar de no estar considerado como deporte de competición, siempre había un ganador, que era el equipo que más toques daba a la pelota sin que esta cayera al suelo; algo que todos hemos hecho alguna vez en el patio del colegio. Normalmente se practicaba con un traje japonés clásico utilizado en ceremonias religiosas, llamado kariginu, que, la verdad, debía de ser incómodo por mucho que fuera de seda.

En otros lugares y latitudes, también se practicaban deportes parecidos al fútbol. Algunos tenían nombres casi impronunciables como el pasuckuakohowog, que se jugaba en lo que hoy en día es Estados Unidos o el asqaqtuk, en Alaska. El primero significa literalmente ’reunirse para jugar a la pelota con los pies’ y, aunque hay evidencias de que se practicaba en el siglo XVII, posiblemente se jugase desde mucho antes. Las dimensiones del campo eran enormes; podía llegar a tener casi un kilómetro y medio de largo por unos setecientos metros de ancho, y se jugaba en la costa, en grandes playas. Se atestigua que hasta mil personas lo practicaban a la vez y era bastante peligroso y violento, de hecho, las lesiones estaban a la orden del día. La duración del juego era variable, desde unas pocas horas hasta un día entero, caso en el que acabarían totalmente tiesos. Eso sí, después de darse la paliza jugando y de intercambiarse tortas, al final del partido lo celebraban a lo grande: bebida, comida, jolgorio y juerga por doquier. Mientras, en Alaska, con un frío que pelaba, los esquimales jugaban, para calentarse, con una pelota rellena de hierba, de pelo de caribú y de musgo. No se sabe demasiado de las características del juego, pero hay una leyenda que cuenta que hubo un partido en el que la distancia entre una portería y otra era de casi quince kilómetros. Una auténtica locura. Eso sí, se te pondrían las piernas con unos músculos de acero.

Tampoco en Oceanía andaban paticortos en esto del futbol. El llamado marngrook alcanzó una popularidad interesante ya en épocas tardías, concretamente en el siglo XIX, debido a que los europeos inmortalizaron, a través de imágenes y fotografías, la práctica de este deporte. Al igual que en el kemari japonés, la base consistía en no dejar que la pelota tocase el suelo y era jugado por más de cien personas a la vez. En teoría, el juego debía enfrentar diferentes tribus, pero, en realidad, se mezclaban siguiendo unos estrictos protocolos asociados a la diferenciación por altura, género e incluso color de la piel. No había unas reglas escritas en el juego y, normalmente, solo se ganaba si el que se sentía perdedor aceptaba. Algunos historiadores creen que el marngrook es el antecedente del fútbol australiano, aunque no hay evidencias empíricas para afirmar tal hecho.

Por último, en la India se jugaba al yubi lakpi, particularmente en la región de Manipur, al noreste; aunque se parece más al rugby que al futbol y, de hecho, algunos lo consideran como el antecedente directo del rugby. Constaba de siete jugadores y el balón era un coco. Existía un árbitro y las dimensiones del campo, de barro seco y áspero (aunque, en ocasiones, podía ser de hierba), eran de cuarenta y cinco metros de largo por dieciocho de ancho. Los jugadores se embadurnaban con aceite de mostaza y con agua para que su piel estuviera resbaladiza y, así, ser más difíciles de atrapar. El equipo ganador sería el que más veces traspasase con el coco la meta situada en la línea de fondo, en la que se disponía una especie de área pequeña de cuatro metros y medio de largo por tres de ancho; área donde se encontraba la línea de gol. No estaba permitido dar patadas al rival ni tampoco golpearlo.

