Libros de bolsillo
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GUZMÁN CARRIQUIRY

El bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos

Ayer y hoy

Prólogo del cardenal Jorge Mario Bergoglio

© 2011
Guzmán Carriquiry
y
Ediciones Encuentro, S.A., Madrid

Diseño de la cubierta: o3, s.l. - www.o3com.com

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PRÓLOGO

En Una apuesta por América Latina, su autor, el Dr. Guzmán Carriquiry, se presentaba como «uruguayo, rioplatense, mercosureño, sudamericano, latinoamericano que, por las sendas desmesuradas e imprevisibles de la Providencia, trabaja desde hace treinta años en la Santa Sede, en el centro de la catolicidad». Sin duda, su peculiar arraigo y trayectoria da motivo, consistencia y proyección a este nuevo libro suyo, El bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos.

La obra del Dr. Guzmán Carriquiry excluye, de entrada, el riesgo de convertirse en una crónica de hechos aislados. El subtítulo «Ayer y hoy» enmarca el tema en la dinámica de un proceso. Porque la independencia de los países latinoamericanos no fue un hecho puntual que se dio en un momento sino un camino, con escollos y retrocesos, un camino que aún ahora hay que seguir andando en medio de variados conatos de nuevas formas de colonialismo.

Tal estilo dinámico de la obra, además de la narración de hechos, conlleva un esfuerzo interpretativo del proceso. En este punto observo la mayor riqueza. Carriquiry, con su método, entra en el problema de la hermenéutica con la que hay que abordar los procesos históricos y los hechos singulares. En este punto es sumamente original. En sus estudios sobre crítica literaria Dámaso Alonso llamaba la atención y señalaba la importancia que ha de darse a la relación entre «contenido» y «continente»: ha de existir armonía entre ellos. Éste es un principio hermenéutico que, proyectado al ámbito histórico de este libro, podríamos enunciar sencillamente así: los hechos históricos no pueden ser primariamente comprendidos e interpretados con hermenéuticas anacrónicas. Vittorio Messori, por ejemplo, en su libro sobre la leyenda negra americana se esfuerza por mantener tal principio. Los hechos han de ser evaluados y comprendidos desde la óptica de la época en que sucedieron. Si esto se da así, entonces sí, en una etapa final, es gnoseológicamente lícito abordar el conjunto del proceso con elementos del pensamiento contemporáneo, pero siempre sobre la base de las interpretaciones parciales con la hermenéutica de la época.

En este esfuerzo crítico Carriquiry sale airoso y logra presentarnos un armónico proceso de hechos e interpretaciones. Resulta acertada la cita que hace de Methol Ferré en la página 125, en la que el genial pensador rioplatense menciona el desfonde histórico de las ideologías desde las que se construyó la variada serie de hermenéuticas sobre la independencia de los países latinoamericanos: después de las notorias carencias de los tópicos liberales, abundaron interpretaciones inspiradas en los ateísmos mesiánicos y sus utopías «salvacionistas» (que habían tenido en el marxismo su vértice ideológico y en el socialismo real los primeros Estados confesionalmente ateos de la historia) y ahora en esa corriente de hedonismo nihilista en la que desembocan las crisis de los credos ideológicos. El ateísmo hedonista, junto a sus «complementos de alma» neognósticos, se ha transformado en vigencia cultural dominante, con proyección y difusión globales, convertido en atmósfera del tiempo que vivimos. Se trata del nuevo «opio del pueblo». En nuestro tiempo asistimos a este tipo de hermenéuticas ideológicas que, curiosamente, terminan asociadas configurando el «pensamiento único» montado sobre el divorcio entre intelligentia y ratio. La inteligencia es fundamentalmente histórica. La ratio es instrumental a la inteligencia pero, cuando se independiza, busca sustento en la ideología o en las ciencias sociales como pilares autónomos. El «pensamiento único», además de ser social y políticamente totalitario, tiene estructura gnóstica: no es humano; reedita las variadas formas de racionalismo absolutista con las que culturalmente se expresa el hedonismo nihilista al que se refiere Methol Ferré. Campea el «teísmo spray», un teísmo difuso, sin encarnación histórica; a lo más creador del ecumenismo masónico. Así van surgiendo en nuestra época las ideologías más variadas, reducidas finalmente a este gnosticismo teísta que, en términos eclesiales, podríamos definir como «un Dios sin Iglesia, una Iglesia sin Cristo, un Cristo sin pueblo». Si usamos esta hermenéutica provocamos una verdadera des-carnación de la historia. El autor, en esta obra, sortea todas estas propuestas y hace una interpretación del proceso libertario latinoamericano que podríamos llamar «católica» por el respeto al hombre encarnado en la historia de los pueblos.

