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Debates sobre globalización y derecho

© Politécnico Grancolombiano 2006

Calle 57 No. 3 - 00 Este PBX: 3 46 88 00 - Fax: 3 46 92 56

www.poligran.edu.co

Bogotá, D.C. Colombia

Primera edición 2006

ISBN 958-8085-65-9 Número de ejemplares: 500

Editorial Politécnico Grancolombiano

Bogotá, junio de 2006

Facultad de Negocios Internacionales

Vicerrectoría Académica

Carlos Julio Pineda

Compilador

Marcela Giraldo

Editora general

Ángela Sánchez

Camila González

Blanca Marlene Huertas

Editoras

Eduardo Norman Acevedo

Coordinador editorial

Carolina Jaramillo Carvajal

Coordinadora de producción editorial

Lemoine Comunicación

Diagramación y armada electrónica

Diseño de carátula

Editorial Kimpres Ltda.

Editorial perteneciente a la Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia, Aseuc.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su totalidad ni en sus partes, ni registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro óptico para fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

 

PRESENTACIÓN

En los albores de la década de los ochenta y principios de la de los noventa se acentuó el debate sobre la transición de un país por tradición proteccionista a uno insertado en el mercado mundial, acompañado este proceso de su impacto en los modelos de desarrollo.

Fue así como en septiembre de 2003 y, posteriormente, de 2004 el Politécnico Grancolombiano y la Corporación Escenarios, en el marco de una alianza estratégica para el análisis de temas académicos e investigativos, convocaron a un número representativo de autoridades colombianas para debatir los que por esos años fueron considerados temas de palpitante actualidad y de impacto para el devenir del país en los inicios del siglo XXI. Por supuesto, son aspectos que continúan ocupando la primera plana del devenir nacional.

El encuentro ¿Qué tan preparado está Colombia para la globalización? centró su atención en una reflexión en detalle sobre la apertura y la inserción colombiana a la economía mundial. Sin duda, fue un espacio de excelencia donde se pusieron en común las fortalezas y debilidades del país frente a este proceso internacional.

Los panelistas fueron uno a uno presentando su visión sobre lo que afecta la competitividad nacional y las estrategias para su fortalecimiento desde diferentes ópticas y enfoques, así como desde diversos universos económicos y sociales.

Los desafíos de la globalización, la estabilidad macroeconómica, el sistema financiero, la situación de la infraestructura, el panorama nacional de competitividad, la gobernabilidad y la globalización, la educación, la ciencia y la tecnología fueron aspectos examinados en detalle por una nómina de expositores, sin duda, de alto y reconocido nivel de excelencia.

Ernesto Samper Pizano, Pablo Michelsen Niño, Antonio Hernández Gamarra, María Luisa Chiappe, Luis Fernando Jaramillo Correa, Gonzalo Hernández, Jaime Andrés Niño, Luis Javier Jaramillo, Lucía Tarazona y Fernando Chaparro expusieron sus planteamientos sobre los temas anotados, los que fueron luego debatidos y analizados por cerca de setenta participantes en el Foro del 4 y 5 de septiembre de 2003, realizado en Paipa (Boyacá).

Ante la imperiosa tendencia hacia la globalización que caracterizó la última década en las postrimerías del siglo XX y en las puertas del XXI era claro que “el mundo de hoy no está ya dividido entre los que tienen y no tienen sino entre los que saben y los que no saben”, como bien lo señaló uno de los panelistas.

Varios de los analistas coincidieron también en que el debate económico iniciado a principios de los ochenta y que presidió y continúa rigiendo los foros nacionales e internacionales actuales, ha estado signado por la tendencia irreversible de la globalización. Es decir, se imponía la necesidad de plantear la relevancia de esta discusión, como ejercicio político, académico y por supuesto en cuanto a su impacto en las políticas y decisiones sociales, de competitividad, infraestructura y participación de la sociedad civil en los destinos del país.

La controversia quedó en tablas porque si bien hay un relativo consenso en que Colombia no podía postergar ya más su inserción en los mercados internacionales, la forma tan abrupta, poco gradual y sin previsión de ningún tipo, como se adelantó el proceso de globalización en el país, puso de manifiesto que no se contaba con los escenarios y recursos propicios para poder competir en condiciones menos desfavorables, como en efecto ha sucedido.

Y, entonces, se podría afirmar al unísono con varios de los conferencistas que con el proceso de apertura se dejaron atrás los grandes eslabones del engranaje económico y social, al quedar rezagado el empleo como objetivo esencial del proyecto de bienestar del pueblo colombiano.