LA EDAD MEDIA. NO TAN MEDIA COMO PARECE

A pesar de que la Edad Media se caracteriza por las guerras, por los torneos conocidos como justas (celebrados por los señores feudales) en los que el caballero va detrás de la damisela de turno, por los célebres cantares de gesta y los numerosos poemas épicos, también había tiempo para darle a la pelotita. Y, para ello, hay que viajar a las islas británicas, en donde por primera vez los ingleses sí que pueden sentirse orgullosos de su deporte. Allí, después de la llegada de anglos y sajones, y traslos vikingos y los normandos, las cosas parecieron calmarse ya en los siglos XI y XII, y eso propició que los ingleses de aquellos años, durante la época de carnaval (que derivaba de las antiguas saturnales romanas), empezaran a celebrar algunas competiciones y juegos para entretener al pueblo llano. Una de estas competiciones fue la que, con el paso del tiempo, se denominaría fútbol medieval, aunque sus orígenes parecen remontarse al harpastum romano exportado por los romanos cuando llegaron a las islas y que habría sobrevivido a lo largo de los siglos, tal y como recoge el monje e historiador Nennio en su Historia de los Britanos escrita en el siglo IX.

Pese a que se popularizó en el siglo XII, ya que se atestigua que en torno al año 1170 los habitantes de Londres jugaban a un juego de pelota (que, por otra parte, no era novedad) bastante violento; tanto que, para llevar el balón a la línea de meta, lo único que no estaba permitido era el asesinato y el homicidio, si bien se podía emplear todo tipo de tretas para alcanzar tal propósito. A veces, la meta no era una portería o una línea, sino la iglesia de los oponentes. Aun siendo violento, debió de ser bastante divertido, puesno había un campo de juego y tampoco unas dimensiones concretas, por lo que se podía jugar en las calles y en cualquier lugar de la ciudad o del campo, con lo que se producía un notable desaguisado compuesto de destrozos, pisoteos y batallas campales no solo entre equipos contrarios, sino con comerciantes, tenderos, posaderos y agricultores que veían que, como mínimo, se les acercaba el apocalipsis. El número de participantes podía ser ilimitado, lo que conllevaba que a una masa ingente de personas estuviera deseosa de jugar a toda costa. Así pues, se forjó una rivalidad, a veces malsana, entre aldeas vecinas e, incluso, entre los miembros de un mismo lugar, lo que, en ocasiones, creaba situacionesbastante violentas, tanto es así que tiempo después, ya en el siglo xiv (en el año 1314), Eduardo II, el rey inglés, hubo de prohibir la práctica del fútbol en época de carnaval en la capital londinense bajo pena de prisión. Hay algunos documentos que atestiguan la práctica de este deporte, como la de un grabado realizado en la Catedral de Gloucester, en el que se muestra a dos jóvenes que juegan, al parecer, utilizando también las manos.

Aun así, pese a ser declarado ilegal, este deporte se siguió practicando y, de hecho, de vez en cuando se producían fatales desenlaces, como recoge un testimonio de 1321 en el que el papa Juan XXII da una dispensa papal a un tal William de Spalding de la ciudad de Shouldam, en el condado de Norfolk, debido a que, en un lance del juego, otro tal William chocó con él con tal mala suerte que el cuchillo que llevaba el primero se clavó en el cuerpo del segundo, por lo que murió a los seis días. El Papa declaró que no había habido sido premeditado y que, por tanto, estaba libre de culpa. Los reyes ingleses posteriores intentaron por todos los medios no permitir que se siguiera jugando de manera clandestina, ya que había estallado la famosa guerra de los Cien Años contra Francia en aquel tiempo,y querían que los jóvenes y los soldados ingleses estuvieran más pendientes de practicar el tiro con arco, especialidad inglesa en el arte de la guerra, que de perder el tiempo dándole patadas y manotazos a un balón. Por ello, en 1363, el rey Eduardo III proclamó un edicto en el que cual no solo se prohibía el fútbol medieval, sino también otros deportes como los lanzamientos de piedra, de hierro y de madera, la lucha, el balonmano y el fútbol, de lo que se desprende que ya estos dos últimos podrían estar diferenciados en cuanto a las reglas de juego y a la utilización de ciertas partes del cuerpo. Ya en el siglo xv, se siguió con esta lucha por erradicar el deporte y, en 1409, se constata la utilización por primera vez de la palabra inglesa football cuando se proclamó otro edicto que prohibía la recaudación de dinero destinado a la práctica del juego. En 1424 se conoce el primer documento que recoge el intento de prohibir el fútbol en Escocia por parte del rey Jaime I, quien lo denomina futeball, y, a finales del siglo XV, se documenta la palabra dribbling, es decir, driblar o regatear al contrario.