También sobre lo «concreto católico» se inspira otro aspecto importante de la metodología de esta obra: los costos que los pueblos debieron pagar en aras de una política independentista desarraigada de la realidad. Se puede hablar de un concepto de independencia de corte nominalista que inspiró muchos capítulos de nuestra historia latinoamericana configurando una suerte de romanticismo libertario. El autor es agudo en el análisis de este problema y crítico en la descripción de las consecuencias que acarreó a nuestros pueblos. Las canciones patrias muchas veces son una muestra de este nominalismo de la libertad, que termina siendo una idea sin arraigo que sobrevuela la realidad concreta de los pueblos.

En este libro confluyen pasado, presente y futuro. No se trata de un simple catálogo de hechos del pasado, ni un análisis sociológico del presente ni una descripción de la utopía adveniente. Se trata de un libro de historia, de Historia con mayúscula en la cual el protagonista es el pueblo, los pueblos latinoamericanos. Pueblos que viven un presente que les exige compromiso con el pasado y el futuro: un pasado recibido para hacerlo crecer y transmitirlo a los que nos sucederán. En una frase plásticamente tensionante alguien expresó que el presente no es sólo lo que recibimos de nuestros padres sino también lo que nos prestan nuestros hijos para que luego se lo devolvamos. Un presente recibido y prestado a la vez, pero un presente que es fundamentalmente nuestro; hacerse cargo de él es hacer patria, lo cual es algo muy distinto que construir un país o configurar una nación. Un país es el espacio geográfico, la nación la constituye el andamiaje institucional. La patria, en cambio, es lo recibido de los padres y lo que hemos de entregar a los hijos. Un país puede ser mutilado, la nación puede transformarse (en las posguerras del siglo XX hemos visto tantos ejemplos de esto), pero la patria o mantiene su ser fundante o muere; patria dice a patrimonio, a lo recibido y que hay que entregar acrecentado pero no adulterado. Patria dice a paternidad y filiación... patria evoca aquella escena trágica y esperanzadora de Eneas con su padre a babuchas en la tarde de la destrucción de Troya: «et sublato patre montem petivi». Sí, patria supone soportar lo recibido no para guardarlo en conserva sino para entregarlo íntegro en su esencia pero crecido en el camino de la historia.

Patria necesariamente entraña una tensión entre la memoria del pasado, el compromiso con la realidad del presente y la utopía que proyecta hacia el futuro. Y esta tensión es concreta, no sufre intervenciones extrañas, no se extrapola en la confusión de la realidad presente con la memoria y la utopía engendrando fugas ideológicas esencialmente infecundas.

La Iglesia, en el Documento final de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano, asume esta concepción histórica de los pueblos del continente, consciente de que «lo concreto católico», que responde a la Encarnación del Verbo, es constitutivo de nuestra realidad latinoamericana. Carriquiry entiende muy bien este planteamiento y lo plasma con rigor intelectual en esta obra que no elude las problemáticas ni los variados fracasos a lo largo de estos doscientos años; tampoco, y simplemente porque es católico, disimula el pecado histórico tantas veces reeditado en el seno de nuestros pueblos. Tiene el coraje de mirar más hacia atrás y más allá, hacia la promesa de ese mestizaje cultural proféticamente plasmado en el rostro aindiado de una Madre embarazada y en su confortante mensaje de vida promisoria hacia el futuro: «¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?».

Cardenal Jorge Mario Bergoglio
Buenos Aires, 24 de enero de 2011,
Fiesta de Nuestra Señora de la Paz

Introducción

El origen de este estudio tuvo lugar en la invitación que la Comisión Pontificia para América Latina dirigió a su autor para pronunciar una conferencia sobre el Bicentenario de la Independencia de los países latinoamericanos al cuerpo diplomático de estos países acreditado ante la Santa Sede.

Este breve ensayo desborda, por cierto, los límites de aquella conferencia. Sobre la base de numerosas investigaciones y publicaciones historiográficas, su finalidad es proponer un juicio sintético sobre los criterios fundamentales para afrontar las actuales conmemoraciones y celebraciones del bicentenario. En él se recapitulan algunas hipótesis rectoras sobre aquella fase histórica para intentar plantear con claridad el legado que dejó la independencia y las grandes tareas históricas que los pueblos latinoamericanos tienen que asumir en el presente y en el próximo futuro.

