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Primera edición digital: abril 2017
Imagen de la cubierta: MAYSUN
Diseño de la colección: Jorge Chamorro
Edición: María Zuil
Revisión: Alexandra Jiménez

Versión digital realizada por Libros.com

© 2017 Estela Alcaide
© 2017 Libros.com

editorial@libros.com

ISBN digital: 978-84-17023-19-5

Estela Alcaide

Fotoperiodismo 3.0

Índice

 

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Título y autor
  4. Prólogo
  5. 1. Los protagonistas
  6. 2. La crisis del fotoperiodismo
  7. 3. El impacto de los «smartphones»
  8. 4. El fotoperiodismo y las redes sociales
  9. 5. Los nuevos formatos, medios y consumidores de fotoperiodismo
  10. 6. El fotoperiodismo ciudadano
  11. 7. La mujer en el fotoperiodismo
  12. 8. La remuneración en el fotoperiodismo
  13. 9. El asociacionismo en España
  14. 10. Una visión de futuro
  15. Mecenas
  16. Contraportada

Prólogo

 

El día que decidí ser fotógrafo me esmeré en acometer todo lo que estuviera en mi mano para aprender, tanto como fuera posible, de mis referentes. El caso es que si por casualidad coincidía con alguno me detenía a observarlo, hechizado, para ver cómo trabajaba. Algo flotaba en el ambiente y una especie de áurea desprendían para mí figuras como Català-Roca, Xavier Miserachs, Paco Elvira y otros reporteros populares en aquel entonces, cuando estaban en acción. Luego descubrí que sencillamente se concentraban mientras tomaban sus fotos. En realidad esa actitud era la que me fascinaba.

Pasando páginas entre mis recuerdos percibo también a un Català-Roca ya envejecido, ascendiendo con dificultad las escaleras que conducían al primer piso de una sala de exposiciones del paseo de Gracia, apoyado en el hombro de un Miserachs quince años más joven. Luego llegó el deceso de los dos. El de Miserachs, por inesperado, me pilló en Haití. Y en la medida que adquirí consciencia que desde entonces no podría recurrir a mis referentes más próximos, quedé atrancado entre la orfandad y el aturdimiento.

Un sentimiento similar me entristeció cuando la radio portuguesa anunció la muerte de Cartier-Bresson; en la India me enteré de la desaparición de Paco Elvira; desde el aeropuerto de México las redes informaron del fallecimiento de Álvaro Leiva y recuerdo con abatimiento el día que Robert Doisneau abandonó este mundo, desolado por la polémica de su foto más popular. La emoción se repite siempre que nos deja «uno de los nuestros». Cuando un reportero desaparece, un aroma triste a recuerdos fragmentados impregna el planeta.

Admiraba a estos profesionales y en general a todos mis colegas, no porque sea mitómano, una condición muy extendida en el medio fotográfico, sino por la sabiduría de los reporteros, tanto en su trato personal como por lo que nos enseñan a través de su obra. Cuando entre 1989 y 1992 el gran periodista Joaquim Maria Puyal realizó para la televisión de Catalunya el programa La vida en un xip, un formato en el que se revisaba la existencia repleta de anécdotas de hombres sabios, quise escribirle para reivindicar la presencia de un fotógrafo entre los entrevistados. Català-Roca, por la edad y el bagaje que tenía, habría sido idóneo en aquel entonces. Pero no me atreví. Los fotógrafos socialmente tenemos poca consideración. Poetas, historiadores, médicos, arquitectos, investigadores, sí. Pero ¿por qué prescindir de la experiencia de las personas que trabajaron a tres metros de la historia reciente? Escuchar de primera mano sus impresiones, qué escucharon, qué vieron y no quedó reflejado en sus fotos, lo que ha supuesto a lo largo de su existencia tantas experiencias… Por lo menos nos dejan con un legado visual, ese toque intangible de los maestros excepcionales.

