Créditos

Diario de Corea del Norte


V.1: abril de 2020

Título original: North Korea Journal


© Michael Palin, 2019

© de «El reconocimiento», Neil Ferguson, 2019

© de la traducción, Joan Eloi Roca, 2020

© de esta edición, Futurbox Project, S. L., 2020

Todos los derechos reservados.


Publicado originalmente como North Korea Journal por Hutchinson, un sello de Cornerstone. Cornerstone forma parte del grupo Penguin Random House.


El derecho moral de Michael Palin a ser identificado como el autor de esta obra se ha declarado según la ley de Copyright, Diseños y Patentes de 1988, aprobada por el Parlamento de Reino Unido.


Diseño de cubierta: Henry Petrides

Adaptación de cubierta: Taller de los Libros

Imagen de cubierta: The Red Dress


Mapa: Darren Bennett, www.dkbcreative.com


Publicado por Ático de los Libros

C/ Aragó, 287, 2.º 1.ª

08009 Barcelona

info@aticodeloslibros.com

www.aticodeloslibros.com


ISBN: 978-84-17743-95-6

THEMA: WTL

Conversión a ebook: Taller de los Libros


Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser efectuada con la autorización de los titulares, con excepción prevista por la ley.

DIARIO DE COREA DEL NORTE

Michael Palin

Traducción de Joan Eloi Roca

1

Sobre el autor

3

Michael Palin ha escrito y protagonizado numerosos programas de televisión y películas, y es conocido especialmente por ser miembro del grupo de humoristas británico Monty Python. También ha trabajado en diversos documentales de viajes, que han recibido excelentes críticas. Sus trabajos lo han llevado a viajar al Polo Norte, el Polo Sur, el desierto del Sáhara, el Himalaya, Europa del Este y Brasil. Además, Palin fue presidente de la Real Sociedad Geográfica desde 2009 a 2012. Actualmente vive en Londres.

Diario de Corea del Norte

La fascinante realidad del país más hermético del mundo



En mayo de 2018, Michael Palin, estrella de los Monty Python, expresidente de la Real Sociedad Geográfica de Londres e intrépido trotamundos, pasó dos semanas en la República Popular Democrática de Corea, un país hermético sin cobertura ni internet donde el campo vive anclado en el pasado y en las ciudades abundan rascacielos brillantes y lujosas estaciones de tren.

En su Diario de Corea del Norte, Palin no solo describe lo que vio durante su estancia, sino que cuenta las luchas con las autoridades para conseguir visitar algunos lugares y narra las conversaciones que mantuvo con campesinos, ciudadanos y burócratas. Sus reflexiones sobre un país que genera fascinación y temor a partes iguales son reveladoras e intensamente personales.

Con el ingenio, el rigor y la calidez que lo caracterizan, Michael Palin nos ofrece un retrato excepcional y esclarecedor de la vida de la Corea del Norte que se esconde tras los titulares sensacionalistas y las fake news.




«El viaje más peligroso en el que se ha aventurado el Monty Python. Palin viaja al corazón del hermético y represivo régimen de Kim Jong Un.»

The Times


«Un relato fascinante y maravillosamente ilustrado que sigue el día a día de Palin por el país.»

Daily Mirror


«Al leer este diario de viaje […] el lector recordará las grandes cualidades de Palin como aventurero: su curiosidad, su buen humor y su voluntad de ver lo mejor en todo aquel con quien se encuentra en su camino.»

The Daily Telegraph


«Este libro desvela la realidad de uno de los últimos puntos ciegos
del mundo.»

Irish Independent

Contenido


Portada

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Página de créditos

Sobre este libro


Introducción


Día 1

Día 2

Día 3

Día 4

Día 5

Día 6

Día 7

Día 8

Día 9

Día 10

Día 11

Día 12

Día 13

Día 14

Día 15


El reconocimiento


Nota del traductor

Sobre el autor


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Introducción

2016


Había pasado buena parte del año esperando recibir luz verde para lo que, posiblemente, sería uno de los papeles más exigentes y agotadores —pero también más apasionantes— de toda mi vida. Había aprendido a montar a caballo, pasado horas aprendiendo español con el curso de Michel Thomas, me había dejado crecer el vello facial adecuado e incluso había pedido que me fabricasen una nariz postiza a medida. Y todo esto para interpretar el papel protagonista en el último intento de Terry Gilliam de rodar la película que se había convertido en el proyecto de su vida, El hombre que mató a Don Quijote. Pero, por diversos motivos, el rodaje se había pospuesto en repetidas ocasiones. En un principio, se suponía que debía empezar en julio y, luego, en octubre, pero más tarde resultó que tampoco sería en octubre. A medida que los problemas contractuales frustraban cualquier posibilidad de progreso, las explicaciones sobre mi barba y mi bigote se volvieron cada vez menos convincentes, al igual que mis motivos para rechazar otras ofertas.