Un año después (el 2 y 3 de septiembre de 2004) la alianza estratégica -cuya secretaría ejecutiva es ejercida por la Facultad de Negocios Internacionales del Politécnico Grancolombiano-, también convocó a un grupo multidisciplinario de panelistas a polemizar sobre un modelo social alternativo de desarrollo en épocas de globalización de mercados.

Temas como Estado, mercado y sociedad, los retos de un mundo global, el empleo y la pobreza como bombas de tiempo sociales, la informatización y el desempleo, la inversión social, y la salud, la educación, la ciencia y la tecnología, de nuevo, fueron aspectos sometidos a la lupa de estos especialistas.

A sus colegas de un año anterior se sumaron con sus aportes Juan Carlos Ramírez, Luis Bernardo Flórez, Mauricio Cabrera y Cecilia López.

El objetivo general para seleccionar esta temática fue el de reflexionar sobre la situación de ingobernabilidad y deterioro institucional que se ha experimentado en el país por causa de factores tanto internos como externos y aventurarse en la formulación de un modelo alternativo de desarrollo que permita un mejor crecimiento y equidad.

Fue, sin duda, un espacio propicio para incursionar en el estado de las fortalezas y debilidades de Colombia frente al desafío inmediato de revaluar el proceso de inserción a la economía internacional, tema que había sido motivo de polémica en el Foro de 2003.

En consecuencia, se podría concluir con el economista y analista Mauricio Cabrera que se va en contravía de los principios constitucionales de 1991 destacados en el artículo 334 pues “calidad de vida, distribución equitativa y pleno empleo son algunos de los objetivos constitucionales. Sin embargo, Colombia lleva trece años como un modelo cuyos objetivos han sido: estabilidad macroeconómica, inflación, ajuste fiscal, apertura y liberación de mercados”.

El Politécnico Colombiano y la Corporación Escenarios presentan ante la opinión esta recopilación de las intervenciones de estos reconocidos expertos en temas económicos y sociales, de las cuales se han hecho unas adaptaciones en versiones libres editoriales, por considerarlas materiales de invaluable valor y cuyo aporte, sin duda, enriquecerá el debate nacional sobre temas que han sido y continuarán siendo de palpitante actualidad.

HACIA UN NUEVO
MODELO
DE DESARROLLO

FRENTE A LOS DESAFÍOS DE LA GLOBALIZACIÓN

MERCADO, ESTADO
Y SOCIEDAD

ERNESTO SAMPER PIZANO{*}

La combinación, dentro de un modelo de desarrollo, de los conceptos debe incorporar de alguna manera los conceptos de Estado, sociedad y mercado. Estos tres combinados con mayor o menor énfasis pueden determinar el sentido y la dirección de un modelo de desarrollo.

Desde hace muchos años el concepto de Estado-nación ha presidido los modelos de desarrollo en el mundo. Éste, nace a raíz de la suscripción de la paz de Westfalia en 1648 cuando los países acuerdan, para terminar la cadena infinita de guerras que habían padecido, repartirse el mapa político por territorios. A cada nación se le asignaba uno con sus límites naturales sobre los cuales se ejercía el poder de manera excluyente y soberana.

Los conceptos de territorio, poder y soberanía, de alguna manera, permitieron el nacimiento de los Estados modernos. Ahora comienzan a revaluarse con las nuevas discusiones sobre el concepto de regiones como es el caso de Europa o el de ciudades globales, al estilo de ciudades como Roma o las Romas globales, que consisten en atribuirle los méritos del desarrollo económico y social de una manera autónoma a ciudades que se equiparían así para asumir la globalización.

Más adelante con la revolución industrial, al viejo concepto del Estado-nación se le agregó el de modernidad o progreso, el cual asignaba a estos Estados la función primordial de buscar la modernidad o progreso. El mito de la modernidad prevaleció en relación con las tareas del Estado en la segunda mitad del siglo XIX y en la primera del XX. Sin embargo, América Latina tuvo una experiencia dolorosa con respecto a la asunción, en cierto modo gratuita, del mito de la modernidad que se interpretó como un rechazo a las tradiciones y la cultura, y una renuncia al pasado.

De ahí surgieron teorías “modernizadoras” en el sentido peyorativo de la palabra, que de cierta manera construyeron Estados identificados con ciertos mitos o supuestos de desarrollo extraños. Sería una pena que América Latina cayera del mito de la modernidad de entonces a lo que hoy en día se llamaría mito de la globalidad, es decir, aceptar como una versión sin discusión el tema de la globalización e incursionar de una manera gratuita y sin ningún tipo de protección ni reglas de juego por los vericuetos de la globalización simple.

