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SOBRE EL AUTOR

A los 23 años de edad y siendo ya policía, Joe navarro fue invitado a unirse al FBI, oferta que aceptó inmediatamente convirtiéndose en uno de los agentes más jóvenes en toda la historia de este organismo de investigación. En los 25 años que permaneció trabajando para el FBI como supervisor de contrainteligencia y lucha contra el terrorismo, logró refinar y llevar la aplicación práctica de la ciencia de la comunicación no verbal a unos niveles nunca antes alcanzados, cosechando grandes éxitos en la identificación de espías y terroristas.

Tras dejar el FBI, sus conocimientos prácticos en este campo lo han convertido en el especialista más solicitado por los directivos de grandes empresas en todo el mundo. En la actualidad, además de realizar trabajos de consultoría para grandes corporaciones, es profesor de la Universidad Saint Leo, en Florida, es también un aclamado conferenciante que imparte cursos y talleres por todo el mundo y, al mismo tiempo, un prolífico escritor, que colabora con importantes medios de comunicación y ha publicado varios libros de éxito. Joe Navarro vive en Tampa, Florida.

Para más información: www.jnforensics.com

Título original: DICTIONARY OF BODY LANGUAGE: A FIELD GUIDE TO HUMAN BEHAVIOR

Traducido del inglés por Jacqueline Guiter

Diseño de portada: Editorial Sirio, S.A.

Maquetación y diseño de interior: Toñi F. Castellón

© de la edición original

2018 Joe Navarro

Publicado con autorización de William Morrow, una división de HarperCollins Publishers

© de la presente edición

EDITORIAL SIRIO, S.A.

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I.S.B.N.: 978-84-17399-863

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Si el lenguaje se le otorgó al hombre para esconder sus pensamientos, el propósito de los gestos es ponerlos al descubierto.

—John Napier

Este libro está dedicado al amor de mi vida, mi mejor amiga y la primera editora de todo lo que hago: mi esposa, Thryth Hillary Navarro.

INTRODUCCIÓN

En 1971, a la edad de diecisiete años, sin saber por qué (y sigo sin saberlo), comencé a escribir un diario sobre el comportamiento humano. He catalogado todo tipo de expresiones «no verbales», lo que en términos más generales se conoce con el nombre de lenguaje corporal.

Al principio eran las cosas extravagantes que hacía la gente: ¿por qué ponían los ojos en blanco cuando no se creían algo o se agarraban el cuello cuando se enteraban de alguna mala noticia? Más tarde se volvió más matizado: ¿por qué las mujeres jugaban con su cabello mientras estaban al teléfono o arqueaban las cejas cuando se saludaban? Eran pequeños gestos, pero captaban mi curiosidad. ¿Por qué hacían los seres humanos tales gestos, y con tanta variedad? ¿Cuál era el propósito de estos comportamientos?

Reconozco que constituía una ocupación extraña para un adolescente. O eso me decían mis amigos; ellos estaban concentrados en el intercambio de cromos de béisbol y en saber quién tenía el mejor promedio de bateo o pateaba la mayor cantidad de puntos extra en esa temporada. Yo, en cambio, estaba mucho más interesado en aprender las complejidades del comportamiento humano. Al principio catalogaba mis observaciones en tarjetas de siete por doce centímetros, y lo hacía solo para mí, porque me gustaba hacerlo. Por aquel entonces todavía no conocía el trabajo de Charles Darwin, Bronisław Malinowski, Edward T. Hall, Desmond Morris ni mi futuro amigo el doctor David Givens, unos gigantes en el campo del comportamiento humano. A mí simplemente me interesaba cómo actuaban los demás y por qué, y quería conservar mis observaciones. Nunca pensé que, cuarenta años después, aún seguiría coleccionándolas en fichas.

A lo largo de los años, he recogido miles de entradas. Poco sabía entonces que, más adelante, me convertiría en agente especial del FBI y que, durante los próximos veinticinco años, usaría esas observaciones mientras perseguía a criminales, espías y terroristas. Pero quizás, dado mi interés en cómo y por qué la gente tiene determinados comportamientos, esa era la trayectoria natural.

Llegué a los Estados Unidos como refugiado huyendo de la Cuba controlada por los comunistas. Tenía ocho años y no hablaba inglés. Me vi obligado a adaptarme rápidamente; en otras palabras, tuve que observar y decodificar mi nuevo entorno. Lo que los hablantes nativos daban por sentado era nuevo en mi caso. Mi nueva existencia consistió en descifrar lo único que tenía sentido para mí: el lenguaje corporal. A través de su rostro, su aspecto, la suavidad de su mirada o la tensión de su cara, aprendí a interpretar lo que otros daban a entender. Podría averiguar a quién le gustaba, a quién le era indiferente, si alguien estaba enfadado o molesto conmigo... En una tierra extraña, sobreviví mediante la observación. No había otra manera de conseguirlo.