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Jóvenes jugando al fútbol. Grabado de la catedral de Gloucester. Nótese el uso de las manos.

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Eduardo II de Inglaterra. El rey que quiso prohibir el fútbol en época de Carnaval

En la vecina Francia, se practicó otro juego conocido como la soule, que también se venía jugando desde tiempos inmemorables, pero no fue hasta el siglo XII cuando se extendió a todas las clases sociales, sobre todo entre los clérigos y los nobles. Era especialmente popular en el noroeste de Francia, en las regiones de Picardía, Normandía y Bretaña, y sus reglas eran relativamente sencillas. Con dos equipos, a menudo miembros de parroquias diferentes, el objetivo del juego era devolver la pelota a la iglesia parroquial o, a veces, a otro lugar, como podía ser una casa del equipo contrario, que en ocasiones estaba situada al otro lado de la aldea, del pueblo o de la ciudad; algo que a veces implicaba atravesar no solo calles, sino bosques, páramos, arroyos, prados o ríos. El tamaño del equipo oscilaba entre los veinte y los doscientos jugadores, y el juego podía durar hasta varios días, cuando los contendientes de ambos equipos estuvieran totalmente agotados. Se utilizaban los pies para golear el esférico y solo se usaban las manos para recibirlo, no para lanzarlo. La pelota podía ser o bien de cuero, rellena de lana o de madera, o bien una vejiga de cerdo llena de heno. Al igual que en Inglaterra, en el siglo XIV hubo disposiciones para su prohibición; la más famosa fue promulgada por el rey Carlos V en 1365, quien consideraba que este deporte no era digno de fomentar el ejercicio del cuerpo. Gracias a esas disposiciones, la práctica de este deporte, pudo llegar a ser causa de posible excomunión para el obispo de Tréguier en el año 1440.

NOS VAMOS A ITALIA…

Con la llegada del Renacimiento en el siglo XV, hubo un enorme florecimiento en las artes y en las letras, pero fue concretamente el humanismo, un movimiento intelectual que surge paralelamente y que se desarrollaría durante aquel periodo, el que tuvo como enfoque una reforma cultural a todos los niveles. Italia, aunque hasta el siglo XIX no es considerada como nación, es la cuna del Renacimiento o, al menos, su epicentro. Pero Roma, aun siendo una de las ciudades más importantes del periodo, no es el lugar privilegiado en donde se desarrollaría este excepcional periodo político, artístico y cultural, sino en las ciudades toscanas como Florencia o Siena. Con el regreso a la Antigüedad clásica, de ahí la palabra Renacimiento, se recuperaron, en parte, las ganas de volver a hacer deporte, ya que los humanistas y renacentistas consideraban que el cuerpo y la mente debían estar siempre sanas y en plenitud. Ya sabéis, el dicho de mens sana in corpore sano, se aplicó muy bien en esta época.

Los italianos, pues, lo aplicaron a rajatabla y ya en el siglo XVI, al que artísticamente se conoce como Cinquecentto, se desarrolló un juego llamado calcio fiorentino, que se puede transliterar como ‘juego de la patada’. Las primeras referencias se sitúan hacia 1530 en la ciudad de Florencia, en época de carnaval, cuando el emperador Carlos V sitió la ciudad y los sitiados, según se constata, se entretenían en la Piazza de la Santa Croce jugando partidillos de diversa índole. No obstante, no sería ya hasta finales del siglo XVI, en 1580, cuando aparece la primera reglamentación del juego dictada por Giovanni Bardi. Cada equipo se componía de veintisiete jugadores, de los cuales quince jugaban de delanteros, cinco de centrocampistas, cuatro de medios defensivos y tres de defensas. No había un portero, sino cinco, los cuales se turnaban a lo largo del partido. El terreno de juego estaba cubierto de arena y, por primera vez, se atestigua la figura del árbitro: había seis que eran una especie de jueces de línea, más un árbitro principal y un maestro de campo, con lo que la cantidad ascendía a ocho. Las dimensiones del terreno se asemejaban a las actuales; por ejemplo la Piazza de la Santa Croce albergaba un campo de 137 metros de largo por 50 de ancho. En un principio, se utilizaron los pies y manos, pero con el paso del tiempo se fue derivando solo al uso de los pies.