Alrededor del Estado y el mercado, las discusiones en América Latina han sido si no retóricas, algunas de ellas simplistas. Por ejemplo, la que se concentra en la necesidad de tener más o menos Estado, las que identifican de una manera ideológica su preponderancia con teorías de izquierda y el Estado mínimo con teorías de derecha.

Proyectos nórdicos de desarrollo

Los países más globalizados son los nórdicos como Dinamarca y Noruega. Se creería que éstos han conseguido, como lo proponen las recetas neoliberales, rebajar al mínimo los impuestos directos, pero no es cierto. Se trata de los países con los más altos niveles de tributación. Tampoco es acertado decir que la flexibilización laboral ha garantizado su inscripción adecuada en la globalización.

La mayor parte de esos países tiene un sistema de seguridad social y contratos laborales muy amarrados que hacen prácticamente imposible la movilidad en el mercado de trabajo. Tampoco tienen pequeños Estados que, según las teorías neoliberales, garantizarían el progreso. La preponderancia del Estado en su PIB supera dos veces la de otros países que se consideran industrializados.

Lo cierto es que en estos países ha existido una visión o proyecto de desarrollo consistente y duradero a lo largo de los años que es lo que les ha permitido, independientemente del tamaño del Estado, conseguir niveles de apertura sin sacrificar expectativas sociales como sucede en América Latina.

Estado o mercado

Estado y mercado no son dos realidades excluyentes. América Latina tiene dos experiencias recientes de modelos de desarrollo. Uno proteccionista en su totalidad que se vivió en las décadas de los cincuenta y ochenta, y uno neoliberal que se ha venido viviendo o sobreviviendo entre la década de los ochenta y finales del siglo XX. El papel que representó el Estado en estos modelos de desarrollo fue totalmente distinto. En el proteccionista, su papel fue el de gran dispensador de beneficios, privilegios y subsidios, así como el intérprete o árbitro de la puja redistributiva por fuerzas de protección que al final le hizo más daño al modelo.

En el esquema neoliberal, el Estado se ha convertido en un representante de los ganadores del juego de la globalización en muchos de nuestros países. El papel neoliberal del Estado ha sido el de representar a los ganadores y no tener en cuenta a los perdedores.

En conclusión, en un modelo alternativo es necesario que el Estado represente la reinstitucionalización de la sociedad, la política y la economía para asumir los desafíos de la globalización. En otras palabras, detrás del problema de la globalización hay una carencia de una adecuada institucionalidad que permita manejar sus propios desafíos, nuevos instrumentos institucionales en materia social, una moderna institucionalidad económica que va desde una arquitectura financiera actual hasta nuevas redes de gobernabilidad en lo político, nuevos vínculos, conceptos de cadenas productivas para el desarrollo tecnológico, novedosos diseños institucionales para asumir riesgos.

Estos riesgos hoy, a diferencia de hace cuatro siglos, no son causados de forma aleatoria por la naturaleza sino por los mismos hombres: contaminación ambiental, riesgos eventuales de una catástrofe nuclear, vicisitudes de mercados caprichosos o aleatorios en su totalidad, riesgos inherentes a las empresas globales que a través de la desagregación industrial crean dificultades en distintos países con un sistema apoyado en la informática.

Este modelo alternativo, ante todo, debe llevar a una nueva institucionalidad dentro de la cual el Estado aparecería revalorizado y redimensionado sin detenernos a pensar si es el Estado o el mercado o si es un Estado grande o pequeño.

Papel de la sociedad

La segunda reflexión sobre este modelo tiene que ver con el papel que puede desempeñar la sociedad. La literatura de la globalización contemporánea habla sobre el papel de la sociedad civil, término tan reiterado como confuso y difuso. Con el nuevo esquema global el concepto de lo público y lo privado debe ser revalorizado. Ya no se le puede atribuir en exclusiva el papel de lo público al Estado y el de lo privado al sector o a la iniciativa particular. Al contrario, muchas actividades estatales de carácter privado deberían ser atendidas por el sector particular o actividades a las cuales puede entrar el Estado a competir o a regular a través de sus propias inversiones como las telecomunicaciones.