Al final, llegó el momento de tomar el toro por los cuernos y, una mañana de otoño a primera hora, sumido en la tristeza y abatido por los remordimientos, me senté y escribí un correo electrónico a Terry para comunicarle mi renuncia al papel e hice clic en el botón de «enviar».

En cuanto el correo hubo salido, llegó otro a la bandeja de entrada. Era de un tal Dan Grabiner, de ITN Productions, y en el asunto se leía: «Hoy tengo una propuesta inusual para usted». Estoy acostumbrado a lo inusual, pero esta era realmente muy inusual. Se trataba de una petición para que considerara presentar una serie documental, para ITN y Channel 5, en Corea del Norte.

Mi filosofía sobre los viajes, construida en base a mis experiencias, es que cuanto más difícil es llegar a un lugar, mayor es la recompensa que aguarda a quien consigue llegar hasta allí. Pero si la recompensa era Corea del Norte, descubrí que mi esposa no compartía mi entusiasmo, como tampoco lo hacían algunos de mis amigos. Para muchos de ellos, visitar el país era ir demasiado lejos. Visitar desconocidos lugares conocidos es una cosa, pero ir a aquellos desconocidos lugares desconocidos es algo muy distinto.

Tampoco es que se pueda afirmar que Corea del Norte es un país completamente desconocido. Se han escrito libros sobre él y se han emitido numerosas crónicas de desertores por radio y televisión. Por desgracia, casi todas estas describen un Estado cruel, ateo y hermético cuyos habitantes viven oprimidos y en la pobreza bajo el yugo de una implacable dictadura que se autoperpetúa en el poder. No era un viaje fácil de vender a aquellos que albergaban dudas.

En el momento en que ITN Productions se puso en contacto conmigo, Kim Jong Un, el actual dirigente, un joven con una excéntrica tonsura, llevaba en el poder los cinco años transcurridos desde la muerte de su padre, Kim Jong Il, quien, a su vez, había heredado en 1994 las riendas del país de su padre, Kim Il Sung, el fundador de la RPDC: la República Popular Democrática de Corea.

Los norcoreanos tienen pocos amigos en el mundo exterior. Los rusos los ayudaron durante un tiempo, pero, tras el hundimiento del comunismo en 1991, se retiraron y permitieron que los chinos se convirtieran a regañadientes en los nuevos pagadores de Corea del Norte. La desconfianza que sentían otros países hacia los norcoreanos creció cuando estos subieron las apuestas mediante el impulso de la política Songun, que ponía a los militares en el mismo corazón de la existencia del país. Esto condujo a las pruebas de explosivos nucleares y a la construcción de misiles balísticos intercontinentales cada vez mayores. Uno tras otro, todos los intentos de reconciliación con Occidente fracasaron, lo cual aseguró que Corea del Norte permaneciera cómodamente instalada en el «eje del mal» del presidente George W. Bush.

A pesar de esta tan poco prometedora imagen internacional, seguí mi instinto y curiosidad natural, y respondí a ITN que sí, que estaba interesado en su propuesta y que me gustaría saber más.

Tras una serie de reuniones iniciales, el proyecto perdió impulso. La situación internacional empeoró y la idea de un diario de viaje por Corea del Norte parecía cada vez menos factible. Además, mi esposa iba a someterse a una operación de artroplastia de rodilla y yo debía quedarme con ella para ayudarla durante el proceso de recuperación. Por lo tanto, decidí confinarme a otro proyecto, que me permitiría quedarme más cerca de casa: seguiría mi redescubierto entusiasmo por la extraordinaria historia de un barco llamado HMS Erebus y lo convertiría en un libro.

Parece que tomé la decisión correcta. Las noticias procedentes de la República Popular Democrática de Corea eran nefastas. Kim Jong Un estaba amenazando al mundo entero, jactándose de que su país había acumulado un arsenal de misiles y de que disponía de sesenta cabezas nucleares para armarlos. La reacción inmediata del recién electo presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, no fue precisamente positiva. Llamó «loco» al líder norcoreano y prometió que se respondería a Corea del Norte «con un fuego y una furia como el mundo no ha visto jamás». «Este hombre cohete está llevando a cabo una misión suicida», se mofó Trump. Kim Jong Un contraatacó, y calificó a Trump de «anciano senil con problemas mentales».

Las probabilidades de que me permitieran rodar en el Reino Ermitaño disminuían con cada insulto. A mi esposa le alegró que los planes del viaje se desbarataran y yo me resigné a no visitar el que habría sido mi nonagésimo octavo país.

Pero ITN y Channel 5 no se dieron por vencidos. A lo largo de todos esos meses de beligerantes descalificativos, la productora y el canal de televisión británico habían mantenido la relación con su contacto principal, un agente de viajes inglés llamado Nick Bonner, un hombre que había organizado viajes a la RPDC durante veinticinco años y que conocía el país a fondo.