Corren tiempos convulsos. Una vez más la humanidad ha fracasado gestionando los resortes que nos podrían conducir a un mundo mejor. Hecatombe. La sociedad parece inmunizada desde la muerte del pequeño Aylan. «¿Dónde empezó a desvanecerse el impacto de las fotografías y las imágenes a cuál más demoledora? ¿Cuántos niños más deben morir para alcanzar una solución política?», escribían los periodistas Javier Triana y Montse Martínez en El Periódico de Catalunya. El fin de semana que redacto estas líneas se han ahogado en el Mediterráneo cuatrocientas personas procedentes de Libia, la mayoría mujeres y niños que huían de la guerra de Siria, y apenas se ha reflejado en los medios de comunicación. La copa de la Champions se ha llevado el protagonismo de las portadas. ¡Qué más puedo añadir! ¿Quizás que el tráfico de seres humanos es el negocio más lucrativo del momento? Reflexionemos.

Los mercados gobiernan, dictan qué procede divulgar y qué no. El objetivo es que los ricos atesoren cada día más capital. Y la bolsa ni se entera, ni parece importarle, que los pobres malvivan en su más profunda miseria. Mientras la clase media se extingue poco a poco, la política baila al ritmo del capital y el país se paraliza por un partido de fútbol o se divide en taurinos y antitaurinos. Sus señorías viven del exabrupto y los ladrones de cuello blanco se pasean inmunes, lejos de las cárceles, llenando de mierda los expedientes para retrasar en la medida que sea posible a un aparato judicial exhausto. Y casi nunca pasa nada en esta sociedad envejecida y desorientada por un exceso de información, quizás concebido por Belcebú para crear una influencia tóxica en nuestros cerebros. El tema es saber a quién le otorgamos el papel de Belcebú en esta historia. «En los momentos de inundación lo más difícil es encontrar agua potable», apunta el gran Iñaki Gabilondo.

¿Y qué hace la prensa? La vieja máxima de George Orwell, «periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques», parece soterrada en las antípodas de lo que debería ser la información. Y encima, cuando los testimonios son inoportunos, la primera medida de los poderes fácticos es excluirlos. Lo pueden hacer sin cortapisas, a sabiendas de que los ultrajes, los asesinatos, los desalojos y las estafas con ausencia de testimonios se afianzan mejor. La ley mordaza que pesa sobre las cabezas de los reporteros españoles es un claro ejemplo. Pero ¿qué podemos hacer? La promulgó un partido elegido por las urnas y respaldado por una mayoría absoluta, peligroso rodillo democrático que permitió no andarse con remilgos. Los que mandan casi siempre se salen con la suya y no pierden el tiempo con chiquitas si no hace falta —opinan desde abajo—.

La labor de los fotoperiodistas consiste en testimoniar las cosas que determinada gente no quiere ver. Por ello, cuando cumplen su tarea, padecen las restricciones de cuantos detestan que resplandezcan sus imágenes. Es una lástima porque la detección precoz se ha mostrado la medida más efectiva para combatir las enfermedades graves, incluyendo las sociales. El aumento de la extrema derecha, de las ideas xenófobas basadas en la supremacía de una raza, el envejecimiento de la población impidiendo que la sociedad se refresque con savia nueva, es un viejo cáncer que no hace mucho atenazó Europa y provocó millones de pérdidas humanas. La fotografía es una pequeña voz que gracias a las nuevas tecnologías puede llegar a millones de personas. Y quizás esta es una buena razón para plantearse un fotoperiodismo 3.0.

Ahora más que nunca, cuando la excesiva proliferación de imágenes intrascendentes ha degradado el testimonio que aportaba la fotografía a la categoría de fast food, conviene separar el grano de la paja. Este libro habla de estrategias sugeridas por profesionales cuyo currículo profesional estremece, y gracias a ello todos los ámbitos del fotoperiodismo están reflejados en sus palabras. No se trata de buscar ausencias o de rechazar presencias. Las circunstancias obligan y la lección más importante que brindan las opiniones que se revierten en estas páginas son los pronósticos y la percepción de un puñado de profesionales de la imagen con probada experiencia.