Asimismo, muchos agentes de la sociedad cumplen un papel que antes estaba reservado para el Estado de manera exclusiva, como por ejemplo la distribución de bienes públicos sociales. Entonces, se debe superar la vieja discusión del Estado y ser pragmáticos. De 26.000 organizaciones mundiales, la mitad son civiles sociales. Ya no sólo se habla de ONG sino de OCS (organizaciones civiles y sociales) para distinguir a aquellas organizaciones no gubernamentales en las cuales podrían estar incluidas hasta las mafias del narcotráfico y aquellas distribuidas para el aseguramiento de unos bienes públicos sociales que van desde bienes materiales hasta servicios educativos, de salud y hasta aquellos intangibles como el concepto de derechos humanos.

La función de este modelo alternativo consiste en construir ciudadanía y por tanto dejar atrás el concepto de exclusión social. Más allá de la oferta y asistencialismo social que caracterizó las políticas sociales de América Latina entre los años sesenta y setenta, que medía el desarrollo social en función del crecimiento de la oferta de bienes sociales como por ejemplo más escuelas, hospitales, camas hospitalarias y aulas escolares, y que constituye una manera disfrazada de populismo. Hoy día se debe pensar en la articulación del concepto de libertad y necesidad.

Eso permite pensar en procesos sociales acompañados de participación política a través de los cuales la gente reclame la satisfacción de sus necesidades y se convierta en el fiscal de la acción del Estado o del mercado en la provisión de estos bienes esenciales. Entonces el concepto de exclusión o inclusión social va a permitir la superación de este síndrome de crecimiento social o neoliberal que muestra que solamente las fuerzas del mercado pueden asignar de manera eficiente los recursos públicos o privados para estos mismos destinos.

Posición de los partidos políticos

Para lograr que estas reclamaciones de la sociedad civil sean, de alguna manera, interpretadas por los proyectos políticos, el modelo alternativo debe tener una propuesta clara en cuanto al papel que deben cumplir los partidos políticos. El problema de los partidos contemporáneos es que se parecen cada vez más a la idea que se tiene de ellos. La gente piensa que son corruptos y lo son, que no tienen ideología y no la tienen o la están perdiendo. Pero aún con todas estas dificultades nadie puede afirmar que existe democracia sin partidos políticos.

Sería un acto de temeridad ideológica dejar la fijación de los proyectos políticos y la consecución de los objetivos políticos de la sociedad a fuerzas que de alguna manera han entrado a suplir la política porque ésta ya no la hacen los políticos, sino por ejemplo los jueces a través de la figura de la judicialización de la política o de la politización de la justicia. La política la están haciendo los medios de comunicación en lo que se llama la video política, las organizaciones no gubernamentales que es a lo que se llama la subpolítica y esto no sería algo de criticar si de manera simultánea con este ejercicio de actividades de representación existiera la posibilidad de una responsabilidad política. El problema no es que hagan política, sino que la hagan sin responsabilidad política. Por eso se debe tener en cuenta una reestructuración de los partidos.

Las crisis de los partidos en América Latina y las políticas están de una u otra manera asociadas con las crisis de los partidos, tanto en Venezuela donde la congelación de las opciones políticas reventó en mil pedazos el sistema político, como en Brasil donde existen de 82 a 87 partidos anárquicos y dispersos o este Estado de hibernación ideológica y partidista en que se encuentran países como Costa Rica o Colombia por cuenta de algunos partidos que se han deslegitimado en la medida en que las realidades políticas los van superando.

En ese sentido es importante analizar el presidencialismo o parlamentarismo, un tema asociado de manera coyuntural en Colombia con la reelección, que debe ser una preocupación continental y hemisférica. ¿Cuál es el sistema de gobierno y el político que encaja en este modelo alternativo de desarrollo? En la actualidad América Latina tiene una concentración de más de 70% de los sistemas presidencialistas mundiales. En los últimos veinte años se han conocido en el mundo aproximadamente 45 procesos de transición democrática, de los cuales alrededor de 38 la han hecho hacia sistemas parlamentarios y apenas cinco hacia presidencialistas.

El presidencialismo es el sistema político típico de América Latina por razones históricas. Nuestros países vieron la luz de la República o amanecieron como repúblicas de la mano de una gran cantidad de jefes militares o generales que ganaron las guerras de independencia e impusieron regímenes autoritarios propios de su misma condición para poder mantener la gobernabilidad inicial.

Más adelante, el sistema presidencialista se afirmó ante la necesidad de evitar la desintegración geográfica de los países por las guerras civiles, como fue el caso de Colombia en la segunda mitad del siglo XIX. Luego, se terminó de reafirmar una vez liberados de la influencia europea y fue calcado el sistema presidencialista norteamericano, sin adoptar sus características. Éste cuenta con tres contrapesos fundamentales: el poder Federal, la Corte Suprema de Justicia y el Congreso.