Por supuesto, el lenguaje corporal estadounidense era un poco diferente al cubano. La gente en los Estados Unidos hablaba con una cadencia y una vitalidad distintas. Los cubanos se acercaban unos a otros cuando hablaban, y a menudo se tocaban. En los Estados Unidos se apartaban más, y tocar a la gente en un contexto social se podía recibir con una mirada incómoda o algo peor.

Mis padres tenían tres trabajos cada uno, así que no tenían tiempo para enseñarme todo esto; tenía que aprenderlo por mi cuenta. Estaba aprendiendo sobre la cultura y sobre la influencia que esta tiene en lo no verbal, incluso aunque no podría haberlo puesto en esas palabras en ese momento. Pero sí sabía que algunos comportamientos eran diferentes aquí, y tenía que entenderlos. Desarrollé mi propia forma de investigación científica, observando desapasionadamente y validando todo lo que veía, no una o dos veces, sino muchas veces antes de que llegara a una ficha. A medida que crecía mi número de tarjetas, ciertos patrones de comportamiento comenzaron a destacar. La mayoría de los comportamientos podrían categorizarse como marcadores de comodidad o incomodidad; nuestros cuerpos revelan con gran precisión, en tiempo real, nuestro estado de malestar.

Más tarde me enteraría de que muchos de estos marcadores de comodidad o comportamientos, para ser más precisos, tienen su origen en las áreas emocionales del cerebro de los mamíferos, lo que a menudo se denomina el sistema límbico. Este tipo de respuesta involuntaria se ajustaba a lo que yo había visto en Cuba y estaba viendo ahora en los Estados Unidos. En la escuela o a través de la ventana de la tienda de la esquina, la gente levantaba las cejas


LA CABEZA

Toda conducta tiene su origen en la cabeza, por supuesto: el cerebro siempre está en constante funcionamiento, ya sea a nivel consciente o subconsciente. Las señales parten del cerebro para regular el corazón, la respiración, la digestión y muchas otras funciones. Pero la parte externa de la cabeza también tiene una gran importancia: el cabello, la frente, la nariz, las orejas y la barbilla, todos ellos comunican, cada uno a su manera, desde el estado de salud general hasta una situación de perturbación emocional. Por eso, vamos a comenzar aquí por aquella parte de nuestro cuerpo en la que, desde que nacemos hasta que morimos, buscamos información que nos pueda ser útil, primero como padres, luego como amigos, compañeros de trabajo y amantes, para que nos revele qué es lo que hay en la mente.

1. LOS ADORNOS DE LA CABEZA. El adorno de la cabeza se utiliza en todas las culturas por una multitud de razones. Puede indicar un estatus de liderazgo comunitario (tocados de plumas de jefes nativos americanos), ocupación (un casco de minero), estatus social (un bombín o un tocado de Yves Saint Laurent), pasatiempos (un casco de ciclista o de escalador), religión (un capelo del cardenal o una kipá judía) o lealtad (una gorra del equipo deportivo favorito, sindicato laboral, etc.). Los adornos de cabeza pueden ofrecer una idea sobre la persona: dónde encaja en la sociedad, su afiliación, su estatus socioeconómico, lo que cree, cómo se ve a sí misma o incluso el grado en que desafía las convenciones.

2. EL CABELLO. Al estar convenientemente ubicado en la parte superior de la cabeza, nuestro cabello transmite mucho en lo que se refiere a la comunicación no verbal. Un cabello sano es algo que todos los seres humanos desean, incluso a nivel subconsciente. Un cabello sucio, despeinado, arrancado o descuidado puede sugerir mala salud o incluso enfermedad mental. El cabello atrae, seduce, repele o choca. Incluso puede indicar nuestro nivel laboral; como afirma el renombrado antropólogo David Givens, el cabello a menudo sirve como un «currículum no oficial», revelando el lugar que uno ocupa en una organización. Y en muchas culturas es un rasgo determinante en las citas y el romance. La gente tiende a seguir tanto las normas culturales como las tendencias actuales con su cabello; si ignoran estos estándares sociales, se nota.