Un acontecimiento relevante

Abundan cada vez más las referencias a las conmemoraciones del bicentenario de la independencia en los países latinoamericanos. En efecto, el bicentenario de la independencia aparece ya como acontecimiento relevante, cargado de altos contenidos simbólicos, que enfrenta a los países latinoamericanos con su pasado, su presente y su futuro. Estas conmemoraciones ya han comenzado a celebrarse en una América Latina que está pasando por una fase de especial turbulencia política, tiempos tensos y complejos marcados por crecientes antagonismos y confrontaciones, pero también caracterizados por un persistente y relevante crecimiento económico y un renovado protagonismo en el cuadro de muy fluidos escenarios mundiales de multipolarismo emergente. Son tiempos que exigen y movilizan, a la vez, un afrontamiento urgido de la realidad, un repensar a fondo los caminos históricos de América Latina, un debate abierto sobre los mayores desafíos, prioridades y tareas para ir construyendo su futuro.

Las conmemoraciones del bicentenario de la independencia han sido asumidas y están siendo programadas y realizadas, en primer lugar, por los gobiernos de los diversos Estados en el subcontinente.

Argentina inició los preparativos para celebrar el bicentenario de la gesta independentista en 1999, cuando publicó el Decreto 1561/99 mediante el cual se constituiría la Comisión que tendría a su cargo dichos preparativos, pero fue el 25 de agosto de 2005, con Decreto 1016/05, cuando el entonces presidente Nestor Kirchner dejó sin efecto el decreto anterior y constituyó el Comité Permanente del Bicentenario y el «Plan de acción del Bicentenario». Bajo el título de «Debates de Mayo», la Secretaría de Cultura del gobierno argentino inició ciclos anuales de estudio y promoción de publicaciones relativas a las problemáticas históricas y actuales que esta conmemoración impone a la consideración y examen. En torno al 25 de mayo de 2010 hubo grandes festejos, especialmente en el Paseo del Bicentenario en el centro de Buenos Aires, con gran participación popular.

Chile estableció por el Decreto Supremo n. 176, de fecha 16 de octubre de 2000, su Comisión del Bicentenario, bajo el lema «Tarea de todos», promulgado por el entonces presidente Ricardo Lagos en 2000. Entre los muchos programas definidos y ya en curso de realización se destaca el «Foro Bicentenario» como promoción de debates y reflexiones para «contar y pensar la América nuestra». El 18 de setiembre de 2010 se festejó el Bicentenario en Chile con numerosas manifestaciones y la construcción de grandes obras de infraestructura urbana.

Bolivia comenzó a planificar la conmemoración de los doscientos años de su independencia con la creación del Comité Nacional del Bicentenario, al amparo de una Ley (n. 2501) promulgada en agosto de 2003. El 25 de mayo de 2009 se decretó Fiesta Cívica Nacional.

Colombia celebró el 20 de julio de 2010 su bicentenario de la independencia, promovido por la Alta Consejería Presidencial conforme a lo establecido por el Decreto 446 del 15 de febrero de 2008. El gobierno colombiano inscribe estas conmemoraciones en una reflexión y proyecto denominado «Visión Colombia 2019», precisamente en el bicentenario de la victoria decisiva de Bocayá, que tuvo lugar en 1819.

En México, la comisión organizadora y el decreto por el que se establece el bicentenario en la agenda gubernamental datan de marzo de 2006. Un plan de conmemoraciones en todo el país fue anunciado solemnemente por el presidente Felipe Calderón, quien convocó para 2010 una Conferencia Mundial de Juventud. Para México el año 2010 trajo a colación una doble celebración: el bicentenario de la independencia y el centenario del inicio de la Revolución mexicana.

El 17 de abril de 2008 se creó la Comisión Presidencial para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia de la República Bolivariana de Venezuela, «para consumar un proyecto que se inició en el siglo XIX y que aún no concluye».

En Ecuador se estableció un Plan de Desarrollo, 2004-2009, bajo el título: «Quito hacia el Bicentenario». El Decreto 561, de 20 de agosto de 2007, declaró los años 2007 y 2008 como «Años de Promoción Nacional» y estableció que entre los años 2009 y 2012 se llevará a cabo la «Recordación Nacional del Bicentenario». El Comité Presidencial del Bicentenario fue creado el 15 de abril de 2008, por Decreto 1023.