El juego empezaba con un cañonazo y duraba cincuenta minutos. El partido era violento, con patadas por doquier, encontronazos, zancadillas, placajes e incluso algunos jugadores podían dar rienda suelta a su frustrada vocación por las artes marciales, que también estaban permitidas. En la línea de fondo, había una especie de meta llamada caccia en donde había que introducir la pelota. Cada gol valía dos puntos y los jugadores cambiaban de campo cada vez que se hacía un tanto. Era importante disparar con precisión porque una de las normas más curiosas era que, si el equipo atacante fallaba su disparo por encima de la red de la meta, el equipo defensor recibía medio punto. El que ganaba el partido tenía cena gratis. Se hizo famoso en Florencia un torneo que enfrentaba a las cuatro facciones de la ciudad, encabezadas por las cuatro basílicas más importantes, entre las que estaba la propia Santa Croce, a la que pertenecían los azzurri italianos de la época, que iban de azul. Las otras tres eran Santa María Novella, vestidos de rojo, el Santo Spirito, equipados de blanco, y San Giovanni, de color verde. El torneo se celebraba en junio, y el día 24, en la festividad de San Juan, se jugaba la final. Los italianos, pasionales como ellos solos, hacían galas de cánticos, apostaban como locos y vitoreaban a su equipo mientras que abucheaban al contrario. No era de extrañar que hubiese peleas multitudinarias entre los seguidores. Incluso el rey Enrique III de Francia consideraba el juego como «demasiado pequeño para ser una guerra real y demasiado cruel para ser un juego». A partir del siglo XVII, la práctica del juego descendió considerablemente, pero fue recuperada en 1930 por Benito Mussolini para promover de nuevo el deporte entre los soldados dentro del contexto de la Italia fascista. Hoy en día, se sigue disputando este tipo de juego, aunque en una versión más light, ya que las patadas y los golpes al oponente están prohibidos; aquel que las comete, es expulsado del partido.

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Calcio fiorentino del siglo XVII (1688) en la Piazza de la Santa Croce

Y VOLVEMOS A INGLATERRA: LA UNIFICACIÓN DEL FÚTBOL Y LOS PRIMEROS REGLAMENTOS

Durante los siglos XVI y XVII el fútbol medieval inglés que se practicaba en carnaval continuó presente a pesar de las numerosas prohibiciones a las que fue sometido. No obstante, a principios del siglo XVII, en Gales, se practicaba un deporte parecido a este llamado kanppan, descrito detalladamente por George Owen como un juego en el que incluso podrían congregarse más de dos mil jugadores (entre los que había algunos montados a caballo), que se practicaba en una llanura y en el que la pelota era de madera maciza y pesada, pero no lo suficiente como para no poder ser volteada y cogida con las manos y que causase daño. Se utilizaban garrotes y era especialmente violento.

A lo largo del siglo XVII, se van a conocer algunas reglas o vocabulario que posteriormente se aplicaría al fútbol moderno. Por ejemplo, es en esta época en la que se va a utilizar por primera vez la palabra gol como tal, lo que se recoge en el Libro de Juegos de Francis Willughby, o la palabra táctica, además de definirse la forma de selección de los equipos, el lanzamiento a la meta o la primera ilustración de un campo de fútbol.

Una de las referencias más emblemáticas de la época la recogió William Shakespeare en 1605 en su obra El rey Lear, en la que, de manera casi cómica, tendría lugar el primer ‘penalti’ de la historia cuando Kent tira al suelo a Osvaldo con una zancadilla en el momento en que este último sostenía la mirada al rey Lear.