3. JUGUETEO CON EL CABELLO. Juguetear con nuestro cabello (girar, retorcer o acariciar) es un comportamiento tranquilizador. Las mujeres lo hacen con mayor frecuencia y puede indicar un buen estado de ánimo (mientras leen o se relajan) o estrés (al esperar una entrevista, por ejemplo, o al experimentar un vuelo accidentado). Es importante advertir que cuando la palma de la mano está orientada hacia la persona que se lo acaricia, es más probable que esté funcionando como un acto tranquilizador, a diferencia del caso en que la palma de la mano está orientada hacia fuera, que se comentará más adelante, que tiene otra función. Los comportamientos tranquilizadores nos calman psicológicamente cuando sentimos estrés o ansiedad; incluso los utilizamos simplemente para hacer más corta una espera. A medida que envejecemos, pasamos de tranquilizarnos chupándonos el pulgar a comportamientos como mordernos los labios, mordernos las uñas o acariciarnos la cara.

4. JUGUETEO CON EL CABELLO (CON LA PALMA HACIA FUERA). Cuando las mujeres juegan con su cabello con la palma de la mano hacia fuera, es más bien una muestra pública de comodidad, una señal de que están contentas y seguras de sí mismas alrededor de los demás. Por lo general, solo exponemos la parte interna de las muñecas a los demás cuando nos sentimos cómodos o a gusto. Esto se ve a menudo en situaciones de citas en las que la mujer juega con su cabello, con la palma de la mano hacia fuera, mientras habla con alguien en quien está interesada.

5. PASARSE LOS DEDOS POR LOS CABELLOS (HOMBRES). Cuando están estresados, los hombres se pasan los dedos por el cabello tanto para ventilarse la cabeza (esto permite que el aire entre para enfriar la superficie vascular del cuero cabelludo) como para estimular los nervios cutáneos al presionarlos. Esto también puede ser una señal de preocupación o duda.

6. AIREARSE EL CUELLO AGITANDO EL CABELLO (MUJERES). Airearse el cuello produce un fuerte efecto calmante, que alivia tanto el calor como el estrés. Las mujeres se airean de forma diferente a los hombres. Se levantan el pelo de la nuca rápidamente cuando están preocupadas, molestas, estresadas o nerviosas. Si lo hacen repetidamente, lo más probable es que estén demasiado estresadas. Sin embargo, no podemos descartar la posibilidad de que se deba a que tengan mucho calor debido a la actividad física o a la temperatura ambiente. Los hombres tienden a airearse la parte superior de la cabeza pasándose los dedos por el cabello.

7. VOLTEARSE/TOCARSE EL PELO. Cuando estamos intentando llamar la atención de alguien que nos gusta (una pareja en potencia), es corriente que nos volteemos el pelo, nos lo toquemos o nos tiremos de él. El movimiento que hace la mano al tocarse el pelo se suele considerar atractivo (fíjate sobre todo en la mayoría de los anuncios de productos para el cabello). Nuestro reflejo de orientación, una reacción primitiva que nos alerta sobre cualquier movimiento que percibamos, está especialmente sintonizado con los movimientos de la mano, algo con lo que los magos siempre han contado. Una mano dirigida hacia el pelo puede llamar nuestra atención incluso desde el otro lado de la habitación. Por cierto, el reflejo de orientación funciona a un nivel tan subconsciente que incluso se observa en pacientes en coma cuando siguen el movimiento con los ojos.

8. ARRANCARSE EL PELO. El hábito de arrancarse el pelo continuamente se denomina tricotilomanía, y es algo que se observa con mayor frecuencia en los niños y adolescentes que sufren de estrés, pero también puede presentarse, aunque con menor frecuencia, en los adultos. Los hombres suelen tender a arrancarse los pelitos de los extremos de las cejas, mientras que las mujeres presentan muchas otras formas de tricotilomanía, como son arrancarse pestañas, pelo de la cabeza y de las cejas, y vello de los brazos. Este hábito constituye una respuesta al estrés: incluso las aves se arrancan sus propias plumas cuando están expuestas a situaciones estresantes. El hábito de arrancarse el pelo, a modo de tic nervioso, tiene un efecto tranquilizador al estimular las terminaciones nerviosas. Sin embargo, en los casos graves se hace necesaria la intervención médica.

9. ASENTIR CON LA CABEZA. Durante las conversaciones, asentir con la cabeza sirve para afirmar, generalmente en cadencia, que la persona está escuchando y es receptiva a un mensaje. Normalmente, indica acuerdo, excepto en aquellas situaciones en las que además de inclinar la cabeza se fruncen los labios (ver n.º 154), lo que podría sugerir desacuerdo.