La Comisión Nacional de la Conmemoración de la Independencia Nacional de la República del Paraguay fue creada por la Ley 3495/08, que propone los mayores festejos para 2011. En este mismo año, Uruguay conmemora «el grito de Asencio» como inicio del proceso independentista. También El Salvador celebrará los doscientos años de su primer Grito de Independencia el 5 de noviembre de 2011. Similares leyes y decretos fueron promulgados en muchos otros países latinoamericanos con la misma finalidad.

Diez países latinoamericanos, entre los que se encuentran Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Paraguay, México, Venezuela y España, como nación invitada, crearon en 2009 el «Grupo Bicentenario» como instancia multilateral, con el objetivo de promover, organizar y coordinar, en forma conjunta, las diversas celebraciones y actividades. También fue creado un Grupo Bicentenario entre los ministros de Cultura de los países miembros de la «Alternativa Bolivariana para las Américas» (ALBA), mientras el presidente de Bolivia, acompañado por los presidentes de Venezuela, Ecuador y Paraguay, conmemoraba en La Paz, en julio de 2009, los doscientos años de la Junta paceña como comienzos de los procesos de independencia americana. El tema del bicentenario ha sido considerado en la reciente reunión de la «Unión de las Naciones Sudamericanas», en Quito, así como en la XX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que tuvo lugar en Mar del Plata, en noviembre de 2010.

Incluso el gobierno español constituyó la Comisión Nacional para la Conmemoración de los Bicentenarios de la Independencia de las Repúblicas Iberoamericanas, cuyo embajador plenipotenciario y extraordinario es el expresidente Felipe González.

Mientras tanto se multiplican iniciativas programáticas —muchas de ellas ya en curso de realización— por parte de numerosas y diversas instituciones: gobiernos locales, universidades, institutos de investigaciones históricas, centros culturales, así como muchas organizaciones no gubernamentales interesadas en esa temática, tanto a niveles nacionales como regionales. En la mayoría de los países ya ha habido jornadas patrias, desfiles militares, solemnes celebraciones religiosas, seminarios de estudios e investigación, torneos escolares y muchas otras iniciativas. En el cuadro de estas celebraciones se han planificado e inaugurado museos, monumentos patrios y obras de infraestructura urbana. En la creciente producción editorial relativa a las temáticas del bicentenario, se destacan especialmente tres publicaciones de envergadura: una de ellas fue la de las ponencias del prematuro Congreso Internacional que tuvo lugar en México, en marzo de 2007, bajo el título: México en tres momentos 1810-1910-2010/Hacia la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicanas/Retos y perspectivas; la segunda es la del libro Historiadores chilenos frente al Bicentenario, y la tercera, con el título Revolución, Independencia y Guerras civiles, es una obra de investigación y consulta de varios autores publicada por la Alta Consejería Presidencial y la Fundación Bicentenario en Colombia. Se trata de publicaciones muy heterogéneas en cuanto a la materia tratada y de desigual valor en las contribuciones recogidas. La Feria del Libro, el evento cultural más masivo de Cuba, que tuvo lugar en La Habana del 10 al 20 de febrero de 2011, ha sido dedicada al bicentenario.

El V Congreso Internacional de la Lengua Española, previsto para realizarse en Valparaíso del 3 al 5 de marzo de 2010 pero que tuvo que ser suspendido a causa del impresionante terremoto sufrido en Chile, tenía un título muy sugestivo: América y la lengua española: de la Independencia a la Comunidad Iberoamericana de Naciones.

La Iglesia católica no podía no interesarse, como protagonista, en dichas conmemoraciones. En el Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, reunida en Aparecida (Brasil) del 13 al 29 de mayo de 2007, se lee: «En América Latina y el Caribe, cuando muchos de nuestros pueblos se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia, nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos (...)» (n. 13). La referencia al bicentenario está presente en la agenda de la mayoría de las Conferencias Episcopales Nacionales de América Latina. El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) está promoviendo consultas a universidades católicas del subcontinente y convocando reuniones de expertos para estudiar los criterios adecuados para afrontar tales celebraciones, participar en ellas, desarrollar los propios programas y ofrecer su contribución original. Un Congreso Internacional de historiadores, celebrado en Roma del 19 de marzo al 2 de abril de 2010 y promovido por el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» y la Universidad Europea de Roma, tuvo como tema: La Iglesia Católica ante la independencia de la América española.

En noviembre de 2008, la Conferencia Episcopal argentina publicó un documento importante: Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad. El 25 de mayo de 2010 el cardenal Jorge Bergoglio presidió el Te Deum en la catedral de Buenos Aires y hubo un mensaje del papa Benedicto XVI dirigido a la Argentina con ocasión de dicha conmemoración. En el Te DeumHistoria de la Iglesia en Chile