El Federal limita al Ejecutivo. El sistema presidencialista norteamericano nació cuando se le entregó al Presidente de Estados Unidos la capacidad de administrar los Estados federales. En segundo lugar, la presencia de una Corte Suprema de Justicia, cuyo papel es unificar la diversidad y conseguir unidad a través de la interpretación constitucional con la dinámica que suponen estos procesos. En tercer lugar, la composición del Congreso que representa los intereses de la sociedad norteamericana más que los de partido.

Virtudes del sistema semi parlamentario

Surge, entonces, la posibilidad de pasar no a un sistema parlamentario en su totalidad, sino a uno semi parlamentario porque no se tienen las ventajas del sistema presidencialista ni del parlamentario. En el semi parlamentario se elegirían unas mayorías parlamentarias, que a su turno elegirían un jefe de gobierno y unas mayorías absolutas que se pronunciarían por un presidente que sería el jefe de gobierno o por lo menos coordinaría las funciones de Estado.

Avanzar hacia un sistema semi parlamentario tiene dos virtudes. La solución institucional de las crisis políticas y la idea implícita de que en el sistema presidencialista el presidente es elegido una sola vez por unas mayorías simples y durante un período fijo de mandato, lo cual prácticamente convierte a los presidentes en rehenes de la institucionalidad. Si un presidente no tiene la capacidad, como hubiera querido tenerla yo, por ejemplo, en 1996 de haber convocado a elecciones refrendatarias o disuelto el Congreso y llamar a unas elecciones generales para relegitimar o deslegitimar los mandatos, de tramitar desde lo institucional las crisis políticas, se pueden generar experimentos dolorosos en los cuales la gobernabilidad se consigue a costa de la institucionalidad como sucedió en Argentina y Perú, y sucede en Ecuador.

Adoptar este sistema también daría la posibilidad de reconstituir los partidos. Es lamentable que todos los presidentes de América Latina, sin excepción y sin hacer referencias actuales, utilicen el poder presidencial para conseguir mayorías artificiales trabajando uno por uno a los parlamentarios, y de que la estabilidad política sea el resultado de acuerdos de concertación entre partidos lo que daría mayor gobernabilidad y posibilidad de sacar adelante este modelo de desarrollo.

De tal manera que es necesario comenzar a hablar en términos de “nuestro modelo alternativo” y una nueva red de gobernabilidad que siga los términos de Gramsci, que decía que las revoluciones se producen cuando los que tienen que salir no han salido y los que tienen que entrar no lo han logrado, que permita que algunos actores puedan entrar al escenario político y otros que deban salir puedan hacerlo con tranquilidad.

Esto lleva a la necesidad de una nueva ola de redemocratización en América Latina que estaría presidida por tres elementos: reinstitucionalización del gobierno, ampliación del concepto de exclusión social y régimen semi parlamentario o semi presidencialista.

Problemas del modelo

América Latina ha conocido, durante los últimos cincuenta años, tres tipos de modelos económicos, de los cuales se conocen más sus características económicas que sus determinantes políticos. El modelo proteccionista entre los años cincuenta y ochenta fue la prolongación del modelo de los años treinta, cuando se tomó la decisión de hacer un intervencionismo espontáneo. A partir de los años cincuenta, con las tesis de la Cepal, éste se volvió más estratégico, tanto que alguna vez se llamó aislamiento estratégico del modelo proteccionista.

Luego, el modelo de ajuste de los años ochenta fue ante todo coyuntural. En los años noventa trató de volver permanente el modelo de apertura, pero se terminó, lamentablemente, con el consenso de Washington, que tenía mucho más de Washington que de consenso.

Entonces surgen preguntas: ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál podría ser el modelo que sustituyera al anterior? Para encontrar un camino hacia este modelo es necesario explorar especificidades de la realidad latinoamericana.

Es necesario, por ejemplo, tener en cuenta el concepto de solidaridad, que constituye una materia prima muy latinoamericana. De cierta manera ésta expresión dinámica de participación en política es el movimientismo muy propio de América Latina o la consecución de fines políticos a través de movimientos sociales como los sindicalistas de los años treinta o las actuales olas de protesta social de los piqueteros en Argentina, los indígenas en Ecuador, los cocaleros en Bolivia, los desplazados en Colombia y los zapatistas en México.