Nadie dispone de una varita mágica para acertar con exactitud lo qué pasará[1]. Quizás, visto desde una vertiente positiva, este es sin duda el gran reto de nuestro tiempo. Los cambios acontecen con tanta rapidez que no hay oráculo que confirme con un cien por cien de probabilidades el futuro. ¿Afectará a la vista y a los dedos de las nuevas generaciones su relación con los dispositivos electrónicos? ¿Cómo repercutirán las nuevas tecnologías en el cerebro y en los hábitos sociales de los individuos? ¿La imagen será nuestra aliada o, al contrario, quizás tanto exceso le restará valor a su potencial comunicativo? ¿Aumentará la depresión entre los internautas? Los desafíos son sin duda apasionantes. De ahí la utilidad de unas páginas que pueden contribuir a descubrir qué va a ser de nosotros.

Es fácil que algún día un joven aspirante a fotógrafo me vea ascendiendo con dificultad unas escaleras, como me pasó a mí con Català-Roca, o leerá que estoy criando malvas en alguna parte reunido con los referentes y con los amigos cuya ausencia tanto sentí, si es que existe un paraíso para los fotógrafos. Los reporteros somos gente apasionada y ejercemos una labor que, parafraseando a Luis Miró Quesada, «puede ser la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios». En el fondo todo depende de nosotros, somos los fotógrafos los que hemos de resolver nuestros problemas.

Confío en que un renovado aroma dulce de recuerdos fragmentados, mis aportaciones personales del tiempo que nos ha tocado vivir, perviva cuando yo sea puro nitrato. Como rezaba este poema escrito por una mano anónima en una pared de Auschwitz:

Cuando tu cuerpo

ya no exista, tu

espíritu estará aun más

vivo en el recuerdo de

quienes quedan. Haz

que pueda servir siempre

como ejemplo.

La buena noticia es que no me cabe la menor duda de que habrá más locos por el fotoperiodismo que tomarán el testigo con valentía y se empeñarán en explicar el mundo al mundo. Alguien tiene que hacer de Pepito Grillo de esta sociedad y los fotógrafos, para eso, nos lo montamos de maravilla.

Tino Soriano

1. Los protagonistas

 

La idea de este libro empieza a finales del año 2014, como resultado a la intención de arrojar algo de luz sobre el panorama actual del fotoperiodismo de investigación y responder algunas dudas que se ciernen sobre la profesión. La mayor incertidumbre era por qué la profesión de fotoperiodista está tan desprestigiada en España. Por qué una labor tan digna como dedicar una vida a contar lo que ocurre en el mundo a través de imágenes no es «pagada» con un sueldo digno y con respeto.

Llegó entonces el momento de investigar sobre ello. El panorama resultante de un primer acercamiento fue que alrededor de la famosa «crisis del fotoperiodismo» hay muchos debates e incógnitas y una enorme falta de respuestas. Artículos de opinión aislados, quejas y suspiros, pero ningún estudio acerca de la situación del fotoperiodismo en la actualidad en el mundo en general y en España en particular. Por ello, lo que en un principio pretendía «resolverse» con varias entrevistas a profesionales del sector, derivó en reunir a toda una comunidad que también se hacía preguntas similares en relación al presente y el futuro del gremio y no encontraba una respuesta.

Lo que empezó con Jon Barandica, terminó con Sandra Balsells y se resume en las vivencias y el criterio de cuarenta profesionales del fotoperiodismo y del periodismo en relación a dicho estado. Algunas fueron llevadas a cabo en persona y otras por Skype, teléfono o e-mail, dependiendo del lugar del mundo donde se encontrara la persona entrevistada.