10. ASENTIR CON LA CABEZA (EN CONTRADICCIÓN). Esto es algo que normalmente se observa en los niños pequeños, como cuando uno de los padres le pregunta a su hijo si ha roto la lámpara y el niño le responde que no, pero asiente con la cabeza. Este comportamiento contradictorio pone en evidencia la verdad. Se trata de algo que he visto en niños, adolescentes e incluso adultos.

11. TOCARSE LA CABEZA O LA NUCA. Cuando estamos perplejos o nos encontramos ante un conflicto mental, a menudo nos tocamos la parte posterior de la cabeza con una mano, quizás incluso acariciándonos el cabello hacia abajo mientras nos esforzamos por hallar una respuesta. Este comportamiento es calmante, debido tanto a la sensación táctil como al calor que se genera. Como ocurre con la mayoría de los casos en los que las manos tocan alguna parte del cuerpo, se trata de un comportamiento tranquilizador que reduce el estrés o la ansiedad.

12. RASCARSE LA CABEZA. Rascarse la cabeza es un acto tranquilizador que realizamos cuando tenemos dudas o nos sentimos frustrados, estresados o preocupados. Se ve en las personas cuando están intentando acordarse de algo o cuando se sienten perplejas. Por eso es algo que suelen ver mucho los profesores en los alumnos cuando están pensando cómo contestar a una pregunta de un examen, por ejemplo. Rascarse la cabeza muy rápido suele ser señal de mucho estrés o preocupación. Puede indicar que alguien se siente en conflicto sobre cómo actuar en determinada situación.

13. ACARICIARSE LA CABEZA. Aparte de cumplir la función de colocarse o arreglarse el pelo, las personas se tocan el cabello con la palma de la mano para tranquilizarse cuando están estresadas o se enfrentan a un ­dilema, o mientras están pensando cómo contestar una pregunta. Es algo parecido a una madre acariciándole la cabeza a su hijo. Este comportamiento tranquilizador puede tener un efecto calmante inmediato. Una vez más, esta conducta puede ser señal de duda o conflicto interno, sobre todo en el caso de acariciarse la parte de atrás de la cabeza.

14. RASCARSE LA CABEZA A LA VEZ QUE SE FROTA LA TRIPA. Frotarse la tripa a la vez que uno se rasca la cabeza indica que se está dudando o preguntándose algo. Del mismo modo, puede ser señal de inseguridad o de incredulidad. Resulta interesante el hecho de que también los primates presentan esta conducta.

15. DEDOS ENTRELAZADOS DETRÁS DE LA CABEZA, CODOS HACIA ARRIBA. El entrelazamiento de los dedos detrás de la cabeza con los codos hacia fuera se llama «encapuchamiento», porque nos recuerda al modo en que una cobra despliega su «capucha» para parecer más grande. Es una expresión territorial que hacemos cuando estamos cómodos y al mando. Cuando nos «encapuchamos», los dedos entrelazados detrás de la cabeza son a la vez reconfortantes y calmantes, mientras que los codos hacia fuera proyectan confianza. El encapuchamiento rara vez se realiza cuando está presente una persona de mayor rango.

16. LLEVARSE LAS MANOS A LA CABEZA (ATURDIDO). Ante una situación de shock, incredulidad o estupefacción, puede que la persona se lleve las manos a la cabeza, de manera que estén cerca de las orejas, pero sin llegar a tocarlas, y con los codos extendidos hacia delante. Es posible que mantengan esta posición durante varios segundos mientras tratan de entender lo que ha sucedido. Esta respuesta primitiva y autoprotectora podría producirse cuando alguien ha cometido un error importante, como un conductor que se choca contra su propio buzón de correo o un jugador que se da cuenta de que corre hacia la portería equivocada.

17. DEDOS ENTRELAZADOS ENCIMA DE LA CABEZA. Esta conducta destaca porque, mientras tiende a proteger la cabeza con las palmas de las manos hacia abajo, sin embargo, los codos suelen estar muy abiertos hacia fuera. Esto se observa en personas que se encuentran desbordadas, en un momento de impasse o ante dificultades, cuando se ha producido una catástrofe (después de un huracán o un tornado, si han perdido sus bienes) o cuando las cosas no van por buen camino. Observa la posición de los codos: a medida que la situación empeora, tienden a acercarse más entre sí frente a la cara casi de forma antinatural, como si fueran una abrazadera de laboratorio. Observa también la presión: cuanto peor es la situación, mayor es la presión de las manos hacia abajo. Este comportamiento es muy diferente al de «encapuchado» (ver n.º 15), donde las palmas de las manos se colocan en la parte posterior de la cabeza y la persona se siente bastante segura.