Lo que identifica a todos estos movimientos es, en el fondo, la expresión activa de una búsqueda o solidaridad. Esta última debe estar implícita en el modelo. Hoy en día, en términos internacionales, se hace referencia a dos tipos de modelos bastante viejos: el de Beveridge en el que todo ciudadano tiene derecho a recibir los mismos bienes sociales, y el de Bismark que es el contributivo y dice que cada quién recibe según su aporte y contribución. Nosotros nos acercamos más al modelo de seguridad social de Beveridge.

Pactos sociales

En cuanto a lo que debe ser el mercado de la sociedad y el Estado, propongo recoger la propuesta de la Cepal en el sentido de que se debe volver a organizar la participación de los agentes sociales económicos y políticos a través de pactos sociales y fiscales. Estos últimos, de alguna manera, deben organizar aspectos como distribución, reparto de las cargas fiscales, participación entre regiones y nación, regresividad o progresividad de los modelos y pactos sociales que identifiquen el logro de las metas de la agenda social alrededor de unos propósitos comunes. Hay dos grandes agendas para acometer en el modelo una social como la mencionada en el tema de la exclusión y una de competitividad.

Nosotros, me refiero a un grupo de personas con una visión de centro izquierda sobre lo que debe ser la concepción del desarrollo, no podemos eludir nuestras posiciones sobre ciertos temas que tienen estabilidad macroeconómica.

Felipe González, ex presidente español, decía que el problema de la política económica no es ideológico sino técnico. Pero no hay nada más ideológico que una política macroeconómica. Ésta puede ser cíclica o contracíclica. Está demostrado en los estudios de América Latina que son mucho más regresivas las políticas cíclicas que las contracíclicas, es decir, en una época de recesión no se debe profundizar la recesión sino generar medidas contracíclicas que permitan recuperar la economía.

Las grandes crisis latinoamericanas no se han producido en épocas de recesión, sino de bonanza. Éstas han sido el resultado de la incapacidad de manejar las bonanzas más que las crisis recesivas. De la misma manera, no se puede hablar de que las políticas macroeconómicas sean neutras en términos sociales, hay unas que pueden ser mucho más recesivas en éstos términos que otro tipo de política macroeconómica.

Con respecto a la actual recesión en Colombia, la obsesión del Banco de la República por manejar de manera exclusiva el tema de la inflación, que le corresponde según la Constitución, lleva necesariamente a que se privilegien las medidas que la reducen y no las que disminuyen el desempleo. Por eso es importante alejar a todos los latinoamericanos de las épocas populistas en las que se utilizaban los flujos monetarios o cupos de emisión para producir determinados efectos sociales. Sin embargo, sí existen políticas macroeconómicas más o menos regresivas en términos sociales.

La tecnología en el desarrollo

El mundo de hoy no está dividido entre los que tienen y los que no tienen sino entre los que saben y los que no saben. Por eso es necesario adoptar una posición acerca del desarrollo tecnológico. No se trata solamente del tema de la propiedad intelectual discutido en abstracto. Hay que respetar las innovaciones y el derecho a ellas pero a partir de esa regla absoluta existe una gran cantidad de matices.

¿Cuál es el acceso democrático que tenemos los países al desarrollo de la tecnología? ¿Cuál es la posibilidad de que los países más atrasados tengan la opción de comprar en condiciones subsidiadas las drogas consideradas humanitarias? ¿Cómo se va a lograr la protección del conocimiento tradicional de biodiversidad, artesanías y folclor como expresiones legítimas de la creación? ¿Cuál va a ser el concepto que va a definir los derechos de autor, va a ser el derecho de creación o el de edición, copyright o copy de creación?

Por otro lado, América Latina está muy por debajo de los niveles de informatización. Países como Brasil, México y Chile están relativamente bien, pero en el resto del continente los niveles son precarios. Al respecto es importante plantear las siguientes inquietudes dentro de la agenda de competitividad y fijar una posición. ¿En qué idioma nos vamos a informatizar? ¿Cómo se van a extender las redes? ¿Cómo se van a preparar los maestros para que sirvan esas redes?

Dentro de estos reclamos, sin duda, está el tema de la infraestructura. Colombia está retrasada en materia de comunicaciones, vías y puertos. Por eso éstas son inquietudes válidas dentro de un modelo alternativo de desarrollo. Por ejemplo, no nos podemos quedar discutiendo el problema de la pobreza y si hay muchos o pocos pobres, sino que es necesario tener en cuenta las recetas que van a permitir que la economía crezca y que de forma simultánea con el crecimiento haya avance en las metas de equidad.