A principios de 2018, Bonner percibió que Corea del Norte mostraba señales más prometedoras. Aunque advirtió que «todo Estados Unidos está al alcance de nuestras armas nucleares», en su discurso de Año Nuevo, Kim Jong Un extendió una rama de olivo sin precedentes al presidente de Corea del Sur y, por extensión, a todo el mundo exterior. Mientras yo estaba sumido en la desaparición del HMS Erebus en el hielo ártico, parecía que en otra parte muy distinta del mundo se estaba produciendo un deshielo.

La República Popular Democrática de Corea, retratada desde hace tanto tiempo como el viejo huraño gruñón de la política internacional, se había embarcado en lo que recibía el nombre de una «ofensiva de seducción». No solo iban a enviar un equipo a los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebrarían en Corea del Sur, sino que —y esto fue una astuta decisión— también habían decidido enviar a Kim Yo Jong, la fotogénica hermana de Kim Jong Un, a que posara junto al robótico vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, para demostrar que los viejos gruñones estaban en Washington, no en Pyongyang.

De forma casi increíble, menos de un mes después de las Olimpiadas, la Casa Blanca anunció un posible encuentro entre el Líder Supremo y el presidente de Estados Unidos. Unas pocas semanas después, Kim Jong Un salió de Corea del Norte por primera vez desde que había asumido el poder en 2011 y tomó un tren a Pekín para reunirse con el presidente chino.

Avivadas por la cálida brisa de la reconciliación, se generaron grandes expectativas en torno al proyecto. Se estableció una oficina de producción. Empezaron a llegarme libros sobre Corea del Norte por correo postal. Aunque yo seguía completamente dedicado al libro de Erebus, me convencieron para que me reuniera con el director en potencia, Neil Ferguson, cuya crónica de los preparativos que se realizaron antes del rodaje he añadido a este diario a modo de epílogo. Teníamos que ir con mucho cuidado. Por aquel entonces, el proyecto aún pendía de un hilo y cualquier publicidad anticipada podría haber acabado con él. De forma clandestina, muy a lo John le Carré, nos reunimos en las mesas más al fondo de pubs y cafés, y en todo momento nos referimos a Corea del Norte como Croydon del Norte.

Tuve un golpe de suerte: tres semanas libres en el calendario de producción de mi libro Erebus, mientras mi editor revisaba con sumo cuidado el manuscrito final. De súbito, con una prisa casi indecente, me vi haciendo el equipaje para un vuelo a Pekín mientras aseguraba a mi esposa que Kim Jong Un era tan inofensivo como Papá Noel y que todo iría bien ahora que Corea del Norte buscaba amigos en lugar de enemigos. En los pocos momentos tranquilos previos a la partida, me confesé a mí mismo que no creía nada de eso y que, si la historia nos había enseñado algo, era que la relación entre Corea del Norte y el resto del mundo podía cambiar en un instante. Este no iba a parecerse a ningún otro viaje que hubiera hecho jamás.


4

2018

Me advirtieron de que, debido a que los norcoreanos muestran una verdadera paranoia con respecto a la información que entra en su país, no podría llevar conmigo muchos de los pertrechos habituales de un viajero —mapas, guías de viaje o aplicaciones online— a la RPDC. Dado que nuestro plan era rodar por todo el país, en ciudades, en pueblos y en el campo, esta era una restricción que nos irritaba. Debido al correspondiente nerviosismo al ver a un extranjero sacar una cámara o una grabadora de voz, mi única opción para registrar la oportunidad única que era este viaje se reducía a una pequeña libreta de espiral de tapas azules, que escogí porque me pareció la más discreta de todas.

Al final, las autoridades se mostraron bastante tolerantes con la cámara de mi iPhone y, en la privacidad de diversas habitaciones de hotel (aunque la privacidad era algo acerca de lo que siempre nos mostrábamos escépticos), pude grabar algo de material complementario con mi grabadora de voz. Aunque lo he ordenado un poco y he ampliado las entradas con recuerdos que entonces no tuve tiempo de escribir, el grueso de este libro lo escribí a mano en mi libreta azul siempre que encontraba un momento para hacerlo.
Una cosa que aprendí es que Corea del Norte no es una denominación aceptada por los nativos. Sus habitantes se refieren al país como la República Popular Democrática de Corea, la RPDC.


5


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Nota del traductor


1. Los Brit Awards son los premios de la industria musical británica, mientras que Last Night of the Proms es el nombre que recibe la última noche de un ciclo de conciertos diarios de música clásica orquestal. Esa última jornada, la que cierra el ciclo, se dedica a melodías clásicas patrióticas, entre ellas Marcha de Pompa y Circunstancia, de Elgar, Rule Britannia, de Thomas Arnes, Jerusalem, pieza de Hubert Parry a partir de un poema de William Blake, y el himno nacional británico. El público suele acompañar la música cantando y con numerosas banderas británicas.

Día 1

Jueves, 26 de abril

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