Por desgracia, desde la mitad del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII, la práctica del fútbol disminuyó considerablemente entre el puritanismo inglés, que, con su moralina, era implacable con deportes como este y con otras artes como el teatro; las prohibiciones anteriores habían hecho mella en el fervor popular. Sin embargo, en algunos periodos cortos, se sabe que hubo algún torneo que otro en tierras inglesas, especialmente en la corte gracias a la benevolencia de ciertos reyes, como es el caso de Carlos II, que permitió partidos en los que se enfrentaban nobles y cortesanos.

Y es en este tiempo, prácticamente bajo el manto de la ilegalidad y en la penumbra, donde se van a desarrollar las llamadas escuelas británicas de fútbol, que tendrían su apogeo ya en el siglo XIX. Al hilo de este desarrollo, en la propia Inglaterra se estaban produciendo cambios que no soloafectarían a los ingleses, sino a toda la historia de la humanidad. Es el comienzo de la Revolución Industrial, por la que las formas de ocio van a cambiar de manera sensible y cuyos cambios políticos, ideológicos, culturales y religiosos darán inicio a lo que hoy se denomina sociedad capitalista, en la que la burguesía representa el eje dominante.

En cuanto al ocio, que es lo que más nos interesa, se empieza a regular fiestas y eventos en base a un calendario que se va estandarizando y unificando cada vez más; en especial las fiestas relativas a la Cuaresma y a Pentecostés, hecho que afecta, sobre todo la estandarización de la primera, a los juegos que hasta entonces se andaban practicando —y me repito— de manera clandestina. Además, no solo se quiere regularizar el ocio, pues la nueva clase obrera tiene un horario, excesivo por otra parte, de trabajo, sino que se pretende implantar una serie de reglas para que estos juegos no fueran tan violentos ni acabasen con más de uno en el hospital; y, en consecuencia, con el patrono cabreado porque la producción bajaría sin la presencia de sus obreros o peones.

Es por ello por lo que, casi como setas, van a salir a la palestra multitud de escuelas británicas que poco a poco van a ir regularizando e implementando una serie de reglas que desembocarán en la aparición del fútbol moderno. Estas escuelas británicas, en realidad, eran una especie de colegios en los que los chavales que allí iban tenían entre trece y dieciocho años,practicaban varios deportes y mantenían la esencia de aquellos que ya llevaban mucho tiempo practicándose. Pero, obviamente, eran hijos de la clase burguesa, y estaba claro que no iban a seguir con la forma de juego que hasta entonces se practicaba, de ahí que aparecieran algunas reglas.