En el tema de la educación, los interrogantes serían: ¿Cuál es la agenda pendiente y la nueva en materia educativa? y ¿qué se debe hacer en uno y otro sentido para avanzar en el capital conocimiento? En cuanto a la financiación, en la actualidad en América Latina la participación del ahorro interno bruto no supera 16%. Asia necesitó del 35% para desarrollarse de manera consistente. En ese sentido es importante realizar una exploración que incluya el tema de la deuda externa, pero también la exploración de unos nuevos recursos como los de cooperación técnica, en los cuales estamos muy “biches”.

El tema de la integración se reduce a saber si lo que se quiere es un tratado de libre comercio o uno de integración. Si se busca el primero, es necesario plantear rebajas de aranceles, solución de controversias y medidas de protección intelectual. Pero si se quiere uno de integración, el problema es mucho más complicado porque es necesario resolver el tema de las asimetrías. Ésta es una región asimétrica en su totalidad en términos geográficos y sociales. Si no se establecen mecanismos como los fondos de cohesión que existen en Europa para nivelar diferencias entre países y clases sociales, esto se va a convertir en un simple saludo a la bandera en términos de aproximación.

En cuanto a temas como el de los subsidios agrícolas que ha debido ser abordado en la discusión del Tratado de las Américas, Estados Unidos ha hecho esfuerzos en la reducción de los subsidios a los exportadores, pero no en la de los productores. Lo que interesa en productos como ajonjolí, soya, maíz, algodón, lácteos y frutas son los subsidios dados a los productores y no a los exportadores. También se debe discutir el control al ingreso de capitales que sin duda fue el responsable de las crisis asiáticas.

Todo esto será posible con una nueva visión tecnológica de lo que debe ser el modelo de desarrollo. Ésta resulta de varios vectores: doctrinario e ideológico, internacional y cultural. El ideológico tiene que ver con la adscripción de un conjunto de ideas. América Latina ha pasado de forma intermitente en el siglo XX, por olas de marxismo, keynesianismo y liberalismo.

La de marxismo en los años veinte fue cuando las doctrinas de la revolución bolchevique fueron de alguna manera transferidas a través de la revolución agraria en México y de los movimientos garavistas de la época, y más tarde de los movimientos sindicalistas de los años treinta. Entonces fueron importadas las teorías bolcheviques y a través de ellas de alguna manera nos adscribimos al marxismo.

Luego con la recesión de los años treinta vino todo el desarrollo del intervencionismo que servía para conjurar la recesión, pero que no tenía fórmulas para mirar el tema de la inflación. Luego, se desembocó en el neoliberalismo que no es solamente una ideología sino una forma de gobierno, una ética y hasta una forma de interpretar la vida.

Hacia una nueva ideología

Se debe pensar en una nueva ideología que resulte de combinar Estado, mercado y sociedad de una manera pragmática. Luego se deben tener en cuenta fuentes de inspiración internacional. América Latina ha sido llevada en sus posiciones internacionales por los hechos internacionales, es decir, no hemos creado hechos internacionales sino esos hechos nos han creado a nosotros distintos condicionamientos. Por ejemplo, América Latina fue antifascista no por convicción, sino porque estaba con Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Si no hubiera existido Pearl Harbor, a lo mejor muchos de los dictadores de los años sesenta hubieran sido legítimos defensores de Hitler y Mussolini.

De la misma manera, la región se afilió a la causa antiimperialista. Nunca fuimos anticolonialistas porque no fuimos colonizados sino sojuzgados. En ese sentido el antiimperialismo pesó mucho más en los años sesenta y setenta que la descolonización en Asia y África. Ese es un elemento para tener en cuenta como posición internacional.

También América Latina estuvo de cierta forma inmersa en la guerra fría y ciertas doctrinas como la de la seguridad nacional fue el resultado de nuestra propia idea de que debemos defendernos de los enemigos y del mundo externo y estar todos previstos para el momento en que llegarán las tropas comunistas a comerse a los niños y a ahorcar a las monjas con las tripas de los curas. Entramos a la guerra fría por cuenta de esta adscripción.

En este momento la teoría de la seguridad nacional está derogada en su totalidad. Los problemas que acusan a América Latina como narcotráfico, terrorismo y corrupción son de una naturaleza que supera las amenazas externas y las viejas concepciones sobre las barreras que antes nos dispersaban. Contra la percepción europea y peyorativa de nacionalismo, una posición que hay que combatir, el único mito integrador en América Latina ha sido el nacionalismo. Lo único que ha permitido la integración o superación del viejo concepto de colombianidad, mexicanidad o argentinidad como definiciones aisladas de una manera de ser y el acercamiento a la latinoamericanidad ha sido el sentimiento colectivo de sentirnos una nación y actuar como tal, que es en lo que consiste el nacionalismo.