En su mayoría, los participantes son freelance, aunque también narran su experiencia algunos trabajadores en plantilla en medios o agencias de comunicación. En cuanto a los perfiles, algunos se enfocan en las «breaking news», mientras otros dedican la mayor parte de su tiempo a compaginar sus reportajes personales con otros medios de vida. Asimismo, la mayoría de expertos en la materia corresponde a españoles que no desarrollan su labor en exclusiva en medios nacionales, pero también se ha tenido en cuenta opiniones de profesionales que únicamente trabajan para medios extranjeros y de algunos fotoperiodistas latinoamericanos.

Todos ellos han opinado en relación a cuestiones como por qué ha aumentado el llamado «fotoperiodismo ciudadano», cómo las nuevas tecnologías han cambiado la profesión, qué ha disparado los problemas de derechos de autor, cómo se han adaptado los medios tradicionales a los nuevos formatos y consumidores de información o la situación laboral y económica del gremio. Sus respuestas han servido para fundamentar las conclusiones de este libro.

La elección del nombre del proyecto, Fotoperiodismo 3.0, se debe a que una parte importante del mismo es precisamente cómo ha afectado a la profesión el entorno 3.0, que consiste en la asunción de los lenguajes y códigos de internet por los usuarios en su vida diaria, como forma de expresión humana natural. El surgimiento de las redes sociales, que genera un entorno cada vez más social y personal, así como la creación de páginas web cada vez más dinámicas, hacen que la personalización de los contenidos sea un hecho y que también un nuevo fotoperiodismo entre en escena, con todo lo que ello conlleva.

En cuanto al criterio de selección de los participantes, algunos podrán considerar que debería haber seguido otras pautas o quizá echen en falta a otros grandes profesionales. Pese a que la perfección es prácticamente imposible de alcanzar, debe decirse que el proceso ha seguido como norma la selección de los principales perfiles, teniendo en cuenta su relevancia en las temáticas tratadas, y su consejo para la elección de otras voces.

Otros considerarán que el criterio de los profesionales que han formado parte del proyecto no es suficiente para formar una decisión final en relación al estado del reporterismo gráfico en la actualidad. Fotoperiodismo 3.0 no trata de convertirse en una enumeración exhaustiva de los problemas y posibles soluciones. La intención final del proyecto trata, por el contrario, de aunar los juicios de diferentes perfiles profesionales del sector, para poner de relevancia los grandes dramas a los que se enfrenta el gremio. Reunir todas las opiniones volcadas durante los meses de recopilación de información pretende también que el lector se enfrente a algunas realidades quizás sólo palpables dentro del sector, pero que afectan a la sociedad en su conjunto. Entre ellos, la afección al derecho a la información de los ciudadanos como resultado de la reducción de la libertad de prensa.

Ha sido una gran suerte poder contar con los cuarenta profesionales que se han volcado con este proyecto y con todo el apoyo recibido. Aunque durante las entrevistas hubo algunas respuestas totalmente opuestas, todos ellos coinciden en ser unos verdaderos enamorados de la fotografía y del fotoperiodismo y en tener la necesidad de contar a través de sus fotografías lo que ocurre a nuestro alrededor. Entrevistar a personas con mucho que contar, formar parte de sus vidas, compartir sus conocimientos, opiniones y emocionantes vivencias, convierten este proyecto además en un enorme reto personal, gratificante en cada pequeño paso. A ello se suma otra gran motivación, las palabras positivas de muchas personas que han ido descubriendo el proyecto y regalado su tiempo y comentarios.

Por ello, antes de abordar las diferentes temáticas objetivo del proyecto, se convierte en indispensable agradecer a todos los participantes que se han sumado desde el principio y de manera totalmente desinteresada a Fotoperiodismo 3.0. También a la comunidad que ha nacido en torno a esta idea y por supuesto, a todos los mecenas que han hecho posible que las voces de los cuarenta integrantes salgan a la luz, superando la falta de apoyo institucional a proyectos como este y tirando por tierra la idea de que el «fotoperiodismo no le interesa a nadie en este país». Por todo lo anterior y mucho más, gracias.