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Nota del editor francés

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Cinco meditaciones sobre la muerte

Nota del editor francés

Para decir lo esencial de lo que quería transmitir sobre la belleza –un tema que, a sus ojos, comprometía nada menos que a la salvación del mundo, como afirmara antaño Dostoievski–, François Cheng sintió que tenía que dar un rodeo por la oralidad, mediante el encuentro con seres de carne y hueso. Sus Cinco meditaciones sobre la belleza fueron así compartidas con un grupo de amigos a lo largo de cinco veladas memorables antes de compartirlas con un público amplio por medio de la escritura.

Siete años más tarde, a la edad de noventa y cuatro años, el poeta sintió una imperiosa necesidad de hablar sobre la muerte. Sobre la muerte, es decir sobre la vida, puesto que su propósito, en el cruce entre el pensamiento chino y el occidental, se inspira en una visión ardiente de la «vida abierta». Pero si la belleza era para él un tema demasiado vital, demasiado urgente como para ser objeto de un tratado académico, ¡qué decir entonces de la muerte! Por eso el mismo proceso entre el intercambio oral y la escritura se impuso aquí como una evidencia1.

Las presentes meditaciones han nacido, pues, del acto de compartir, marcadas por el sello del intercambio entre el poeta y sus interlocutores. El lector se convertirá también en parte activa de este intercambio, podrá contarse entre el número de los «queridos amigos» a los que se dirige el autor. Lo escuchará, en el atardecer de su vida, expresarse sobre un tema que muchos prefieren evitar. Helo aquí, entregándose como quizá no lo hubiera hecho nunca, y entregando una palabra a la vez humilde y audaz. No tiene la pretensión de elaborar un «mensaje» sobre la vida después de la muerte ni un discurso dogmático, sino que da testimonio de una visión. Una visión en movimiento ascendente que invierte nuestra percepción de la existencia humana y nos invita a considerar la vida a la luz de nuestra propia muerte, ya que la conciencia de la muerte, según él, vuelve a darle todo su sentido a nuestro destino, que forma parte integrante de una gran Aventura en devenir.

Y como en las Meditaciones sobre la belleza, estamos aquí frente a un pensamiento en espiral que no duda en volver varias veces sobre algunos temas, sobre algunas palabras, para interrogarlas más en profundidad. Sin embargo, este pensamiento en sí mismo es consciente de los límites del lenguaje, ya que llega siempre un momento en que la muerte nos deja sin voz. El silencio se impone entonces... o bien el poema, que es palabra transfigurada. Por eso la última de estas meditaciones toma prestada la voz poética, para que el canto, más allá de la muerte, tenga la última palabra.

Jean Mouttapa

Primera meditación