En síntesis, es necesario articular todos estos elementos en un nuevo proyecto de identidad. No es posible hacer un proyecto político, de sociedad o un modelo alternativo de desarrollo sino existe un proyecto de identidad y recuperamos nuestra visión como nación, como país, como economía, como lo hizo en algún momento Previs.

Desde los años cincuenta, América Latina no tiene un proyecto de identidad. Es más, los movimientos progresistas de la región han sido tan afectados como los otros partidos y movimientos progresistas del mundo. Mientras nos estábamos bañando en el río del neoliberalismo, nos robaron las ropas ideológicas, movimientos como el ambientalista internacional, el de los derechos humanos, los de las mujeres. Todas aquellas banderas que fueron capturadas por movimientos sociales y ahora se defienden conceptos abstractos como el de la pobreza.

En términos globales, además de hacer una reflexión sobre nuestras raíces y valores, se debe establecer si se está con el cosmopolitismo o con el multiculturalismo, es decir, para dónde creemos que vamos, para una cultura única universal en la cual estemos todos inmersos con un pensamiento único o hacia un multiculturalismo en el cual se respete la diversidad y el derecho de cada cultura de poder convivir dentro de un concepto mucho más colectivo.

Esos son los temas integrantes de este pensamiento alternativo y por eso la distribución de los temas de este encuentro no es aleatoria porque la idea es trabajar sobre estos elementos y generar un debate sobre los mismos. Se trata de un trabajo en conjunto como parte de una propuesta alternativa para no caer en la frase de Lincoln que decía “una casa dividida no prevalece”. No podemos mantener esta casa dividida, tenemos que unificarla y para hacerlo necesitamos un proyecto y una visión para construir a través de estas reflexiones.

GLOBALIZACIÓN, AGENDA INTERNA
Y ACUERDOS DE LIBRE COMERCIO

LOS RETOS DE UN
MUNDO GLOBAL

LUIS BERNARDO FLÓREZ ENCISO{*}

La globalización es una tendencia irreversible. Es innegable que ha incrementado el comercio y que ello ha implicado mayor inversión, con productividades crecientes, impulsando el crecimiento y el empleo en los países que lideran este proceso. Pero, también, ha traído costos, sobre todo en los países que con rezagos en sus estructuras políticas, productivas y sociales se lanzan a esta aventura que puede acarrearles mayor desigualdad económica y exclusión social si no se preparan de manera suficiente. Se requiere de un trabajo de constancia, esfuerzo y dedicación durante muchos años.

¿Colombia está preparada en lo institucional para aprovechar las oportunidades que abre la globalización? El debate crucial no es la negociación de un acuerdo de libre comercio. Lo que de verdad importa es si el país está preparado para asumir con responsabilidad las implicaciones del acuerdo comercial con Estados Unidos. Hay que manejar estas decisiones con sabiduría y sin arrogancia, atendiendo las voces críticas, puesto que de ello dependerá que los costos sean menores que los beneficios.

Consecuencias de la apertura

En ese sentido es inevitable recordar lo sucedido a comienzos de los noventa con las consecuencias de la acelerada apertura comercial y financiera, que desdeñó la aplicación de políticas graduales y selectivas y que no le hizo caso a la enorme reevaluación de la tasa de cambio y a los crecientes desequilibrios fiscales que se estaban gestando. Los inspiradores de la apertura acelerada, en aras de un culto no comprensible a la ortodoxia de los mercados libres y perfectos, hicieron retroceder al país muchos años en cuanto a sus posibilidades de progreso económico y social, como se ha comprobado.

Como consecuencia de la apertura, muchos sectores productivos fueron literalmente arrasados, se deterioraron el nivel y la calidad del empleo, se acentuaron las desigualdades sociales y económicas y el país se hizo más vulnerable a los dictámenes de los mercados internacionales. Todas esas lecciones están a la vista, han sido documentadas y es importante aprenderlas para no repetir sus fracasos.

El gobierno, los gremios, las organizaciones sociales y la ciudadanía han descuidado, desde hace tiempo, la construcción de una ruta propia de trabajo para preparar, con tiempo y recursos, a la sociedad colombiana, para afrontar los requerimientos económicos, sociales, políticos y culturales que significan participar en el mundo de la globalización. Y, en esas circunstancias, los debates se han vuelto adjetivos.