Una de ellas sería el empezar a decidir cuál podría ser la delimitación del terreno de juego y con qué partes del cuerpo jugar. Esto se debía a que, en numerosas ocasiones, se jugaba al aire libre (así lo hacían siempre las escuelas de Eton y Harrow) y no existía prácticamente ninguna limitación, aunque se fomentaba el lanzamiento del esférico con los pies. Otras escuelas, como la de Charterhouse, disputaba sus encuentros en el claustro de los monasterios, de setenta metros de largo y tan solo cuatro de ancho, y se permitía el uso de las manos, al igual que en Marlborough y Cheltenham. Era necesario, pues, estandarizar las normas, y en 1848 apareció lo que se conoce como las reglas de Cambridge, que básicamente consistían en eliminar toda clase de juego violento. Ya en 1841, Thomas Arnold, director de la escuela de la ciudad de Rugby, prohibió el uso del hacking, que era propugnar una dolorosa patada en la tibia del oponente, pero serían Winton y Thring, estudiantes de la Universidad de Cambridge, quienes, en las citadas reglas de Cambridge y en colaboración con otros colegios como los de Eton, Harrow, Winchester, Shrewsbury y Rugby, dieron el primer paso. Por desgracia, solo se conserva una copia de 1856 en Shrewsbury, seguramente con algunos cambios, pero en ella se incluye cómo había que iniciar el partido y las condiciones de la reanudación tras un gol, se instaura el saque de meta y el de banda (una primitiva regla de fuera de juego por la que el atacante no podía merodear entre el balón y la meta del adversario) y se incluye el uso de las manos para tocar el balón (excepto para detener el esférico) y la prohibición de empujar o sostener a los rivales. La portería estaba compuesta por dos postes de madera y por una cuerda a una altura determinada, y se concedía el gol cuando el balón atravesaba la línea de los postes y pasaba por debajo de la cuerda. En 1863, algunas reglas se cambiaron y se estableció que el terreno de juego no podría ser superior a 150 yardas de largo, unos 137 metros, y 100 de ancho, unos 91 metros. Las dimensiones del terreno se marcaban con postes situados a 25 yardas alrededor del campo y la meta tenía 15 pies de largo, es decir, 4,5 metros. El saque inicial se haría en el centro del campo y el fuera de juego consistiría en que, si un jugador le pasaba la pelota a otro de su mismo equipo y este estaba más cerca del la línea de meta que de su oponente, sería sancionado. Además, se incorporan los tiros libres o lanzamientos de falta, en los que ningún compañero de equipo se podía situar en la trayectoria del balón y los adversarios no a menos de 10 yardas (9,1 metros). El tiro libre no se hacía en el lugar donde se hubiese cometido la falta, sino a 25 yardas de meta, unos 23 metros. Y lo más importante, se prohíbe terminantemente jugar o usar las manos para tocar el balón.

Sin embargo, algunos conceptos de las variantes de las reglas de Cambridge de 1863 ya habían sido introducidos por las reglas de Sheffield cinco años antes. En 1857, se va a fundar el Sheffield Football Club, que es considerado por la FIFA como el club más antiguo del mundo. Nathaniel Creswick y William Prest fueron, junto con gente de clase media, los fundadores y un año después instauraron una serie de reglas, de las cuales las más sobresalientes son las citadas anteriormente a propósito de los cambios de 1863 de la reglas de Cambridge, con la salvedad de que el gol no podía conseguirse a través de un tiro libre y de que cada jugador debía ir equipado con una franela de color rojo y otra de azul oscuro paraformar parte, cuando se le requiriese, de uno u otro equipo y así poder distinguirse. Durante los años siguientes, algunas reglas fueron cambiando, como ocurrió, por ejemplo, con la introducción de los llamados rouges, por los que se colocaba una meta de unos cuatro metros de largo más una bandera cada lado, en la línea de fondo, que también se situaba a cuatro metros de la meta. Si el balón llegaba a colocarse entre las banderas tras un mínimo de dos toques o pases, se consideraba gol.

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Thomas Arnold, el personaje que prohibió el uso del hacking o patada en la tibia del oponente.

Al principio, los propios componentes del club de Sheffield jugaban entre ellos, pero es el 26 de diciembre de 1860 cuando se celebra el primer partido de la historia entre dos equipos diferentes. El propio Sheffield FC y el Hallam FC, que se había convertido en el tercer club más antiguo del mundo. Quedó victorioso el primero a pesar de que jugó con inferioridad numérica; dieciséis contra veinte. Las reglas de Sheffield sufrieron una modificación en 1862, pues pasaron de ser doce a diecisiete, pero, según cuentan las crónicas, el fútbol era todavía bastante violento, ya que en otro partido contra el Hallan FC, el propio Creswick y el jugador del Hallam, Waterfall, se agredieron mutuamente y el partido se denominó la batalla de Bramall Lane, pues acabó con una trifulca entre varios jugadores y el público asistente.

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Edición de 1859 del libro que contenía las Reglas de Sheffield

Y llegamos al año 1863, que sería célebre en la historia del fútbol y que cambiaría para siempre la visión del mismo. Es el momento en que se va a fundar la Football Association y en que se sentarían las bases del llamado fútbol moderno, el que conocemos hoy en día. En el siguiente capítulo, os cuento más en detalle. Seguid atentos. Os garantizo una historia apasionante.