18. LEVANTARSE EL GORRO O SOMBRERO. Ante un estrés repentino, puede ser que las personas se levanten repentinamente el gorro para airearse la cabeza. Esto ocurre a menudo cuando se reciben malas noticias, durante una discusión o tras un momento de acaloramiento. Desde el punto de vista de la seguridad, ten en cuenta que en situaciones de alto grado de cólera (por ejemplo, accidentes de tráfico o incidentes de violencia en la carretera), el acto de desvestirse o quitarse prendas (quitarse el sombrero, la camisa, las gafas de sol) a menudo precede a una pelea.


LA FRENTE

Desde bebés comenzamos a buscar información fijándonos en la frente. Incluso a los pocos meses de edad, los bebés ya responden a las arrugas de la frente de su madre, percibiéndolas como algo negativo. Este pequeño espacio entre el puente de la nariz y la línea del cabello revela a los demás, al instante, cómo nos sentimos en un momento dado. Es una parte de nuestro cuerpo que se encuentra muy estrechamente conectada al cerebro, que nos permite comunicar nuestros sentimientos rápidamente y con precisión, y de una forma que salta a la vista.

19. TENSIÓN EN LA FRENTE. En algunas personas el estrés se manifiesta con una repentina tensión en la frente, como consecuencia de la tensión y rigidez de los músculos subyacentes. La cara tiene más de veinte grupos diferentes de músculos que pueden dar lugar a más de cuatro mil expresiones faciales distintas, según el doctor Paul Ekman. Hay seis músculos en concreto, incluyendo el gran occipitofrontal, el prócer y el temporal, que intervienen en tensar o arrugar la frente cuando estamos estresados. Obviamente, primero tenemos que ver a las personas en un ambiente tranquilo para conocer la línea base o punto de partida de su frente, pero cuando están estresadas se suele notar mucho la tensión de la frente, y esta constituye un excelente indicador de que ocurre algo.

20. SURCOS EN LA FRENTE. Los surcos en la frente en respuesta a un estímulo son generalmente un buen indicador de que algo anda mal, hay problemas o alguien se siente inseguro. También se observa cuando las personas se concentran o tratan de encontrarle sentido a algo. Los surcos de la frente generalmente se asocian con duda, tensión, ansiedad o preocupación. Ten en cuenta que el bótox, que muchos usan con fines cosméticos para desdibujar las líneas de tensión en la frente, podría enmascarar los verdaderos sentimientos.

21. FRENTE TRATADA CON BóTOX (PROBLEMAS). Tanto hombres como mujeres utilizan inyecciones de bótox para borrar las líneas de tensión de la frente. Esto ha creado problemas para las parejas e incluso para los niños, que normalmente miran a esta zona en busca de información sobre cómo se puede sentir una persona. Los bebés de tan solo cuatro semanas de edad responderán a una frente fruncida como algo negativo. Curiosamente, tanto los niños como los adultos han declarado que no pueden leer a sus padres o a sus cónyuges para obtener indicios emocionales tan fácilmente como antes de que hayan utilizado el bótox.

22. LíNEAS DE ESTRÉS. Algunas personas tienen profundamente marcadas en la frente las dificultades que han atravesado en la vida, incluso desde temprana edad. Nuestras experiencias a menudo se traducen en surcos, arrugas y líneas de expresión. La frente puede reflejar una vida difícil o estresante, o una vida pasada al aire libre, expuesto al sol, que tiende a resaltar más las líneas en esta zona.

23. FRENTE SUDOROSA. Si el grado de estrés es suficientemente alto, se puede empezar a sudar espontáneamente, aunque sudar es algo que varía mucho de una persona a otra: hay quienes sudan profusamente en cuanto se toman el primer sorbo de café, o subiendo un tramo de escaleras, así que, antes de llegar a ninguna conclusión, es necesario establecer la línea base o punto de partida de cada uno en particular. Las conductas base son las que llamamos «normales» cuando una persona no se encuentra estresada ni excesivamente afectada por emociones.

24. VENAS HINCHADAS. Cuando un individuo está sometido a estrés, las venas temporales superficiales (las que están más cerca de la piel en las sienes) pueden palpitar visiblemente. Es un indicador muy preciso del estado de excitación vegetativa causado por la ansiedad, la preocupación, el miedo, la ira u, ocasionalmente, la euforia. La excitación vegetativa es la forma en que el cerebro entra automáticamente en el modo de supervivencia, obligando al corazón y a los pulmones a funcionar más rápidamente en anticipación a la actividad física, como por ejemplo salir corriendo o pelearse.

25. MASAJEARSE LA FRENTE.